Buenas noches a todos los ilustres invitados de esta casa.
¿Qué creían? ¿Que iba a ser capaz de marcharme y abandonar a la condesa..?
Si alguno llegó a pensarlo en serio, entonces es que no me conoce lo más mínimo. En cambio, el señor Daniel y la señora Gemma sí que han llegado a hacerlo en profundidad (al menos un poquito). Claro que los tres somos de la misma tierra y, lo quiera el TC o no, eso imprime carácter. Tal vez, después de tanto tiempo en Madrid haya perdido algo de mi identidad catalana pero no por ello dejo de ser formal, cumplidor i amb molt seny.
Mi señora piensa seriamente que me he marchado y que tardaré en volver. Posiblemente hasta llegue a temer que quizá nunca regrese. Por eso está tan triste, tan dolida y se siente tan sola. Cree que la he dejado a su suerte. Pero se equivoca. Y es que, aunque ella se niegue a reconocerlo, por fortuna se equivoca como todo hijo de vecino. Es más, en esta ocasión me atrevo a asegurarles que se equivoca de medio a medio. Vamos, que de lo que dijo en su anterior entrada, rien de rien.
Y además sé que en el fondo todos Vds. lo saben tan bien (y también) como yo. Seguro que no tienen empacho en reconocerme que siempre han sido conscientes de que nunca podría dejarla. No sería capaz de vivir sin ella al igual que ella no podría pasar sin mí. Somos las dos caras de una misma moneda. El uno no podría existir sin la otra y a la inversa.
Lo que ocurre es que, justamente porque la conozco y la quiero y deseo protegerla, de tanto en tanto me escondo. Y no vayan a deducir ahora que es por crueldad. Nada más lejos de mi intención. Ya, si razón no les falta. Soy consciente de que se desespera, se desanima y aunque no quiera reconocerlo me echa de menos. Por eso piensa que la he abandonado. Pero es que si siempre se apoya en mí nunca saldrá de ésta. Tiene que hacerlo por ella misma. Nadie, absolutamente nadie más que la condesa puede ayudarse a escapar de donde está metida. Y por eso yo permanezco oculto aunque bien cerca de ella. Como un padre que desde atrás vigila los primeros pasos de su hijo, sin agobiarlo, sin atosigar, dejándolo moverse con autonomía. Pero con los brazos, la mente y el ánimo atentos a sujetarlo antes de que pueda irse al suelo. O incluso a veces y sabiendo que lo hará en una postura correcta, permitiendo que se dé un ligero culazo. Con libertad y cariño, que uno está chapado a la antigua y no tuvo hijos pero siempre opinó que era una de las mejores maneras de aprender.
Y ella se levantará (de hecho está menos caída de lo que cree) de nuevo por sí sola. Y pensará que lo hizo sin ayuda de nadie o casi nadie. Recuperará la confianza, la propia estima y volverá a quererse (de eso me encargo yo, denlo por cierto). Y lo hará imaginando que no le debe nada a ninguno (es muy orgullosa la señora condesa cuando quiere), aunque tampoco es tonta e intuye perfectamente de qué va esto (son ya muchos años).
Como digo volverá a alzarse, segura de sí misma pero generosa con quienes estuvieron ahí durante todo este tiempo apoyándola. Recuperará, más pronto que tarde, su sonrisa y la chispa de sus ojos oscuros. Y volverán a escuchar Vds. por este salón el frufrú de su polisón azul turquesa mientras corre de un lado a otro de la casa atravesando pasillos o camina por el jardín. Y retornarán sus tertulias, su frivolidad y su encanto naturales. La he visto recuperarse muchas veces. Por eso estoy seguro de que esta vez no va a ser distinto. Afortunadamente.
Y acabarán un poco hasta el moño de sus germanismos insistentes y de su "pedantería de andar por casa" en materia musical. Y si me apuran, hasta volverá a hacer esos imposibles e insoportables juegos tontos de palabras y mezclará sin pudor imágenes y música. Y tornará a ser inflexible conmigo en lo que a materia futbolística se refiere.
Pero volverá a ser ella. Poco a poco, pasito a pasito pero firmemente, con fuerza, con delicadeza, con afecto. Que piano piano si va lontano que decía aquél.
Además, ¡qué quieren que les diga! Vds. no me engañan. Sé que la adoran así, con sus gestos de pizpireta incorregible, su inconstancia, su sentido del humor en ocasiones, sus sinestesias y su mal disimulado narcisismo, mirándose de continuo y abiertamente en el espejo. Y también sé de buena tinta que alguno y alguna se han sentido preocupados muy seriamente al verla en ese estado de flojedad y tristeza y con esa aparente incapacidad para salir de él.
Así pues, estoy por el momento en la sombra, que no a la ídem (y no admito chuflas al respecto que aunque poco, sí me conocen lo bastante como para saber que esas bromas no me van en absoluto y tonterías las justas.) Aquí sigo, decía, detrás de sus pisadas, de salón en salón. Empujándola suavemente a que se levante a diario y trabaje, a que salga y pasee, a que estudie o lea o escuche música. Cuando llegue el momento, ni antes ni después, saldré de nuevo a la luz. A su luz.
Para ser un retorno a escondidas me temo que lo he hecho ya demasiado largo. Con todo, no quisiera despedirme sin hablarles de algo.
¿En alguna ocasión han leído algo acerca del tema de la ópera Fidelio de Beethoven? Por cierto, la única que compuso. Sí, el sordo ese desastrado y bastante cochino cuya música hace las delicias de mi querida condesita... Y en esta obra está además especialmente romanticorro y bobalicón.
Se lo resumiré brevemente. Don Pizarro, gobernador de la cárcel de Sevilla, mantiene prisionero por motivos políticos a Florestán en la mazmorra más profunda. Lo tiene preso desde hace más de dos años y cada día le rebaja la ración de alimento para matarlo lentamente (les aviso de nuevo que no se me vayan por las asociaciones fáciles de ideas, que estamos en el siglo XVIII). Leonora, la mujer del prisionero, intenta llegar hasta él para liberarlo o, por lo menos, alimentarlo y darle consuelo. Para ello se disfraza de hombre y se hace pasar por el criado Fidelio, que entra a trabajar en la casa del carcelero jefe Rocco. Don Pizarro se entera de que su cárcel va a sufrir una inspección y decide matar a Florestán de una vez. Le hace el encargo a Rocco pero éste se niega. Decide asesinarlo él mismo aunque Rocco y Fidelio deberán cavar la tumba. Con la ayuda de Marcelina, la hija de Rocco y novia de Jaquino, a quien abandona porque se ha enamorado de Fidelio (Leonora), la esposa se entera de dónde se encuentra la celda de su amado. Cuando carcelero y ayudante bajan a cavar la tumba, Florestán, medio inconsciente por la debilidad, cree ver a un ángel con el rostro de su mujer. Ella se acerca, lo alimenta y le da consuelo. Mientras tanto, don Pizarro se presenta para matar al preso. Leonora se enfrenta a él, colocándose delante de su marido para protegerlo y descubriendo su verdadera identidad. Con una pistola obliga al gobernador a desistir de su fechoría. Finalmente, las fanfarrias anuncian la llegada de don Fernando, el ministro. Éste arresta a don Pizarro y libera a Florestán, que abraza a su mujer mientras el resto de prisioneros alaba el valor, la lealtad y el amor de la esposa que ha conseguido liberarlo.
Es una historia pues, de fidelidad, lealtad, libertad y amor. Que no sé yo por qué se la he traído a colación hoy ni a santo de qué me ha dado a mí por lo tudesco, pero que por alguna razón habrá sido , digo yo.
Disfruten de la semana santa y de los días de paz antes de que mi querida condesita vuelva a darles la matraca con Schubert o el de la boina y disculpen lo pesado del discurso de este humilde servidor de la señora, algo talludito y también hoy algo bobalicón y romanticorro como el sordo.
Mis razones he tenido.
¿Qué creían? ¿Que iba a ser capaz de marcharme y abandonar a la condesa..?
Si alguno llegó a pensarlo en serio, entonces es que no me conoce lo más mínimo. En cambio, el señor Daniel y la señora Gemma sí que han llegado a hacerlo en profundidad (al menos un poquito). Claro que los tres somos de la misma tierra y, lo quiera el TC o no, eso imprime carácter. Tal vez, después de tanto tiempo en Madrid haya perdido algo de mi identidad catalana pero no por ello dejo de ser formal, cumplidor i amb molt seny.
Mi señora piensa seriamente que me he marchado y que tardaré en volver. Posiblemente hasta llegue a temer que quizá nunca regrese. Por eso está tan triste, tan dolida y se siente tan sola. Cree que la he dejado a su suerte. Pero se equivoca. Y es que, aunque ella se niegue a reconocerlo, por fortuna se equivoca como todo hijo de vecino. Es más, en esta ocasión me atrevo a asegurarles que se equivoca de medio a medio. Vamos, que de lo que dijo en su anterior entrada, rien de rien.
Y además sé que en el fondo todos Vds. lo saben tan bien (y también) como yo. Seguro que no tienen empacho en reconocerme que siempre han sido conscientes de que nunca podría dejarla. No sería capaz de vivir sin ella al igual que ella no podría pasar sin mí. Somos las dos caras de una misma moneda. El uno no podría existir sin la otra y a la inversa.
Lo que ocurre es que, justamente porque la conozco y la quiero y deseo protegerla, de tanto en tanto me escondo. Y no vayan a deducir ahora que es por crueldad. Nada más lejos de mi intención. Ya, si razón no les falta. Soy consciente de que se desespera, se desanima y aunque no quiera reconocerlo me echa de menos. Por eso piensa que la he abandonado. Pero es que si siempre se apoya en mí nunca saldrá de ésta. Tiene que hacerlo por ella misma. Nadie, absolutamente nadie más que la condesa puede ayudarse a escapar de donde está metida. Y por eso yo permanezco oculto aunque bien cerca de ella. Como un padre que desde atrás vigila los primeros pasos de su hijo, sin agobiarlo, sin atosigar, dejándolo moverse con autonomía. Pero con los brazos, la mente y el ánimo atentos a sujetarlo antes de que pueda irse al suelo. O incluso a veces y sabiendo que lo hará en una postura correcta, permitiendo que se dé un ligero culazo. Con libertad y cariño, que uno está chapado a la antigua y no tuvo hijos pero siempre opinó que era una de las mejores maneras de aprender.
Y ella se levantará (de hecho está menos caída de lo que cree) de nuevo por sí sola. Y pensará que lo hizo sin ayuda de nadie o casi nadie. Recuperará la confianza, la propia estima y volverá a quererse (de eso me encargo yo, denlo por cierto). Y lo hará imaginando que no le debe nada a ninguno (es muy orgullosa la señora condesa cuando quiere), aunque tampoco es tonta e intuye perfectamente de qué va esto (son ya muchos años).
Como digo volverá a alzarse, segura de sí misma pero generosa con quienes estuvieron ahí durante todo este tiempo apoyándola. Recuperará, más pronto que tarde, su sonrisa y la chispa de sus ojos oscuros. Y volverán a escuchar Vds. por este salón el frufrú de su polisón azul turquesa mientras corre de un lado a otro de la casa atravesando pasillos o camina por el jardín. Y retornarán sus tertulias, su frivolidad y su encanto naturales. La he visto recuperarse muchas veces. Por eso estoy seguro de que esta vez no va a ser distinto. Afortunadamente.
Y acabarán un poco hasta el moño de sus germanismos insistentes y de su "pedantería de andar por casa" en materia musical. Y si me apuran, hasta volverá a hacer esos imposibles e insoportables juegos tontos de palabras y mezclará sin pudor imágenes y música. Y tornará a ser inflexible conmigo en lo que a materia futbolística se refiere.
Pero volverá a ser ella. Poco a poco, pasito a pasito pero firmemente, con fuerza, con delicadeza, con afecto. Que piano piano si va lontano que decía aquél.
Además, ¡qué quieren que les diga! Vds. no me engañan. Sé que la adoran así, con sus gestos de pizpireta incorregible, su inconstancia, su sentido del humor en ocasiones, sus sinestesias y su mal disimulado narcisismo, mirándose de continuo y abiertamente en el espejo. Y también sé de buena tinta que alguno y alguna se han sentido preocupados muy seriamente al verla en ese estado de flojedad y tristeza y con esa aparente incapacidad para salir de él.
Así pues, estoy por el momento en la sombra, que no a la ídem (y no admito chuflas al respecto que aunque poco, sí me conocen lo bastante como para saber que esas bromas no me van en absoluto y tonterías las justas.) Aquí sigo, decía, detrás de sus pisadas, de salón en salón. Empujándola suavemente a que se levante a diario y trabaje, a que salga y pasee, a que estudie o lea o escuche música. Cuando llegue el momento, ni antes ni después, saldré de nuevo a la luz. A su luz.
Para ser un retorno a escondidas me temo que lo he hecho ya demasiado largo. Con todo, no quisiera despedirme sin hablarles de algo.
¿En alguna ocasión han leído algo acerca del tema de la ópera Fidelio de Beethoven? Por cierto, la única que compuso. Sí, el sordo ese desastrado y bastante cochino cuya música hace las delicias de mi querida condesita... Y en esta obra está además especialmente romanticorro y bobalicón.
Se lo resumiré brevemente. Don Pizarro, gobernador de la cárcel de Sevilla, mantiene prisionero por motivos políticos a Florestán en la mazmorra más profunda. Lo tiene preso desde hace más de dos años y cada día le rebaja la ración de alimento para matarlo lentamente (les aviso de nuevo que no se me vayan por las asociaciones fáciles de ideas, que estamos en el siglo XVIII). Leonora, la mujer del prisionero, intenta llegar hasta él para liberarlo o, por lo menos, alimentarlo y darle consuelo. Para ello se disfraza de hombre y se hace pasar por el criado Fidelio, que entra a trabajar en la casa del carcelero jefe Rocco. Don Pizarro se entera de que su cárcel va a sufrir una inspección y decide matar a Florestán de una vez. Le hace el encargo a Rocco pero éste se niega. Decide asesinarlo él mismo aunque Rocco y Fidelio deberán cavar la tumba. Con la ayuda de Marcelina, la hija de Rocco y novia de Jaquino, a quien abandona porque se ha enamorado de Fidelio (Leonora), la esposa se entera de dónde se encuentra la celda de su amado. Cuando carcelero y ayudante bajan a cavar la tumba, Florestán, medio inconsciente por la debilidad, cree ver a un ángel con el rostro de su mujer. Ella se acerca, lo alimenta y le da consuelo. Mientras tanto, don Pizarro se presenta para matar al preso. Leonora se enfrenta a él, colocándose delante de su marido para protegerlo y descubriendo su verdadera identidad. Con una pistola obliga al gobernador a desistir de su fechoría. Finalmente, las fanfarrias anuncian la llegada de don Fernando, el ministro. Éste arresta a don Pizarro y libera a Florestán, que abraza a su mujer mientras el resto de prisioneros alaba el valor, la lealtad y el amor de la esposa que ha conseguido liberarlo.
Es una historia pues, de fidelidad, lealtad, libertad y amor. Que no sé yo por qué se la he traído a colación hoy ni a santo de qué me ha dado a mí por lo tudesco, pero que por alguna razón habrá sido , digo yo.
Disfruten de la semana santa y de los días de paz antes de que mi querida condesita vuelva a darles la matraca con Schubert o el de la boina y disculpen lo pesado del discurso de este humilde servidor de la señora, algo talludito y también hoy algo bobalicón y romanticorro como el sordo.
Mis razones he tenido.
L.v Beethoven (1770-1827). Fidelio. Obertura. Philharmonia Orchestra y Chorus. Dir.: Otto Klemperer. Ludwig, Vicker, Frick, Berry, Hallstein, Unger, Crass. EMI, 1962 (remasterizado en 2000).
20 comentarios:
yo no sé quién eres Fasolt, pero lloro.
Muchas gracias por esta entrada y por la música.
Besitos a los dos
((Si hace falta otro tipo de ruido en algún salón de la casa, puedes poner Tahúres zurdos!!!)
La fidelidad es un valor que antepongo por mi parte, por encima de cualquier otro, en las relaciones personales. Cuando existen.
Gracias por Fidelio.
Un saludo.
Querido Fasolt, gracias. Estoy contento de que esté ahí a su lado, sin ruido, que es como debe ser. Lo importante es que en caso necesario sea su bastón, y sé que así es, pero a la vez dejando que salga a flote por sí misma. Y lo hará, claro que lo hará, menuda es la Condesa, aunque pase momentos duros, lo hará. Y mientras tanto, querido Fasolt, si necesita cualquier cosa, llámeme, que yo también, en silencio, espero que nuestra condesa vuelva por sus fueros.
Si la vé, dele un beso fuerte de mi parte. Y usted querido amigo, siga ahí, en su sitio, escondido pero presente, lejos pero al lado, un abrazo.
Salud y República
Mi querido Fasolt: ahí se ha portado Vd. como todo un señor. ¡ESe es nuestro Fasolt!
Sé por fuentes secretas que la Condesa avanza pasito a paso en dirección a la luz, con el convencimiento de que logrará hacerse fuerte y liberarse de sus yugos y tristezas. No lo dude, saldrá de ésta.
Cuando eso suceda, nosotros estaremos ahí para celebrarlo. Cuente con ello. Vaya poniendo los manteles y sacando brillo a la plata. Que va a ser muy pronto.
Un abrazo fuerte
PS: Fidelio es una ópera que me encanta. Gracias, Freia.
Pos vale falton, no menterao de la mitad de lo que cuenta osá que debe ser mu profundo. Los del pueblo quiestamos.Pa lo que mande
Su señora, Fasolt, se recuperará, aunque solo sea para cumplir con la deuda que tiene hacia algunos de educarnos el oido.
Y Vd. atento y vigile para que sea mas pronto que tarde.
Salud, República y Socialismo
Mita
Meine liebe Dame. Creo que verdaderamente no importa quién soy, sino estar donde debo, en el momento en que me necesita.
Y qué le voy a decir del sordo alemán que Vd. no sepa.
Gracias a Vd. por su afecto y apoyo a mi señora.
Beso su mano.
Fernando
Mi estimado Fernando. La fidelidad es un bien hermoso y escaso que no siempre está donde la mayor parte de la gente lo coloca. Las relaciones surgen y después nos pasamos la vida intentando conservarlas. Y eso es bueno. En eso consiste en buena medida vivir.
Gracias a Vd. por su fidelidad a esta bitácora.
Rafa
Mi apreciado don Rafael. Creo que en lo tocante a fidelidad a la condesita podríamos echar carreras ¿no cree? Si no recuerdo mal, le acarreó algún disgusto con su "augusta" hija.
No se preocupe. Está bien cuidada. Lo que ya no sé es cuando vuelva con fanfarrias de Sigfridos y hermanos del Walhalla si la cosa le seguirá agradando tanto.
Un abrazo mi buen amigo.
Gemma
Meine liebe Fräulein. ¡Qué quiere, querida, no lo puedo evitar! Ya sé que es un término en desuso (salvo para las camareras) pero es que yo estoy anticuado y chapado a la antigua.
Vd. y yo siempre nos entendimos bien con pocas palabras (lo dará la tierra) y he oído que estaba Vd dispuesta a salir en mi búsqueda.
No se preocupe. No me he movido ni me moveré de aquí.
¡Ay, Fidelio! LO que podía haber llegado a hacer el sordo en ópera! ¿No cree?
Beso con delicadeza su mano, mi admirada MegaMaga.
María
Mi querida María. Ya va camino de la recuperación. Antes de que se hayan dado cuenta estará por aquí trasteando y revolviéndolo todo.
Por lo que oigo hablar a la señora, parece que Vd. también se encuentra mejor.
No sabe cuánto me alegro. Debe de ser la primavera que viene empujando con brío.
A sus pies, María.
J.G.Centeno
Mi estimado don Javier. No se preocupe que yo se lo explico en horas de trabajo.
Mientras tanto, cuídeseme esos bronquios que las mañanas son traicioneras.
Si alguien puede hablar de fidelidad a la condesa ése es sin duda Vd.
Antonio Rodríguez
Mi buen don Antonio. ¿Recuerda los tiempos en que me solicitaba que contase chismes y chafarderías de la condesa? ¡Qué tiempos ¿verdad?!
Volverán no se preocupe.
Y si es por lo de la educación musical, me da a mí que la condesa, desde que le ha dado por trabajar, anda maquinando algo para esta bitácora.
Pero no seré yo quien adelante acontecimientos.
Un abrazo, querido amigo.
Estimado Fasolt quedo tranquila tras leer su declaración de amor incondicional, que quien se porta como un padre que protege dejando volar es alguien inmejorable y no me cabe duda, en consecuencia, de la condesita está bien acompañada.
Cuídese usted mucho y cuide bien a la condesa.
Un abrazo,
i estimada Izaskun. La condesa está bien acompañada al igual que yo. Estamos "condenados" a entendernos y nos hemos acostumbrado después de tantos años a estar juntos.
Y hay que dejarla volar. No puede ser atada muy en corto que se mustia. Ahora por ejemplo se marcha con su hermana al Prado. Creo que hoy Madrid se le va a quedar pequeño. Y ya es capaz de llenarse los pulmones de aire y respirar profundamente. Lo que no es poco.
Creo que es Vd. de las personas más generosas que conozco. Séalo con Vd. misma también. Espero que se aferre a sus disparatitos y a todo lo bello que vive y escribe, que los aires del Teide también son buenos para eliminar miedos y laberintos.
Un abrazo fuerte de mi parte y del de mi señora.
Me ha costado, pero al final he encontrado el sombrero que me regaló un amigo. Me lo he puesto delante del espejo, perfectamente puesto, como lo habría hecho mi abuelo. Después, he vuelto aquí, he releído la entrada y me lo he quitado.
PD: si la cuestión futbolística es que usted es del Barça, cuente con mi apoyo. Si es del Real Madrid, ahí no tenemos mucho de qué hablar.
Esperando conocerle alguna vez, me despido (ya destocado).
Pues yo me alegro infinito de su presencia Fasolt, porque ella lo echaba de menos. Lo hacía profundamente. Y me ha hecho sonreír saber que usted está ahí, detrás del silencio de sus lágrimas.
Le saludo atentamente. Y muchas gracias por esa historia de fidelidad, lealtad, libertad y amor que nos ha contado. Es importante no olvidar que existen, que son posibles... ;))
chachi el fidelius
Nàn
Mi muy estimado caballero:
Me consta que la condesa apreciará, en cuanto lo vea, "su fina estampa".
No es cosa baladí saber colocarse un sombrero. Y seguramente sólo aquéllos que están hechos de una pasta muy, muy especial, saben quitárselo. Ni por lo más remoto está al alcance de todos.
Infinitas gracias por sus palabras.
Y sí, no tema. Soy culé hasta la médula. El problema es que la condesa me sigue ganando por "golaverage".
Un abrazo
Ana
Buenas noches estimada damisela. Como ya he dicho algo más arriba, la condesa y yo formamos un tándem indisoluble. No sé cómo ha llegado a pensar mi señora que yo podía dejarla en la estacada...
Y hablando de tándem y de historias de fidelidad... Vd. lo ha descrito mucho mejor que yo en su blog, querida, hace apenas media hora. Dos ancianos, una bicicleta BH entre medias y un camino largo, plácido y lleno de conversación por recorrer.
¡Qué suerte tienen su hija y Vd. de tenerse la una a la otra!
Beso su mano, doña Ana.
Anarkasis
Mi querida.... mi queridísima Anarkasis... ¡Ah! qué hermosos recuerdos evoca en mí su nombre! Sabor a ínfulas negras sobre fondo burdeos...
(ejem, ejem).
Si, verdaderamente espléndido ese Fidelio de Klemperer. Una versión histórica... Como la de sus ínfulas, si me lo permite.
Le daré a la condesa noticias suyas.
Me pongo a sus pies. (¡Ayssss!)
Menos mal que tienes al Fasolt para asomar la pata por entre el silencio de estos días. Le prometo un espléndido pincho de wiskas.
Salud
Mi muy estimado y admirado señor de Batz.
Ya, ya sé que todavía no me ha dado tiempo a leerme su libro y es mi falta... pero, Sacre-Bleu! no me confunda Vd. con Rascayú y me condene a comer pintxos de wiskas, que je suis le vallet de chambre de madame la comtesse, mon seigneur!
Que me imagino que habrá sido un acto fallido (dado que yo también uso bigotes) y no se lo tengo en cuenta pero, si no le importa, que el pintxo sea de chicharro a la brasa con pimientito de Tolosa al ajo, que me resulta algo más apetitoso. Aunque le confesaré que cuando uno abre las latas de wiskas gourmet para alimentar al gato persa de la condesa, al olor me dan ganas de volverme minino.
Y gracias por ser otro de los fieles.
Uno que es un poco despistado... Lo dejaremos pues en un pintxo de anchoa a la jardinera -las del Txepetxa, por supuesto que son reconocidas como las mejores-, que es cosa buena y lo mismo gustará al bueno de Rascayú como a la pobre víctima de mi despiste, su fiel Fasolt.
Salud
Mi estimado caballero.
Acepto esas anchoas a la jardinera en el Txepetxa o un "Gilda" en Casa Vallés, donde lo he comido por recomendación de mi añorado Manuel Ortiz.
A Rascayú mejor lo dejamos en casa, que es caprichoso y glotón y puede dejarnos sin pintxos.
Un abrazo mi querido amigo... y otros dos más a repartir por casa.
Estimado Fasolt.
El imperdonable impulso de mi curiosidad y en recomendación de un valquiria, no mal intencionada, llego hasta sus aposentos virtuales para ofrecer mis respetos a la Condesa, esperando que su indisposición, producto de su Educación Sentimental, y de ese desvanecimiento propio del diecinueve de Flaubert, sea arropado por los acordes siempre vigorosos de la Obertura que nos comparte.
Le ruego dispense mi atrevimiento y entregue mis respetos a la Condesa.
Si no tiene a mal, volveré discretamente uno de estos días para saber las novedades sobre el estado emocional de tan delicada dama.
Respetuoso abrazo.
Sergio Astorga
Estimado don Sergio. La condesa y yo leemos y vemos sus antojos (y sus calendarios) desde hace tiempo. Y sentimos respeto y admiración por ellos. Es un placer doble pues recibirlo en esta casa.
Pierda cuidado por el estado sentimental de la condesa. Se recupera por días. Es como cuando uno toma antibióticos, que parece que no hacen efecto y una buena mañana se despierta uno casi sin dolor porque la infección casi está vencida. A no mucho tardar la verá por aquí correteando y trayéndome loco de un lado para otro. Que he tenido serias preocupaciones por su estado anímico pero, viéndola ahora desperezarse sentimentalmente y organizando cosas y poniéndolo todo patas arriba, no le diría yo que no tema un poco el "vendaval" de optimismo que se nos avecina. Que la respeto y la quiero mucho, pero no sé en qué fase de la ciclotimia me da más fatiga. No se inquiete, es broma. Le aseguro que la prefiero despierta y aturullada, que decaída y triste.
Bienvenido y otro respetuoso abrazo de mi parte, en espera de que la señora asome la cabecita por aquí para hacerle los honores como se merece.
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