Un regalo de Sergio Astorga

jueves, 28 de mayo de 2009

Wagner, el conde Negroni y una dosis recomendable de jazz

Para Alucinao, que me regaló un sabor y un color casi olvidados.


Ayer la noche prometía. Cena en el restaurante de dos personas a las que quiero mucho. Porque los conozco desde los tiempos difíciles de 1997 en que abrieron su primer restaurante en Madrid. Porque son amables y divertidos y buenos anfitriones. Y porque Sara te hace sentirte como si estuvieras en casa y Sergi crea sus platos como lo que es: un grande de la cocina.

Comprendan Vds. que después de tres meses y medio de lechuguita y pechuga a la plancha esta condesa se estremeciera ante la idea de tener una "noche loca" gastronómicamente hablando.

Y si encima ésta comienza con un Negroni de los que prepara Diego, mi barman favorito, la cosa no puede tener mejores y más sugerentes expectativas.

¡Uhhhhmmm! Un Negroni. Casi ni recordaba cómo sabía. Un cóctel creado por el barman Fosco Scarelli allá en el mítico Café Casoni de Florencia cuando añadió ginebra a la bebida habitual y aburrida del Conde Camillo Negroni. Y el cóctel, bautizado como el algo estrafalario colega aristócrata, se hizo enseguida famoso. Si pueden, pruébenlo en el archiconocido Harry's Bar de Venecia o en el Café Rivoire de Florencia. Pero si los dos anteriores les pillan un poco lejos, no dejen de acercarse a un bar de copas (de los pocos en que todavía sepan confeccionarlo) y dense un homenaje.

Negroni, un clásico de la coctelería. 1/3 de ginebra, 1/3 de vermú rosso, 1/3 de Campari (Y por supuesto, nunca toleren que les sirvan un Negroni Sbagliato en el que la ginebra ha sido sustituída por cava o vino espumoso italiano. Háganme caso; sería un delito). Falsamente dulzón cuando das el primer sorbo, el Negroni enseguida deja asomar el amargor del Campari que ya no te abandona durante todo el trago. La ginebra le da cuerpo y gracia. La cáscara de naranja, el toque justo de aroma. Y a mí esa combinación siempre me trae a la memoria jazz (¡vayan Vds. a saber por qué!). Buen jazz. Increíble jazz. Cantado por ellas mientras la bebida de color rojo va desapareciendo en el vaso corto antes de que el hielo se deshaga.

Y una vez roto el hielo con el aperitivo, la promesa de una cena lenta y agradable, de la mano de un yogurt de te blanco y judía verde, unas patatas chips finísimas y transparentes, unas croquetas de bacalao minúsculas y unas aceitunas que se iban del mundo.

No seré prolija (3ª acepción del DRAE) en descripciones del resto del menú porque para algo se lo traigo aquí. Tan sólo decirles que se fue desgranando poco a poco, con buen humor y bien regado por una xarello con barrica del Penedés, una mencía con olor a frambuesa de la Ribeira Sacra, una syrah afrutada de Montsant y, para acompañar los postres, la reina: una tempranillo, vendimia tardía de la Mancha. ¡Ahí es ná!



Me dirán. Pues vaya post, tonto. Pues sí, tienen razón: es un post tonto. Pero me apetecía mucho hablar de algo agradable. Y para remate de tonterías, no puedo evitar contarles una pequeña anécdota también tonta, pero relacionada con esta bitácora y su administradora.

Cuando llegó la hora de la carne, esta servidora eligió a ojos cerrados el pichón (y no admito el más mínimo pitorreo al respecto, ya que amén de grosero y soez, estaría fuera de tono) porque la alternativa era molleja de ternera. Deben saber también que es perfectamente conocida la faceta de Sergi como integrante de un grupo de rock pero pocos están al tanto de su enorme afición y conocimiento de la música del alemán de la boina: vamos que es un fan de y un entendido en Wagner como hay pocos.

Cuando se enteró de mi elección salió de la cocina y con un gesto muy gracioso me espetó: (sic)"A una wagneriana empedernida como tú deberían gustarle las vísceras. La obertura del Lohengrin gana mucho si está acompañada por unos riñoncitos o unas mollejas. Le va como "anillo" al dedo". Divertido y digno volvió a los fogones. Lo sé, lo sé. Estoy convencida de que esta frase va a hacer las delicias de buena parte de los lectores de este blog. Puede que esas aseveraciones veladas al lado gore de don Wagner por parte de alguno de Vds. se vean reforzadas a partir de hoy. Pero, a lo que parece, mi amiguete todavía no se ha enterado de que usar el nombre de Ricardito en vano le va a traer, sin duda, unas consecuencias y unos efectos colaterales poco deseados, toda vez que meterse con el de la boina garantiza el mal fario. Wagner y vísceras. ¡Hay que fastidiarse!

No, no se me asusten. El relato de una noche relajada como la de ayer no terminará con una larguísima intervención de Parsifal, de modo que acomódense en sus asientos y disfruten, que la música ha seguido hoy en esta bitácora sus propios derroteros.

Billie Holiday. Love is here to stay (Gershwin-Gershwin). De Songs for Distingué lovers. Verve, 1997 (grabada en 1957)


Ella Fitzgerald. The man I love(Gershwin-Gershwin). De Love Songs. Best of the Verve Song Books. Verve, 1996 (grabada en 1959)


Diana Krall. Maybe you'll be there (Blom-Gallop). De The look of love. Verve, 2001


Jane Monheit. Dancing in the Dark (Dietz-Schwartz). De Taking a chance on love. Sony Musica, 2004


Norah Jones. The nearness of you (Carmichael-Washington). De Come away with me. Blue Note, 2002




La noche acabó con un Rose Pepper, naturalmente sin alcohol (zumo de piña, soda, granadina, ginger ale) y al que también le sienta maravillosamente el jazz. Y esta condesa no les habla del lamentable estado en que se ha despertado el día después porque sería una ordinariez impropia de su estilo y clase social. Pero haberla, la ha habido, vaya si la ha habido. Háganme un favor: cuando se marchen, procuren hacer el ruído mínimo imprescindible. La cabeza se ha empeñado en retumbar hoy de una manera extraña... no sé por qué.


miércoles, 20 de mayo de 2009

Un alemán, un austríaco, un ruso y un gato arrabalero



Estaba harta de hospitales. Y, sobre todo, estaba harta de aquella anciana agria, caprichosa y siempre malhumorada que pensaba que cuidarla formaba parte de sus obligaciones y que ni siquiera se dignó darle las gracias por haberse pasado horas a la cabecera de su cama, mientras le transfundían aquellas tres interminables bolsas de A +.

Por eso, la perspectiva del concierto la atraía especialmente. Madrid olía ya a anticipo del verano aquel 19 de mayo, martes. El Auditorio, como cada vez que actuaba Sokolov, lleno "hasta la bandera" de un público fiel de abono y de otro, no tan habitual y un tanto pijo, mucho más preocupado en contar al día siguiente ante sus todavía más pijos compañeros de trabajo lo "super, super maravilloso que había sido el recital del geniaaaaal pianista ruso", que en permanecer quieto y escuchando. Aunque las localidades les hubiesen salido a precio de Wall Street. Aunque se hubiesen aburrido como ostras.

Como siempre, demasiado ruido. Como siempre, poca atención. Como casi siempre, el escaparate.

Pero cuando la falta de luz empezó a volver ilegible el programa de mano y sólo dos de las grandes arañas sobre el escenario iluminaban directamente el Steinway, supo con total certeza que no iba a ser una tarde corriente. Y al sentarse al piano ese gran tímido y un tanto extravagante genio ruso (esta vez sin prolongación de vocales) que es Sokolov, todo lo demás dejó de importarle.

Como si las primeras notas del Allegro Vivace de la sonata nº 2 le hubiesen disparado un resorte, comenzó a sentirse bien.


Ludwig van Beethoven (1770-1827). Sonata nº 2 op. 2 nº 2. II Largo appassionato. Glenn Gould. Sony (recopilatorio 80 CD's), 2007 (grabado en 1980).




Se concentró en la música y recordó.

Recordó al Beethoven de su niñez, aprendido y saboreado torpemente con muy pocos años. Al Beethoven que le enseñara su padre pero también al que descubriría ella por sí misma muchos años más tarde. Y se dejó llevar. De las manos y del sonido especialísimo de un Sokolov soberbio y casi sesentón, fue surgiendo la sonata homenaje a Haydn, luminosa y alegre, vital y vitalista. Pero, por debajo de tanta alegría de vivir, la forma y el desarrollo del segundo movimiento, largo appassionato, dejaban entrever con toda claridad a un Beethoven romántico, rompedor de moldes y, como siempre, transgresor. Y cuando, sin dejar tiempo a los aplausos, el ruso inició la nº 13, ella se liberó otro poco de sí misma y de esa suerte de autodestrucción tan suya, y de su realidad nada apetecible. En el programa de mano había leído que era compañera gemela de la Claro de Luna, pero sonaba tan distinta... Era de una hermosura especialísima porque la búsqueda constante y nunca abandonada del alemán por encontrar su propio camino, íntimo y personalísimo, la recorría de principio a fin. Compleja, sutil, con una arquitectura musical a veces imperfecta que la volvía aún más apetecible. Quebradiza a ratos y poderosa y enérgica en otros pasajes. Bella, muy bella, pero también sugestiva e inquietante. Inestable, oscura, escondida. Precursora también de la angustia por una enfermedad que empezaba a amenazarle.

Ludwig van Beethoven (1770-1827). Sonata nº 13 en mi bemol, op. 27 nº 1, "Sonata quasi una fantasía" (1801-1802). I Andante - Allegro - Tempo I - attacca. II Allegro molto e vivace - attacca. III Adagio con espressione - attacca. IV Allegro vivace - Tempo I - presto. Glenn Gould. Sony (recopilatorio 80 CD's), 2007 (grabado en 1983)










Después de un intermedio, necesario pero perfectamente olvidable, se sentó de nuevo en su butaca, una excelente localidad de primer anfiteatro, impares: fila 3, nº 3. La sensación de bienestar sería ya difícilmente explicable si no fuera porque empezaba a sonar Schubert. Justo en ese momento, se borraron de su cabeza las interminables visitas y pruebas médicas y su propia angustia por un futuro desapacible e inmediato que llevaba meses empeñada en no querer ver, pero que ya asomaba la cabeza por la esquina. Desapareció también del todo la tristeza, el vacío, la sensación de fracaso, ya bastante debilitados en los últimos días gracias al apoyo y el afecto que representaba él. Porque lo único por lo que podía soportar todo aquello era él. Porque gracias a que podía mirarlo, tocarlo, sentirlo, hablar con él a diario, lo real, lo que estaba más allá de los dos se tornaba algo menos inaguantable. Y la sonata nº 19 del austríaco sonaba bien, muy bien. Y múltiples variaciones sobre el tema central, una sencilla melodía, adquirían de repente toda la fuerza que le daban los infinitos matices del pianista ruso. Algunas sonaban límpias, increíblemente limpias pero quebradizas como pequeños y finísimos cristales. Otras eran sugerentes, alegres, hasta algo frívolas. Pero las había introspectivas, íntimas e intentando dar forma a un esquema difícil de definir. Y todas, todas giraban sobre sí mismas y alrededor de la melodía inicial, como gusanos de luz, bailando continuamente una especie de danza popular, una suerte de vals brillante y alegre.

Y cuando parecía que el concierto terminaba y con él ese pequeño respiro en una semana imposible, las propinas, siete nada menos, la ayudaron a pasar el umbral y reencontrarse con la realidad no deseada. A ella le sonaron a Bach, Chopin, Liszt y Rachmaninov, pero tampoco importaba nada de quién fueran. Según veía deslizarse y volar los dedos del intérprete pensó que mientras tuviera el privilegio de poder seguir escuchando música como aquélla y tocada de aquella manera, podría soportar (con mayor o menor éxito), la fealdad pretenciosa y machacona del día a día estúpido y gris.

Al llegar a casa, tarde, el maullido inconfundible de aquel gato zarrapastroso junto al cubo de basura (como si le hubiesen dado un zapatazo) la reconcilió definitivamente consigo misma. Él la esperaba.

Franz Peter Schubert (1797-1828) Sonata nº 19 en re mayor, op, 53, D850 (1825). III Scherzo: Allegro vivace - Trío IV Rondó: Allegro moderato. Mitsuko Uchida. Philips, 2000.




sábado, 2 de mayo de 2009

Medidas disciplinarias


Los que me conocen, saben que a pesar de mi carácter casquivano suelo ser una persona comedida, nada sospechosa de radicalismos ni posturas tremendas y que, incluso, estoy dotada de cierto sentido del humor. Bajo mi aspecto frívolo, se esconde una personilla habitualmente ecuánime y justa no obstante mi elevada posición social y las amistades que me rodean.

Sin embargo, hoy me he visto obligada a tomar una medida que, de seguro, no les va a gustar en absoluto y que, con toda probabilidad, me traerá alguna que otra consecuencia no deseada en forma de más de un reproche y crítica por parte de Vds.

Pero es que no he podido remediarlo... Les aseguro que lo he intentado, que he fingido no ver ni oir pero, finalmente, mi amor propio herido y mis galones han podido más que el sincero afecto que saben le profeso. Quizá me culpen exclusivamente a mí y pierda los favores que hasta hoy mismo me otorgaban Vds. generosamente, pero es que ver por el rabillo del ojo a Fasolt aguantándose a duras penas una risita floja y tontorrona durante hora y media, sabiendo como sé yo y saben también Vds. que es de Sant Sadurni d'Anoia y conociendo su filiación futbolística, ha sido superior a mí.

Es mi deber pues comunicarles que mi estimado pero también subordinado jerárquico Fasolt, es decir Fermí Parxet i Torelló, ha sido suspendido de empleo y sueldo durante un mes; más en concreto, hasta que termine la Liga. No habrá posibilidad de indulto ni apelación de modo que ahórrense, se lo ruego, estériles intercesiones.

¡Y pensar que siempre andaba haciendo gala de su fidelidad inquebrantable..!

Y ahora me retiro a llorar a mis aposentos. Me temo que pasaré la noche en blanco.

W.A.Mozart - Don Giovanni - Escena 22 - Acto I - Riposate, vezzose ragazze. Orquesta y Coros del Festival de Glyndebourne. Dir.: Fritz Busch. EMI, Julio de 1936.



DON GIOVANNI
(Esce colla spada in mano,
conducendo per un braccio Leporello,
e finge di non poterla sguainare per ferirlo):
Ecco il birbo che t'ha offesa!
Ma da me la pena avrà!
Mori, iniquo!

LEPORELLO:
Ah, cosa fate?

DON GIOVANNI:
Mori, dico!

DON OTTAVIO
(cavando una pistola):
Nol sperate...

DONNA ANNA, DONNA ELVIRA e DON OTTAVIO:
(L'empio crede con tal frode
Di nasconder l'empietà!)

(Si cavano la maschera.)

DON GIOVANNI:
Donna Elvira!

DONNA ELVIRA:
Sì, malvagio!

DON GIOVANNI:
Don Ottavio!

DON OTTAVIO:
Sì, signore!

DON GIOVANNI
(a Donn'Anna):
Ah, credete...
Tutti fuorché Don Giovanni e Leporello:
Traditore! Tutto già si sa!
Trema, trema, o scellerato!
Saprà tosto il mondo intero
Il misfatto orrendo e nero
La tua fiera crudeltà!
Odi il tuon della vendetta,
Che ti fischia intorno intorno;
Sul tuo capo in questo giorno
Il suo fulmine cadrà.

LEPORELLO:
Non sà più quel ch'ei si faccia
È confusa la sua testa,
E un orribile tempesta
Minacciando, o Dio, lo va
Ma non manca in lui coraggio,
Non si perde o si confonde
Se cadesse ancora il mondo,
Nulla mai temer lo fa.

DON GIOVANNI:
È confusa la mia testa,
Non so più quel ch'io mi faccia,
E un orribile tempesta
Minacciando, o Dio, mi va
Ma non manca in me coraggio,
Non mi perdo o mi confondo,
Se cadesse ancora il mondo,.
Nulla mai temer mi fa.