Un regalo de Sergio Astorga

sábado, 27 de junio de 2009

Duerme cariño mío.



Él mejor que nadie sabía de la importancia de un buen título. Y éste, sacado del Oratorio de Navidad de Bach, de un Bach que a él tan poca gracia le hacía a veces, me va a ayudar a dar la noticia.


Manuel Ortiz murió ayer a las cinco en punto de la tarde. Murió tranquilo, sin dolores, sedado y con su mujer al lado acariciándole la mano y ayudándole a cruzar la puerta. No sufrió. Lola está tranquila y muy entera.

Ha sido Rafael el primero en llamarme para decírmelo y a continuación he hablado con Lola. Ahora no soy capaz de escribir nada más. Dentro de unas horas, hoy o mañana, surgirá la entrada serena, tranquila, hasta trufada de humor como a él le gustaba. De momento, sólo puedo dar la triste noticia y retirarme.

Y hoy van a sonar dos piezas que son las que a mí me pide el alma y que desde anoche pugnan por salir. Una de ellas, casual y dolorosamente, la he escuchado esta mañana en honor de El Cuervo López, otro bloguero amigo, que murió también ayer (de allí la tomo). La otra, que quizá no se encontrara entre las favoritas de Manuel es, para mí, una de las más hermosas despedidas ante la muerte jamás escritas.

Adiós querido.



Sergei Rachmaninov (1873-1943) La Isla de los muertos o La Isla de la Muerte. Poema sinfónico, op. 29.


Richard Wagner (1813-1883 ). Tannhäuser. Wie Todessahnng Dämmrung (Como un anuncio de muerte). Acto III. Escena II. Ópera en 3 actos. Coro y orquesta Sinfónica de la Radiotelevisión Bávara. Dir. Bernard Haitink. Wolfram: Bernd Weikl. EMI, 1985



Wie Todesahnung Dämmrung deckt die Lande,
umhüllt das Tal mit schwärzlichem Gewande;
der Seele, die nach jenen Höh'n verlangt,
vor ihrem Flug durch Nacht und Grausen bangt.
Da scheinest du, o lieblichster der Sterne,
dein sanftes Licht entsendest du der Ferne,
die nächt'ge Dämmrung teilt dein lieber Strahl,
und freundlich zeigst du den Weg aus dem Tal.
O Du mein holder Abendstern,
wohl grüßt ich immer dich so gern;
vom Herzen, das sie nie verriet,
grüße sie, wenn sie vorbei dir zieht,
wenn sie entschwebt dem Tal der Erden,
ein sel'ger Engel dort zu werden!

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Como un anuncio de muerte,
el ocaso cubre la tierra;
envuelve el valle con un manto de luto;
el alma, que suspira por las alturas celestes,
se estremece ante su avance a través de la
noche y el terror.
Ahí brillas tú, la más amada de las estrellas,
y envías tu amable luz desde la lejanía;
la caída de la noche comparte
tu hermoso rayo de luz,
y amigablemente señalas el camino
de salida del valle.
¡Oh, tú, graciosa estrella vespertina,
te saludo siempre con gran placer; de parte
de mi corazón, que nunca la ha traicionado,
salúdala cuando la veas pasar junto a ti,
cuando se libre del valle de la tierra
para convertirse en un ángel puro en el cielo!


viernes, 26 de junio de 2009

Doloroso encargo



Hace apenas un cuarto de hora he llamado a Palma para saber cómo se encontraba Manuel Ortiz. Me ha cogido el teléfono Lola, su mujer. Hemos hablado apenas un momento y me ha hecho (realmente yo me he ofrecido a ello) el que probablemente sea uno de los encargos más dolorosos que he tenido que llevar a cabo en mucho tiempo. Me ha pedido que publicara una nota en el blog porque ella se siente incapaz, no tiene fuerzas para ello. Se lo he prometido y cumplo inmediatamente mi promesa con el corazón absolutamente roto.

Manuel se está muriendo. De hecho está sedado porque ayer no podía ni respirar. No hay mejora ni solución ni esperanza posible. Ya no hay retorno. Parece que ese hijo de puta que es el cáncer le ha ganado definitivamente la batalla. Y yo lo único que puedo deciros es que me está costando mucho escribir esto. Porque aprendí a querer a Manuel hace ya casi dos años, sin conocernos, y a admirarlo y a ser su cómplice en algunas cosas y ahora mismo soy incapaz de contener las lágrimas y todo lo que pueda añadir es hueco y vano.

Quizá pueda pareceros una herejía. Quizá debiera sonar otro tipo de música ad hoc, pero tengo razones especialísimas para poner la pieza que hoy va a sonar por y para él, para ayudarle en ese rito de paso difícil y oscuro que es la muerte.

Un beso muy, muy fuerte Manuel. No me extrañaría nada que cuando traspases el umbral, te sacudas el polvo y digas: "Pues no era para tanto eso de morirse". Para acompañarte en el camino, la música de uno de tus favoritos, de tu dios.

Hasta siempre cariño.

Miles Davis. Kind of Blue (ed. 50 aniversario). Blue in Green. Miles Davis & Jazz Horn Music Corp BMI. Columbia, 2009

viernes, 19 de junio de 2009

Dolor sobre dolor






¡Cómo me gustaría que el Adagietto de la 5ª de Mahler no tuviera que volver a sonar nunca en esta bitácora! Pero esta panda de asesinos, como otros, no está dispuesta a dejar de matar.

¡Malditos!


Gustav Mahler (1860-1911). Sinfonía nº5 en do sostenido menor. Dritte Abteilung. IV Adagietto. Sehr langsam. Orquesta Filarmónica Checa. Dir. Václav Neumann. Supraphon 1977


jueves, 4 de junio de 2009

Lamento



La noticia le llegó al anochecer. De forma inesperada. En un día amable de voces sonrientes. Sintió el dolor ajeno como si fuera propio. Intentó decirle que estaba a su lado como siempre, que nunca dejaría que volviese a pasar por todo aquello solo, que lo injusto y lo cruel no iban a salirse esta vez con la suya. Lo dijo. Se lo dijo. Y esperó.

Pero el dolor de otros es mudo y sordo a veces. Aísla, aleja, corroe, golpea a quien lo sufre, destruye su autoestima y su alegría, segrega un hilo suavísimo y terrible de herida abierta que fabrica un capullo experto en contener toda la angustia y la desesperanza. Y fue imposible atravesar esa membrana. La ausencia de palabras y de poder tocar, mirar o sonreír se convirtió en un cuchillo oscuro, seco y romo, que no supo romper el desconsuelo.

Con todo, lo peor no fue ni muchísimo menos el inútil esfuerzo ni el dejarse la piel por perforar, abrir, salvar de sí a pesar suyo. Lo peor fue no ser capaz de regalarle la quietud y el sosiego como un bálsamo, como la redención, la vida.


Camille Saint-Saëns (1835-1921). Mélodies sans paroles - Plainte. Bart Schneemann, oboe y Paolo Giacometti, piano. Brilliant, 1998

lunes, 1 de junio de 2009

Mucho ruido y casi ninguna nuez



Auditorio Nacional. 31 de Mayo. 11:30 horas. Un programa de los de lleno hasta la bandera. Poco importa si la primera pieza es una obra de Schönberg, díficil pero de una aridez hermosa. La mayor parte del público ha ido por la Novena del sordo. Están decididos de antemano a pasárselo bien, caiga quien caiga. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que vayan a portarse de la misma manera.

El concierto empieza tarde, pero la promesa de una dura, desangelada, desgarradora y sin embargo esperanzada obra del austríaco mantiene las expectativas.

¡Qué ingenuidad por parte de quien esto escribe! Verán. Yo sé que no soy objetiva. Me divorcié de la OCNE hace ya unos cuantos años. No conseguía entrar en ella ni ella en mí. No había feeling. Lo intenté muchas veces (lo sigo intentando cada vez que voy a escucharla), pero no consigo enamorarme de la música que sus componentes hacen.

Parece mentira que en un país con una tradición de viento como es el nuestro, que cuenta con las mejores bandas del mundo (especialmente en toda la franja mediterránea), maderas y metales de la Orquesta Nacional lleguen a sonar tan desabridos. Pero la cosa, ay, es peor en lo que respecta a las cuerdas: pesadas, de sonido feo, sordo, mate, sin brillo. Es como si alguien tirara deliberadamente de los instrumentos hacia atrás para que no consiguieran elevarse y ascender. Sonidos opacos y además poco empastados. Pesados, muy pesados. Eso sí, los platillos, bombos y timbales, de primera. Que no se diga, que por volumen que no quede. Que son capaces de desarrollar todo el del mundo y más.

¿Y qué decir del coro? Ese coro que sólo canta bien cuando le viene en gana, cuando le da por ahí en contadísimas ocasiones. Hoy desde luego, a mí entender, no era una de ellas. Deberían aprender de "esos aficionados" del Orfeón Donostiarra. Y también alguna vez, alguien debiera decirles que cantar alto no es chillar. Que se puede cantar bien y conjuntado. Pero buena parte del público aplaude a rabiar (unos cuantos presentes son familiares), de modo que, aquí paz y nunca gloria.

Con estos mimbres no se podía cumplir hoy, en absoluto, la máxima de que un concierto mediocre en directo es mejor que una excelente grabación. Les aseguro que esta condesa ha echado mucho de menos desde las primeras notas, las grandes, históricas, inmensas grabaciones que tiene por casa. Sin duda, lo mejor que se puede decir del concierto de hoy es que ha sido corto.

Yo sé que cuando escuchen Friede auf Erde (Paz en la Tierra) de Schönberg, les va a resultar una pieza complicada y difícil. Lo es a propósito y no tienen más que leer la traducción del texto. Pero es una obra increíblemente bella en su dureza. Compuesta en 1907 para coro de 8 voces mixtas a capella sobre el texto del poeta suizo Conrad-Ferdinand Meyer, fue dotada por el propio compositor de un apoyo orquestal en 1911. Era la época en que el autor vienés estaba muy influído por la fe judeo-cristiana, tamizada por los textos de Strindberg o los teósofos. Creía realmente en el mensaje del poema, que es una llamada a la concordia y la paz universales y estaba seguro de que la armonía entre los humanos era posible. Años después, en 1923, tras la amargura que dejó en él la PGM y en una carta dirigida al director Scherchen, se refirió a ella como: "Es una ilusión para coro mixto, una ilusión según sé ahora, por haber creído cuando la compuse que la paz entre los seres humanos era posible".

A pesar de que en la época de su composición Schönberg ya experimentaba con la atonalidad, esta pequeña (por brevedad) pieza fue construída sobre la base de una tonalidad clásica y su estructura recuerda en muchos momentos los esqueletos polifónicos renacentistas, pero enriquecidos con complejas disonancias que contribuyen a la sensación de angustia de los versos.

Tómense primero la molestia de leer el texto (o su traducción). Después, escuchen la composición. Notarán cómo el sentimiento que les provoca la música se adapta al poema como una segunda piel. No es bonita, no es dulce, pero la esperanza se empeña en asomar por detrás de ella. No la pierdan de vista.

Bueno, pues nada de eso ha sabido mostrar esta mañana la interpretación de la OCNE. Sólo una versión árida y chillona; al menos eso me ha parecido a mí. Demasiada gente cantando y demasiado alto y demasiados gritos.

Arnold Schönberg (1874-1951). Friede auf Erde (Paz en la Tierra). The Tokio Simphony Chorus. Dir.: Hirofumi Misawa. Dir. asistente: Norichika Iimori. Naïve, 2001






No voy a decirles nada acerca de la Coral de Beethoven. La conocen Vds. tan bien como yo, de modo que sería abundar en lo sabido. Pero sí que quisiera recalcar que la versión que Josep Pons ha dirigido esta mañana (ya ayer), a mi gusto, no ha conservado nada del espíritu beethoveniano. Sonaba pesante, monótona, sin matices de ninguna clase. Apagada, sorda, lenta, sin vida. Para el último movimiento, un plantel de solistas para acompañar al coro que, a priori, se presentaba, sugerente. Comenzó bien el bajo Willard White y todos estaban muy metidos en su papel. Se movían al ritmo de la música, parecían motivados. Pero el tenor Schukoff estuvo cortito en los agudos y la aclamada unánimemente por la crítica soprano Brueggergosman resultó no ser de voz tan voluptuosa ni de tan hermoso timbre.

¡Qué quieren que les diga! Yo me quedo con la del viejo maestro alemán Furtwängler. Ya sé que Vds. no van a poder comparar pero, fíense de mí. A pesar de los ruidos de arrastre y las imperfecciones del sonido, con la audición que viene a continuación han salido Vds. ganando.

Ludwig van Beethoven (1770-1827). Sinfonía nº 9 en re menor, op. 125 "Coral". IV Presto - Allegro assai. Orquesta Filarmónica de Viena. Dir.: W. Furtwängler. Virtuoso, 1989 (grabado en Viena el 31.05.1953)









Debería estar penado por ley que, con dinero público, se cometieran semejantes atropellos y tamaños desmanes contra un patrimonio de la Humanidad como es la obra maestra del sordo. Pero lo peor, con todo, es que el Auditorio se venga abajo por los bravos y ovaciones dedicados a la interpretación, como si el mismísimo Furtwängler redivivo se hubiese corporeizado en Josep Pons (no le habría costado con lo delgado que era). Qué se le va a hacer. Ni este gobierno, ni ningún otro parecen especialmente preocupados por cuidar la educación musical desde los 3 años. Claro, que tampoco se preocupan lo más mínimo por ninguna otra. Y así nos luce el pelo en tantas cosas.

Eso sí, una buena parte del público aplaudió hasta hacerse daño en las manos y los ínclitos pertrechadores del desafuero salieron varias veces a saludar. La mayor parte de la gente se marchó tan feliz a casa, de modo que todos contentos.

Y así seguiremos per secula seculorum... Amén.

[Texto en el original alemán y traducción de Luis Gago, reproducidos del programa de mano entregado en el concierto].