Un regalo de Sergio Astorga

sábado, 26 de septiembre de 2009

Alicia de Larrocha


"Con la desaparición de Alicia se nos va uno de nuestros referentes artísticos más emblemáticos del siglo XX"
Antoni Ros Marbá

EL PAÍS, 26/09/2009


"... Artista madura en plena juventud del mismo modo que conserva frescura en su madurez"
Enrique Franco
EL PAÍS, 16/12/1995






Esta mañana, el periódico recién comprado me ha sorprendido con la noticia. Estaba tan acostumbrada a oír hablar de ella desde siempre, que su muerte me ha impresionado.

Sé que habría merecido por mi parte una entrada mucho más trabajada y con una selección musical más extensa, aunque no menos cuidada que la que hoy les traigo. Circunstancias personales hacen que tenga que redactar estas cuatro líneas a vuela pluma, entre visita y visita al hospital. Pero creo que merece la pena asumir el riesgo de la improvisación y la imperfección, con tal de dejar en este blog mi pequeño homenaje a una de los pianistas a los que más he admirado y admiraré.

Pequeñita, muy menuda. Con unos dedos minúsculos con los que parecía imposible que pudiese llegar a tocar ciertas notas y dotada de un sentido de la austeridad, lo natural, la ausencia de artificios, el tesón, el esfuerzo y la regularidad que la hacían muy especial. Pero, sobre todo, dedicada en cuerpo y alma al empeño, del que hizo bandera artística, de dar a conocer la música española fuera y dentro de nuestro país.

En Estados Unidos se la conocía y admiraba mucho más que en España, con lo que se volvió a cumplir la máxima de que nadie es profeta en su tierra. Pero quienes eran sus amigos o simplemente la conocían, solían sentir admiración y un vivísimo afecto por ella. Interpretó a los grandes con los grandes, ella que lo era. Sólo tocaba lo que le gustaba, le apetecía, le decía algo. Jamás concedió una entrevista, pero canturreaba frecuentemente mientras jugaba prodigiosamente con las teclas del piano. El público la adoraba y aunque, oficialmente, se retiró el día de su 80 cumpleaños, nunca se desligó del todo de la interpretación.

Pasó más de 7 décadas sobre los escenarios y su vida artística y profesional puede ser calificada, sin duda alguna, de plena. No obstante, aunque lógica, su desaparición deja un hueco enorme en el panorama musical de todo el mundo.

Nos queda su imagen y su música. Y ese sonido inmaculado y limpio de su piano, interpretando a Albéniz, Falla, Granados, Mozart o Beethoven.

En vida tuvo el mismo agente artístico que Pavarotti. Es posible que desde ayer se diviertan juntos sin necesidad de intermediarios. Formarán una pareja física curiosa y desigual; artística, espléndida y bien conjuntada; humana, de quitarse el sombrero.

Hasta siempre doña Alicia.



I. Albéniz (1860-1909). Triana. Suite Iberia. DECCA, 1973


A. Soler ( 1729-1783) Sonata en Re mayor S.R, 84. DECCA, 1975


F Mompou (1893-1987) Cançò i dansa VI. DECCA, 1970


martes, 1 de septiembre de 2009

Ventana al azul... como un regalo



Henri Matisse - Intérieur à la boîte à violon (Interior con funda de violín). 1934. Óleo sobre lienzo. 73 x 60 cms. The Museum of Mofdern Art. Col. Lillie P. Bliss. Nueva York.



Con el paso del tiempo, aprendemos que hay épocas de vacas flacas, que las cosas vienen torcidas y que habrá que esperar a que escampe. Y las recorremos a trancas y barrancas e intentamos buenamente asumirlas como mejor sabemos o podemos. Pero, a veces también, la vida, bruscamente, hace una pirueta sobre sí misma y de manera fugaz se te entrega abierta e insinuante, dándose, durante apenas un segundo, como una singular ofrenda en compensación por lo mal que anteriormente se comportó contigo.

El jueves a mí me hizo un regalo que venía envuelto en papel de color azul, con una enorme cinta blanca. Dentro, una caja cuadrada, no muy grande, con un nombre: Roses.

Cuando ya me había hecho a la idea de que este año no iba a poder ser, que no iba a respirar el olor a yodo y algas, que no iba a entrar despacio en ese azul transparente y profundo, repentinamente y por unos pocos días, la bahía de Rosas se abre delante de mí, sugerente y evocadora de viejas culturas, desde las Islas Medas al cabo Norfeu. Valiente, alegre, cuajada de luna casi llena y tramontana al sesgo.

Para descansar, para lamer y curar heridas, para leer y olerla. Para caminar y saborearla y surcar el agua camino del cabo de Creus. Para escuchar y escucharla. Para contemplarla por unos días desde la ventana abierta al azul y la esperanza. Para paladearla con mimo y parsimonia antes de que la magia se esfume.

Para reinventarla y llevarla en el seno de las palabras. Para rasgarla y atravesar su espejo inmenso, de brillante azogue azul

Para olvidarse de todo lo oscuro, lo mezquino y lo triste. Y de la prisión, el miedo, las tenazas. Y de las decisiones, las dudas, los temores. Para adentrarse en su agua pidiéndole permiso. Para apartar por unos días el mundo y navegar olvidando que quizá bajo la quilla yacen barcos hundidos y con la vista fija en estribor al tiempo, por si acaso saliese a la superficie el viejo cofre del tesoro.

Para reencontrarse y redescubrirse. Para reconocerse y renacer. Para hacer acopio de fuerzas y ganar la partida.

Para vivir, por todo y pese a todo.





Georges Moustaki - En Méditerranée (en el Mediterráneo). Ballades en balade. III Racines et Errances. PolyGram, 1989. Texto en francés


Mikis Theodorakis - Zorba el griego. Sirtaki


Un pont de mar blava (Un puente de mar azul) -Poema de Miquel Marti i Pol. Música de Lluis Llach. Texto en catalán y castellano.



¡Hasta la vuelta!