Esta noche voy a contarles una historia.
La chica de nuestro relato pasea con sus hermanas y amigas por la plaza del pueblo en fiestas mientras el chico la contempla desde una posición algo más alta, quizá un balcón. Chico conoce a chica en definitiva. El de siempre hace de las suyas y chico se enamora de chica. Chica también se enamora de chico. Nuestro muchacho le sale al encuentro no sin antes atusarse convenientemente, aunque se sabe guapo, y le pide permiso para salir con ella. Pasean cogidos de la mano mientras las amigas y hermanas los siguen cuchicheando. El cortejo llega a la casa de los padres de la chica.
Al poco tiempo, chico intenta entrar en casa de chica para ver a chica, pero la hermana (de la chica), en plan defensora (a que lo han adivinado..., de la chica) y no poquito celosa le impide el paso. Pero con el ruido sale el padre que entre otras cosas es el rico del pueblo. Lo cierto es que, para llevar la contraria a la mayoría de los relatos de esta naturaleza, el pater familias ve con buen ojos al chico como yerno y lo acoge en su casa. Es más, llama a su mujer y le dice que prepare algo rápido pero suculento porque acaba de invitarlo a comer.
A la mesa se sientan pues la chica, el chico, los padres y hermanas de ella. Tan solo la madre se da cuenta de que hay alguien más no invitado: la envidia que se dibuja en la hermana de la chica contra la susodicha chica. ¡Ay, que el panorama empieza a adquirir tintes de West Side Story!
Tras la comida, y contando con el beneplácito de los progenitores chico y chica bailan despreocupadamente. Por la noche y aprovechando un descuido de los padres de ella chico y chica caen muy gustosamente uno en brazos del otro y se empiltran.
Mientras, todos duermen contentos menos la cuñada. ¡Ay, la cuñada! La cuñada voyeuse espía y es testigo del encuentro sexual Además, la envidia, que siempre fue mala consejera, le magnifica la escena. Los celos se la comen y piensa seriamente en hablar con su padre y decírselo todo. Finalmente, decide salir al encuentro del chico y prohibirle de nuevo entrar en casa.
Pero hete aquí que el chico ya está harto de tanta historia y tantas contemplaciones. Le suelta a la cuñada cuatro frescas que la dejan de piedra y, acto seguido, se larga a la francesa; esto es, sin despedirse. Fin de la historia.
¿Les ha gustado? Este cuento que parece tan de hoy sin embargo es viejo como el mundo. Tan viejo, tan viejo que, en buena parte, fue escrito por un señor famoso justamente por ello hace muchísimos años. Y lo incluyó en uno de sus libros. Y luego, en el siglo XVI a otro señor muy rico le gustó tanto la historia que encargó que se la pusieran en dibujos; en varias escenas y a tamaño king-size. Y el artesano a quien le hizo el encargo decidió que ya que tenía tiempo, en vez de limitarse a dibujarlos, los adornaría un poco. El cómic finalmente quedó de vicio y durante años y años y años permaneció en casa de quien tuve el capricho. Y se transmitió de generación en generación hasta que a principios del siglo pasado un miembro de la citada familia, más listillo o con menos dinero, decidió partir el tebeo y venderlo a otros señores que andaban por aquí y por allá. Durante más de cien años la historieta permaneció separada hasta hace unos pocos meses...
Pero ya es hora de ponerse un poquito serios. Volvamos pues y pongámosle nombre a personajes, personas y hechos.
El chico es el dios Mercurio. La chica, Herse. Es hija de Cécrope el fundador y rey de Atenas. Sus hermanas son Pandroso y Aglauro. El pueblo es la propia Atenas y las fiestas, las Panatinaicas. La envidia, como siempre, es la envidia. Mercurio se enamora de Herse, Aglauro se muere de los celos y le impide el paso al palacio. Cécrope invita al dios de alas en los pies a compartir mesa y, sin pretenderlo, la cama de su hija. Finalmente, Mercurio se harta de la cuñada fastidiosa. Se enfada, la convierte en estatua de piedra y se marcha ligerito y volando y, de paso, abandonando a Herse. ¡Ah, los dioses, tan caprichosos y volubles en amores..!
Y quien escribió la mayor parte de la historia, como ya habrán deducido, es Ovidio. Más concretamente, para el Libro II de las Metamorfosis, por aquello de dejar a la cuñada de piedra. Eso sí, en el siglo XVI, el autor del programa iconográfico, demostrando poco respeto por el autor latino y haciendo gala de una imaginación desbordante y algo calenturienta, amplió un poquito la historia dándole no poco intríngulis erótico-festivo. Para terminar les diré que quien ordenó plasmar en imágenes los textos fue don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y valido de Felipe III y que se lo encargó al mejor tejedor que existía en ese momento y que vivía en Bélgica.
Porque, señores míos, de lo que llevo hablando toda la entrada es de una colección de tapices que el flamenco Willen de Pannemaken tejió con hilos de lana, seda, oro y plata en pleno siglo XVI y guiado de influencias holandesas, italianas, francesas y, por supuesto, clásicas tanto en los textos de inspiración como en buena parte de las formas. En 1909 la serie fue dividida y dispersada por medio mundo, hasta que hace pocos meses el Estado Español a través del Museo del Prado la ha vuelto a reunir por primera vez en un siglo y restaurada en su mayor parte para ofrecerla hasta septiembre en una de sus salas de exposiciones. Después, cada tapiz volverá a su lugar habitual.
Si andan o viven por Madrid les aconsejo la visita. Porque es una ocasión, probablemente única, de ver la serie de tapices completa. Porque es de un tamaño y una calidad de materiales y artística que dejan impresionado. Porque están muy bien restaurados. Porque Hermes (o Mercurio) solía limitarse a ser consejero, correveidile y celestina de otros habitantes del Olimpo pero rara vez el prota y eso lo hace aún más interesante... Y, qué narices, porque sí. Porque es hermoso, independientemente de la historia que cuente y de cómo empiece o termine.
Y para hacerles más llevadera la visualización de las obras, les dejo con una musiquilla que he pensado podría gustarles escuchar en el interín. De un lado, composiciones españolas de corte galante justamente de la época. De otro, una serie de canciones compuestas también en el período en el que los tapices fueron tejidos y exactamente en el mismo país. Hermanas pues de nacionalidad y estilo andan esta vez la melodía y la obra de arte. Espero que las disfruten.
Perdonen Vds. que últimamente me dedique tanto a las exposiciones. Les prometo que ésta es la última entrada hasta el próximo otoño. Pero no puedo ni quiero evitarlo. Es que me tienen fascinada en un verano rico en ellas y de un carácter excepcional la mayoría.
En tres o cuatro días pasaré a despedirme. Los aristócratas también veraneamos y... nobleza obliga.