Un regalo de Sergio Astorga

martes, 20 de noviembre de 2007

Beethoven

Quitando un comentario de soslayo en la entrada de El gusanillo de lo clásico (1), nunca hasta ahora había hablado en este blog de Beethoven y sin embargo fue, de una manera fulminante además, mi primer gran amor mucho antes de que la edad y las hormonas me hicieran descubrir a los chicos. Excuso decir que a lo largo de mi vida, aquél me ha hecho mucho más caso y se ha ocupado más de mí que éstos, con alguna que otra nobilisíma excepción, porque siempre que he acudido a su música en busca de ayuda, me ha proporcionado consuelo, alegría, serenidad o la energía que en ese momento me faltaba.

Bach fue el gran padre de la música, un compositor excepcional pero, aunque buscaba continuamente nuevas vías para canalizar su creatividad, suele ser catalogado en líneas generales de continuista y tradicional en sus planteamientos. (Sus propios hijos músicos le consideraban reliquia inútil de una época extinta y, con evidente falta de respeto filial, alguno de ellos lo llamaba "el viejo peluca"). Haydn y Mozart son la eclosión del clasicismo, los cambios e innovaciones en las formas sonata y sinfonía. Su música es como un perfecto y delicadisimo encaje en el que nada sobra ni falta. De hecho muchos solistas temen la música mozartiana porque si se equivocan, aunque sea en una nota, no hay forma de disimular el fallo por mucho oficio que se tenga. Mozart no admite trucos. Los dos se influyeron y se alimentaron mutuamente de la música del otro. Innovaron, sí, pero dentro de una evolución natural.

Beethoven, en cambio fue un auténtico revolucionario en el panorama musical. Sistematizó y fijó la sonata. Puso la sinfonía patas arriba para volverla a colocar en su sitio renovada, solemne, profunda, brillante y hasta arrolladora. Definió la estructura moderna y actual de la forma concierto y tantas y tantas formas más. Pero no soy una experta en música; ni siquiera sé solfeo. Cualquier libro mínimamente digno sobre Herr Ludwig os ilustrará mucho mejor que yo acerca de cómo era capaz de alternar la tonalidad, jugar con los tempi en un mismo movimiento; de cómo las óperas de Wagner serían impensables sin las suyas. Haciendo honor al subtítulo de esta bitácora sólo puedo y quiero hablar de las impresiones musicales, sensu stricto, que su música me produce.

Creo que la primera obra que conseguí reconocer, y en parte aprender, en mi vida, fue su Pastoral. Aun antes de ver Fantasía me imaginaba sin dificultad ninguna al escucharla, ríos, pájaros, primavera, tormentas. Una auténtica explosión de sensaciones simultáneas. Una obra capaz de provocar en buena parte de sus oyentes una magnífica e increíble sinestesia. Años más tarde, en 1970, mi padre compró un cassette y nos regaló unas cuantas cintas. Las escuché tantas veces que os aseguro que todavía recuerdo de memoria las sonatas Patética y Claro de Luna y el concierto Emperador. Con el tiempo, la audición de discos y la asiduidad a conciertos me encandilé con las óperas, sonatas, conciertos y el resto de las sinfonías. Necesité unas cuantas horas más de vuelo para disfrutar la Sonata para Hammerklavier (piano de martillos) o las Variaciones Diabelli. Finalmente vino su música de cámara. En el caso de Beethoven es la más intimista, quizá la más difícil, pero también la más revolucionaria técnicamente.

La pieza que hoy coloco en la entrada pertenece a esta último género. Tiene para mi un significado sentimental especialísimo y siento por ella absoluta debilidad. De duración bastante más larga de lo habitual en este blog, creo que, de todas formas, vale la pena. Se trata del 3er movimiento del cuarteto para cuerda Op. 132, en la menor. Pertenece a los llamados ultimos cuartetos, probablemente y sin exagerar la cumbre del clasicismo por la perfección del equilibrio, tan caracterísitico de esta época, entre diversidad y cohesión, conflicto y resolución, dualidad y unidad. Ese equilibro entre contrarios es lo que hizo que donde Bernard Shaw viera en estas partituras obras "bellas, sencillas, directas, sin pretensiones", otros las definieran como "oscuras, imposibles, difíciles y problemáticas". Son complejas y simples a la vez. Es Beethoven en estado puro.

[Interpreta el Alban Berg Quartett, grabado en 1999 para EMI]



El movimiento comienza con un adagio suavísimo. Siempre he tenido la sensación al oírlo, de encontrarme en un bosque como los del País Vasco o Navarra, en otoño. Hay niebla y rocío. La melancolía lo rodea todo. Poco a poco la música va iluminando el paisaje de forma muy tenue y el sol se va levantando. Desaparece la niebla y las notas van descubriendo y delimitando un montón de colores pardos, amarillos y rojizos. La melancolía ha sido sustituida por un estado especial de serenidad. La mañana ya es plena pero en el bosque la luz aparece filtrada, suave...Y de repente, como si saliéramos de un túnel, como si nos hubieran colocado ante una inmensa pantalla, la música estalla, nos envuelve y nos sumergimos en un paisaje lleno de luz y de sol fuerte. Es como estar ante una llanura inmensa de la Mancha, con un sol radiante y cálido de mañana, con los campos cuajados de espigas de trigo, altas y de un verde limpio e imposible. Estalla la luz y la música y el mes de mayo que se abre paso como siempre, renovando el ciclo desde la muerte hasta la vida. Después el tempo, poco a poco, se va ralentizando hasta enlazar de nuevo con el tema que iniciaba el movimiento. El bucle se cierra y comienza de nuevo.

Pero la melodía nos permite seguir inventando a nuestras anchas. Vamos a jugar ahora con Brueghel el Viejo e imaginar que podemos entrar en sus cuadros. Cuando vuelve el adagio pianissimo ya no estamos en un bosque, sino dentro de un paisaje helado en Holanda, con sus casas à pignon, con canales helados y patinadores cabizbajos que corren o se pelean, con campesinas que arrastran pesados trineos, con niños que juegan encima del hielo. La luz y la música están suspendidas, como en sordina. El horizonte es muy alto y de un gris indefinido y plomizo. El tema, otra vez, va delimitando los colores granates, oscuros y pardos de capas, carretas y edificios.



Y, por segunda vez, de nuevo Beethoven nos saca en volandas de ese cuadro y nos lleva a una fiesta campesina. Es verano. Hace calor. Los lugareños bailan con tal brío que la música no puede por menos que acompañarlos y va saltando, con compases cortos y brillantes hasta acercarnos a la gran mesa donde se prepara un festín de bodas. Se oyen risas. Se come, se bebe, se disfruta. La alegría se va colando por los espacios abiertos que deja el domingo...



Y esta maravilla fue creada por alguien que sabía que nunca podría escucharla. La imaginó y oyó en su cabeza para poder transcribirla a una partitura y que otros la interpretaran para otros que nunca serían él... Crear música que tus oídos no podrán nunca disfrutar, ser consciente de ello mientras la ideas y le das forma y, a pesar de ello, dejársela como una herencia preciosa a una humanidad en la que ya no crees. Ese hecho es ya motivo más que suficiente para enamorarse in aeternum de su autor. Yo sigo enamorada de Beethoven.

9 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

Y ese amor es contagioso. Tenía al viejo sordo un poco olvidado, gracias.

Panflín dijo...

Amiga Freia:
Sin Beethoven no sabemos qué cosas tendríamos hoy, no sólo en la música sino en varios terrenos del arte.
Mi capacidad para retener nombres, datos y obras es limitadísima, sea en el contexto que sea. Pero creo que capto la sensibilidad con la que están transmitidas las obras personales, y Beethoven nunca me deja indiferente.
La Patética,que mencionas, es una de las obras que más me gusta re-escuchar.
Desgraciadamente donde estoy ahora no puedo activar el sonido adjunto a tu artículo, pero en casa lo haré cuanto antes; de todas formas, creo que sé la obra que reproduce, y que la tengo en mi colección.
El genio es aquella persona que es capaz de influir en la vida de distintas culturas, en distintas épocas, a nivel planetario. Y Beethoven, sin duda, fue un GENIO.
Un abrazo.

RGAlmazán dijo...

Te juro que soy poco adulador, pero leerte es un placer. Se aprende un montón.
Algo tenemos en común. Desde luego, a mí quien me encandiló con la música clásica fue también Beethoven (sobre todo sus sinfonías). Luego fui descubriendo a otros. Te anticipo mis preferencias en sinfonías, aunque sea difícil elegir, junto a Ludvig Van, me quedo con Schubert (cuya Inacabada me emociona enormemente) y con Tchaikowski.
Ya llegaremos a que nos cuentes cosas de ellos.

Un placer tu vuelta. Besos.

Salud y República

Gemma dijo...

Yo soy una enamorada de Bach. Oírlo y entusiasmarme es todo uno. Oyendo a Beethoven, asimismo, he podido apreciar esa serenidad de que hablas. Y también entender que no se pusieran de acuerdo sobre si expresaba lo clásico o, por el contrario, lo tumultuoso y romántico.

Nos educas el gusto musical que da gusto, si me permites el desliz (también llamado epanadiplosis).
;-)

Anónimo dijo...

Regreso a casa después de un durísimo trance y me encuentro con tus palabras y con nuestro común amigo Beethoven. Una vez más: gracias. Es un placer leerte y escuchar las selecciones tan acertadas que propones. Un abrazo.

La nota que dejaste en mi blog tiene hoy para mí un sentido muy especial. Considérame un amigo.

Charles de Batz dijo...

Pues menos mal que no sabes de estas cosas, que si no !vaya usted a saber!

Está claro que después de leerte, y después de repasar la selección que acompaña a tu texto, a uno sólo le quedan ganas de escuchar un poco más al señor ese del mal genio y los pelos revueltos, a aquél que, como muy bien dices, creó muchas de sus obras sabiendo que nunca podría escucharlas.

Es un destino propio de una tragedia griega, en la que su protagonista se revuelve contra los designios de los dioses.

En vano creo que alguien llegara a saber lo que pasaba por ahí dentro...

Salud

Freia dijo...

Yo creo que Beethoven ha estado casi siempre en los primeros pasos musicales de casi todos. Su música tiene la fuerza inmediata que crea sensaciones y apasionamientos; los análisis y el razonamiento vendrán despúés. En algún sitio leí que se han hecho audiciones con niños muy pequeños y la música de Beethoven es una de las que cala más profundo. No saben explicar por qué, pero les gusta mucho. No creo que sea casual.

Graachus

Lo bueno del viejo sordo es que siempre espera pacientemente a que volvamos a echar mano de él.

Panflin

Estoy contigo. Un genio universal en el sentido más amplio y hermoso del término

Rafa

Chaikovski lo tengo menos trabajadado, pero me gusta mucho Schubert. Entre las cintas regalo de mi padre había una Inacabada que me acompañó durante muchos años. Ahora suena otra versión de ella mientras escribo. Gracias por tus palabras. Son la mejor terapia.

Mega

Pues ya que estamos con alemanes, quizá una de las próximas entradas sea sobre la música de otro de mis chicos favoritos: Heinrich Schütz. Estoy segura de que a ti también te gusta.

Manuel

De veras siento el palo. La vida a veces se muestra cruel y golpea cuando uno menos se lo espera. Cuando mi padre murió yo encontré consuelo en la música de Beethoven (a él le gustaba especialmente). Espero que te ayude a ti también.

Charles

Ja,ja, Charles. Si vivieras rodeada de críticos musicales como yo, sabrías que lo de no tener ni idea no es una licencia, sino real como la vida misma. Un punto a mi favor, no obstante, es que soy menos insoportable que ellos.

¿Qué pasaría por la cabeza del de los pelos revueltos cuando se dio cuenta de que se estaba quedando sordo? Lo peor que le puede pasar a un músico le ocurrió a él. Yo creo que le ganó la batalla a los dioses: ser capaz de imaginar y concebir sinfonías enteras, cuartetos, conciertos aun sin poder oir es como robarles el fuego del Olimpo y bajarlo a la tierra.

Gracias a todos por vuestras palabras. Siempre es un placer veros por casa

Joseba M. dijo...

Sí, sí, lo sé, lo sé, seguramente tenías ya este post en el baúl de los recuerdos, pero es que uno ha llegado con retraso a tu espacio, Freia y voy a pasito de pulga, con cierto secreto deleite, descubriendo unas cosas, confirmando otras... aprendiendo. Soy un aficionado tardío, lo reconozco, recién he completado mi colección Deutsche Grammophonne de música clásica y ahí le ando dando menos caña de la que deseara. Ahora sí, este sitio es el complemento ideal.
Mila esker, Freia, berriro ere. (De nuevo, Freia, gracias mil)

Freia dijo...

No está para nada en el baúl de los recuerdos. Esta entrada es quizá, más que ninguna, la que hace honor al subtítulo de la bitácora: una pura impresión musical.
Sigo pensando que la mejor forma de acercarse a la música es desde la sensación y desde la emoción. Después ya vendrá todo lo demás. Nunca es tarde además para llegar a la música clásica y no es incompatible con otras. Lo que realmente vale es que disfrutes con ella.
A mí me parece de un mérito inigualable dar pasos de pulga con la envergadura azulverdosa de tu elefante.
Me apunto todas las palabras en vasco que escribes porque más allá de Buenos días, buenas tardes, gracias, no sé decir más (ni siquiera me atrevo a escribirlas porque seguro que lo haría mal). Ya ves que yo aprendo un montón de tí también. Qué envidia esas entradas en vasco de tu blog y qué pena no poder entenderlas.
Un abrazo Joseba