Un regalo de Sergio Astorga

jueves, 6 de mayo de 2010

In memoriam


A Mercedes Ibáñez Novo, poeta y esposa






Él y Mercedes, su mujer, eran mis compañeros de abono en el ciclo Liceo de Cámara desde hace tantos años que ni lo puedo recordar. Manteníamos una relación afable y cordial surgida de compartir gustos musicales y espacio físico. Pero siempre dentro de los límites de la Sala de Cámara del Auditorio. Nunca nos vimos fuera de ella.

Era culto, educadísimo, alto y delgado, distinguido y guapo, todavía muy guapo en sus avanzados setenta. Había estado enfermo el año anterior pero se había recuperado, o al menos eso creí yo. Sin embargo llevaban dos meses faltando a nuestra cita musical, lo que no solía ser habitual salvo que algún viaje o un compromiso les obligara a ello. Lo cierto es que pensé que andaría pachucho de nuevo y estaba algo preocupadilla pero no tenía modo de saber de ellos. Cuando esta tarde he visto aparecer a Mercedes sin él, he tenido una especie de pálpito. "Joaquín ha muerto" me ha dicho ella.

¿Cómo era posible que no me hubiese enterado? Cuando he llegado a casa he corrido al ordenador y he tecleado en Google: "Muerte de Joaquín Vaquero Turcios". Han aparecido nada menos que 3120 entradas. En todos los periódicos, tanto de tirada nacional como de Asturias y Cantabria aparecían esquelas, panegíricos, necrológicas, resúmenes de su vida y obra. Y entonces vi la fecha: 16 de marzo. Por aquella época yo estaba pasando mi particular "travesía del desierto". Deprimida, bloqueada, encerrada en mí misma no tenía contacto con mis amigos, ni leía prensa, ni oía noticias en radio y televisión; tan sólo escuchaba música. Había fallecido uno de los grandes artistas españoles del siglo XX, reconocido y valorado en todo el mundo. Arquitecto, escultor, pintor, académico de la RABASF, amante profundo de la música clásica (de hecho y según he leído, uno de sus hijos es músico amén de pintor), amante también del teatro, el cine, la ópera, los viajes. Además, de casta le venía al galgo: era hijo del excelente pintor Joaquín Vaquero Palacios y sobrino nieto de Ruben Darío. Si bucean un poco por Internet y todavía no conocen en profundidad su obra, la red les dará cumplida información de su dilatada y fértil trayectoria artística. Los madrileños llevamos muchos años conviviendo con sus obras del Monumento al Descubrimiento, en la Plaza de Colón, de su mural Relieve Metálico en la calle Valenzuela, del de Laocoonte, en la Fundación Juan March, o los tres Relieves en la Biblioteca Nacional, tan en boca de todos hoy por desgracia. Proyectista de edificios a lo largo y ancho del globo. Creador de esculturas que reposan por todas partes, aquí y allá y de pinturas colgadas en los más importantes museos. Galardonado con los premios más prestigiosos. En un mundo donde prima cada vez más la especialización, él era uno de los más claros exponentes del concepto de humanista. El artista "alla maniera classica": curioso, experimentador, abierto a nuevas técnicas y estilos. Un ser humano con espíritu del Renacimiento en su forma de entender la materia, la obra, la vida. No en vano una de sus frases más conocidas era: "El arte tiene mil caminos, y a mí me interesan todos”

Pero sobre todo, había muerto uno de mis compañeros de abono. El señor guapo, educado y distinguido con el que había compartido la música que interpretaban el Cuarteto Alban Berg, el Melos, el de Tokyo, el Casals, el Arcantos, el Meta4 y tantos más. Con él hablaba mucho menos que con su mujer, que era la que solía sentarse y, por fortuna sigue haciéndolo, a mi lado. Ella y yo éramos de conversación fácil. En las ocasiones en que él y yo teníamos localidad contigua, a mí me imponía mucho estar sentada al lado de alguien de su talla artística y personal. Aun así, era una delicia oírlos hablar de cuando iban a escuchar conciertos al Palacio de la Música antes de que fuese convertido en cine y hoy, por fortuna, en vías de recuperación como sala de conciertos después de su adquisición por la Fundación Caja Madrid. Jamás hablamos de artes plásticas. Nunca habría podido hacerlo con él (la ignorancia es atrevida pero no tanto). Me daba pánico el solo hecho de pensar en que podía meter la pata, aunque fuese mínima. Pero la narración de ambos de sus viajes y conciertos por todo el mundo o la crítica nada pedante que me hacían de las diferentes óperas que veían en el Real cada temporada, hacía que me sintiese enormemente privilegiada por poder escucharlos.

Y lo he sentido. Lo he sentido mucho. Porque se nos ha ido un referente de la vanguardia y la investigación constante y transgresora del siglo XX, un hombre que transmitió a su obra energía en la fuerza y cuerpo en la materia. Pero a mí se me ha ido mi compañero de música de trato reposado y tranquilo. Y ese hombre culto, elegante y muy atractivo que me trataba siempre de una forma exquisita.

Me habría encantado, en esta sinestesia obligada y dolorosa de hoy, poder mostrarles una de sus obras emblemáticas y que venía tan a propósito: su mural
Orfeo, realizado para el Teatro Real en 1967 y que recuerdo aún perfectamente de cuando, bastante más joven que ahora, acudía al Real. Pero alguna mente "preclara" del Ministerio de Cultura (como verán siempre ha sido y será, junto con el de Educación, la Cenicienta de este país) pensó que, al remodelar la Ópera y convertirlo de un edificio de interior sobrio, elegante y con gracia en uno mucho más recargado, ostentoso y carente de buena parte de su lenguaje arquitectónico original, el mural sobraba. Y ni corto ni perezoso mandó que la obra de Vaquero Turcios fuera desinstalada. Ni siquiera, me temo, tenían derecho legal a hacerlo. Pero les dio lo mismo. Y tanto su obra como la de su padre desaparecieron del Teatro Real. Para quien amaba la música como la amó él, aquella afrenta tuvo que resultar especialmente triste y hasta amarga. Y para rematar tamaña fechoría es prácticamente imposible encontrar en la red (muy joven todavía) imágenes de ese mural retirado y privado de su razón de ser.

Pero su obra es tan extensa que tengo dónde elegir. Les dejo algunas excelentes composiciones suyas, como:


Joaquín Vaquero Turcios (1933-2010). Lliupersis azul. Mixta sobre lienzo. 200×200. (doble clic para ampliar)


O esta otra, que siempre me resultó extraordinariamente hermosa porque era el complemento y el contrapunto perfecto a otra de Chillida. Si van a Gijón y disfrutan de Elogio del horizonte del escultor vasco, redondeada, dominada por la curva, en cemento, cerrada en sí y sobre sí misma y sin embargo abierta al exterior, no dejen bajo ningún concepto de caminar al lado opuesto de Cimadevilla, en la subida al cerro de Santa Catalina, para contemplar Nordeste de Vaquero Turcios. Cuadrada, picuda y lineal, en acero cortén, plana. Precisamente porque son opuestas, se complementan y la una tiene sentido gracias y en razón de la otra.


Joaquín Vaquero Turcios (1933-2010).Nordeste. Acero cortén. Gijón, 1994 (doble clic para ampliar)



Esta tarde, en la Sala de Cámara, dos jovencísimos cellista y pianista, que recordaban a los que en tiempos también fueron jóvenes y fantásticos Du Pré y Barenboim, han interpretado un concierto monográfico sobre Beethoven. Y yo les traigo el programa íntegro y en el mismo orden y precisamente interpretado por estos últimos. Será largo. Tómense su tiempo. Siéntense y disfruten.

A él le hubiese gustado escucharlas y a mí me habría encantado que las disfrutáramos los tres juntos. Ya nunca más podrá ser. Ya no notaré cómo tenía que cambiar de vez en cuando de postura pues sus largas piernas se acomodaban mal a la estrechez de unas butacas concebidas para talla mediterránea. Ni sentiré cómo, en ocasiones, sus dedos tamborileaban de forma inconsciente sobre sus pantalones de sport. Pero sí sé que lo voy a echar mucho, mucho de menos.

Les dejo pues, como homenaje a don Joaquín Vaquero Turcios, con dos variaciones y dos sonatas para cello y piano de Beethoven. Quiero también que sean mi forma de darle un abrazo muy especial a su mujer, la poeta Mercedes Ibáñez, que hoy ha sido muy valiente aguantando el tirón del primer concierto sin él.




L.v Beethoven (1770-1827). Siete Variaciones sobre "Bei Männern welche Liebe fühlen" de la Flauta Mágica de Mozart. WoO46. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976


L.v Beethoven (1770-1827). Sonata nº 2 en sol menor, op. 5 nº2. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976


L.v Beethoven (1770-1827). Doce Variaciones sobre "See the conqu'ring hero comes" de Judas Maccabaeus de Händel WoO45. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976


L.v Beethoven (1770-1827). Sonata nº 5 en Re mayor, op.102 nº2. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976





A modo de pequeña contrapartida, me he encontrado con un antiguo profesor de italiano, que fue profesor y amigo hace 30 años y al que hacía 20 que no veía. Ha sido agradable reconocerse y saludar después de tantos años a Angelo Pantaleoni cuyos recuerdos además van unidos a una de las mejores etapas de mi vida. Ahora sigue en el Istituto Italiano di Cultura, pero también realiza un programa en Radio Clásica, los jueves a los 23:30 llamado "Canzoni" y dedicado, como su nombre indica, a canciones italianas. No lo he escuchado nunca; mis amigos saben que no soy muy de radio pero conociéndole a él estoy segura de que será bueno. Se lo recomiendo aún sin haberlo escuchado nunca. No falten a la cita.

Como observarán, he eliminado los comentarios en esta entrada. Quería que, como homenaje, tuviese principio y fin en sí misma. Estoy segura de que sabrán entenderlo.

Gracias a todos por su atención y muy buenas noches o, por hablar con propiedad, buena madrugada.