Un regalo de Sergio Astorga

jueves, 30 de diciembre de 2010

Die Wiener Philharmoniker, Boskovsky und Ich...

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A mi padre, que me inoculó el veneno de la música


[He publicado esta entrada también en el blog Las batallas del abuelo Cebolleta, con la esperanza de que en el 2011 todos los integrantes del mismo nos deshagamos de esa pereza pertinaz que nos invade y le demos un nuevo impulso, que es una bitácora amable y nostálgica y no se merece el obligado barbecho a que la hemos sometido. Amén]

Cuando era una cría, despertaba siempre en la mañana de Año Nuevo con la ansiedad feliz e indisimulada de que en casa se encendiera la radio. Igual que el soniquete monótono de la lotería significaba el inicio de las vacaciones, la música de valses me traía siempre a la cabeza la cercanía de los juguetes de Reyes y un montón de buenas intenciones y propósitos... Estudiar más, comer menos, tratar de relacionarme de forma más natural con los compañeros del colegio y con la gente en general (era huraña y solitaria), ser buena, intentar llevarme un poquito mejor con mi hermana, ponerme las gafas todos los días... Excuso decir que algunas las cumplía motu proprio porque siempre me gustó mucho estudiar y aprender algo nuevo; otras, se hacían realidad a la fuerza (me he pasado la vida a dieta desde los nueve años y con gafas desde los dos);  unas pocas, como el aislamiento, se solucionarían solas con el paso de los años y otras cuantas, sin más, se quedaban en el cajón de los propósitos que jamás llegaron a ser.

Desde que tengo uso de razón recuerdo la música vienesa salir del aparato de radio como fondo a mis juegos o deberes del cole y, a partir de 1965, con 8 años ya bien cumplidos en que entró en casa "la tele", bien sentadita frente al viejo Iberia en blanco y negro, por donde me llegaban las imágenes solo de la segunda parte del concierto. Pero es que lo que recuerdo con tanto o mayor agrado que la música que escuchaba era la figura de quien dirigía aquellas matinales del 1 de enero. Tenía un aspecto totalmente vienés (créanme que tal tipología existe) y era una especie de mago pues de su batuta salían no solo notas, sino caramelos, pañuelos de colores, flores de papel y bromas, deliciosas y blancas bromas para un concierto blanco y delicioso. Y aprendí su nombre con 7 años, aunque hasta mucho más tarde no supe escribirlo: Willi Boskovsky.

Había sido durante muchos años y lo fue hasta su jubilación, el concertino de la Filarmónica de Viena, actividad que compaginaba con su trabajo en uno de los cuartetos y septetos titulares de dicha agrupación. Ya como director sustituto de Clemens Krauss y de Josef Krips en los conciertos de Año Nuevo, solía dirigir a la orquesta vorgeiger, esto es, al tiempo que tocaba su violín, igual que años antes lo había hecho siempre el propio Strauss.

Y para mí, como imagino que para la mayoría de Vds., el inicio de cada nuevo año se volvía amable, alegre, divertido, bello. Pocos conciertos me he perdido en mi vida. Incluso cuando andaba fuera del país procuraba escucharlo al menos por la radio del coche o gracias a un transistor con el que viajaba a propósito en esas fechas. Y en el velatorio de mi madre (murió una Nochevieja) no conecté a buen volumen el aparato de radio porque mis tías habrían puesto el grito en el cielo y no era plan, no porque a ella no le hubiese divertido, que en casa siempre fue y es una tradición mantenida a pesar del paso del tiempo y el volar de los hijos.

Después, a partir de mediados de los ochenta y tras el relevo del casi siempre cumplidor Lorin Maazel, se optó por la fórmula de que cada año dirigiera la orquesta una batuta prestigiosa. Pero, aunque la calidad continuaba siendo indudable, para mí es como si se hubiese roto un hechizo. Pero que los tiempos cambien es tan ineludible como el paso de Crono y hay que adaptarse. Creo que todos los hicimos y estoy segura de que muchos de los lectoyentes de este blog siguen fieles a su cita anual con la Sala Dorada de la Musikverein de Viena, cuajada siempre con las flores regaladas por su hermana San Remo.

Me habría encantado hacerlo, pero esta vez  no he podido regalarles ningún vídeo nuevo de Herr Boskovsky,  ya que apenas tengo tiempo para sentarme con tranquilidad a escribir alguna entrada. Es por eso que he echado mano del fondo de armario y les traigo los que subí hace tres años por estas fechas. Estoy segura de que a casi todos les traerán tan hermosos recuerdos de don Willi, como a mí.


Willi Boskovsky. Neujahr in Wienv(1963-1979). (detalles de los conciertos de 1968,1971,1974). DVDDeutsche Grammophon, 2004









Este año dirigirá la orquesta un austríaco de solo 50 años, Franz Welser-Möst. Y dentro del clásico programa dedicado a valses, polcas rápidas, galopes, etc., habrá un especial recuerdo para Hungría, por el bicentenario de Liszt y porque es este país el que ostentará la presidencia de la UE durante el primer semestre y también para España (con un año de retraso), quizá por el "atractivo exótico" que ejercía en los compositores austríacos. Se interpretará  la Marcha española, op. 433, de Johann Strauss hijo; el Cachucha-Galopp, de Johann Strauss, padre y La danza gitana del ballet La Perla de Iberia, de Joseph Hellmesberger, recientemente fallecido.

Y yo espero poder sentarme nuevamente delante del televisor para disfrutar de la tradición, justo antes de los saltos de esquí... Y desearles, con la música de mi querido y añorado director vienés, un nuevo año benévolo y complaciente en deseos para realizar, fuerza y energía (que nos va a hacer mucha falta a todos en numerosos frentes), esperanza, paz y afecto para todos. Y que puedan disfrutar del amor, del tacto, del calor y la vida de los suyos, estén lejos o cerca que, en definitiva, es lo que más importa.

Así pues...

La Orquesta Filarmónica de Viena, Willi Boskovsky y yo les deseamos, de corazón, un feliz y venturoso 2011... y que nuestras peticiones sean escuchadas por quien corresponda, que no es poco. 

Y, mientras tanto y como siempre, intenten ser felices.

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jueves, 23 de diciembre de 2010

Navidad germano-flamenca

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Para Ana, esta felicitación pasada de moda.


Hace años escuché decir a un antiguo y admirado profesor, don Isidro Bango Torviso, que los dos mejores cuadros de El Bosco eran el tríptico de Las Tentaciones de San Antonio, en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa y el de La Adoración de los Magos, en el Prado de Madrid. La coincidencia con él por aquel entonces fue solo parcial. Me parecía y me sigue pareciendo una absoluta maravilla el cuadro lisboeta, pero mis preferencias acerca de los de Madrid iban decidida y radicalmente por El Jardín de las Delicias.

A raíz de pasar varios meses, a lo largo de siete largos años, mirando con detenimiento y fotografiando, cuando las instituciones lo permitían, todos los cuadros del Bosco a los que me fue posible acceder (y  les aseguro que fueron unos cuantos y que me patée media Europa pasando muchas horas y días en el Prado, el Lázaro Galdeano o El Escorial de Madrid; en el Louvre de Paris, en los Museos de Bellas Artes de Bruselas o Gante, en el Groeningen de Brujas, en el ya citado museo de Lisboa, en el Palacio Ducal de Venecia, en la National Gallery de Londres o en la Academia de Bellas Artes de Viena), descubrí varias cosas. Que existen unas cuantas de sus obras, cuando menos, de dudosa autoría; que se han dicho muchas, pero que muchas tonterías sobre su vida y su obra y que mi querido profesor tenía toda la razón del mundo: la Adoración de los Magos es un más que excelente cuadro.

Véanlo pues y disfrútenlo cuanto antes porque aunque las fotos son de la autora de este blog, seguramente alianzas políticas de nacionalismos varios elaborarán pronto a una nueva ley Sinde y puede que venga la SGAE y en nombre de la pinacoteca española me cierre la bitácora, que todo se andará y si no, al tiempo. Paséense despacito por los detalles, bájense todas las fotos que quieran que, hoy por hoy, son mías y yo se las regalo. Seguramente se lo pasen tan bien ahora como yo me lo pasé descubriendo y atrapando al Bosco gracias  a un teleobjetivo. Eso sí, los que vivan por aquí y si además hace mucho que no se pasan por las salas de pintura flamenca, háganle una visita, que seguro que su espíritu y sus ojos se lo agradecen.






¿Verdad que el tríptico es de una maestría fuera de toda duda? Pues curiosamente esta pintura pasa mucho más desapercibida a los visitantes del Prado que otras porque no tiene pajarillos raros, ni mejillones que engullen cuerpos, ni ríos desbordados con figuras lascivas, ni símbolos fálicos a las puertas del infierno. Y es que, desde mi punto de vista, al Bosco se le ha interpretado por lo general y hasta hace bien poco, mal, muy mal. No era un visionario, ni un adamita, ni mucho menos "un surrealista". No, sencillamente era un buen creyente, un artesano que tuvo la suerte de hacer una buena boda y convertirse en ciudadano principal en una pequeña ciudad y, sobre todo, un pintor de extraordinaria calidad y factura, heredero de la técnica pictórica flamenca y de una cultura medieval en la que los iconos e imágenes eran una forma de aprendizaje, aleccionamiento y proselitismo. No hay en los cuadros de Jeroen van Acken una sola figura, por extraña que sea, que no existiese antes en los canecillos o gárgolas y arbotantes de las iglesias románicas y góticas, en los marginalia de los manuscritos escondidos en los monasterios o en los libros de horas o devocionarios religiosos, tanto de su época como anteriores. Él no inventó nada. Se limitaba a seguir las pautas que sus patrocinadores le señalaban. Les aseguro que el programa iconográfico de las Tentaciones de San Antonio de Lisboa es de tal conocimiento y calibre intelectual  que necesariamente tuvo que serle marcado paso a paso por alguien de una cultura vasta, profunda y exquisita y, por ende, con gran poder adquisitivo.

Yo no sé si su opinión acerca de este sugerente pintor habrá cambiado algo con lo que les he dicho. Si ahora son capaces de mirarlo de otra manera, descubrirán que despojado de tópicos irreales es mucho más fascinante todavía. Porque él tuvo la capacidad de extraer las figuras de los libros, de los márgenes, de los elementos arquitectónicos de las iglesias para darles la categoría principal e importantísima de la pintura. Y eso supone un logro espectacular en el terreno de lo artístico a finales del siglo XV.

Bien, bien, bien. Acabado el discurso pedantorro sobre el cuadro, les toca ahora lo más duro, porque viene la música. No es la primera vez que algunas de las piezas que van a escuchar hoy aparecen por las Variaciones. Hace dos años, y para celebrar estos días, publiqué una entrada parecida, en las que les hablaba del compositor y daba unas líneas generales sobre la primera de las obras que les traigo. Si les apetece refrescar la memoria o tienen tiempo, pueden dar un repaso a lo que escribí sobre Heinrich Schütz.

Lo que hoy intentaré es ofrecerles una guía de audición, entre las muchas posibles, para la Historia de la Natividad de este alemán heterodoxo. Si quieren, sigan la obra conmigo,  mis queridos lectoyentes (definitivamente me gusta esa palabra; creo que voy a usarla con generosidad antes de que venga Monsieur le Mamoncin  y me cierre el quiosco por hacer ostentación de piratería, copiando y dejando que escuchen o se bajen música que solo debe pertenecer a sus "legítimos creadores": cioè, EMI, Deutsche Grammophon, Warner,  Philips o Harmonia Mundi, que tiene narices la cosa).
El hilo conductor de esta obra, contra lo que luego será habitual, es la narración del Evangelista. Los intermedios explican de forma más detallada lo que describe el  contador de la historia.  El recitativo, de una maravillosa naturalidad y a cargo de un barítono, da sentido y unidad a toda la obra y los pasajes con coro o canto son solamente intermedios. No obstante y para que no les resulte en exceso largo el oratorio y aunque Schütz le dio una riqueza de matices sentimentales desconocida hasta ahora a los textos recitados, les he suprimido justamente estos y les dejo los intermedios.  (de todas formas, en el post al que he hecho alusión más arriba podrán degustar el recitado y algunos textos y traducciones). Así pues, escucharán cuerda  pero  también viento, y saldrán ganando por la brillantez del timbre de estos últimos Eso sí, concédanme el beneficio del error, que no siempre mi oído distingue con facilidad y más tratándose de un disco, los diferentes instrumentos que doblan a las voces.
Comienza la obra con lo que al autor denomina Sinfonía. Dos coros, con un bajo continuo de órgano y chelo, trompas, trombones, violas da gamba, flautas de pico. La orquesta y coros al completo. Tono solemne porque es el preludio a la narración que iniciará el Evangelista.
En el primer intermedio, el ángel se dirige a los pastores anunciándoles la venida de Jesús. La voz, en este caso soprano,  es doblada por flautas de pico, violonchelo y violas altas. El tono es suave y alegre, repetitivo en sus frases y tiene el aire de una canción de cuna.  Dulce muy dulce. En ocasiones resulta hasta melancólico para luego rehacerse en un sonido nuevamente de buena nueva. Recuerda algunos pasajes escritos por el compositor para Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz. Anuncia un acontecimiento importante.
En el segundo intermedio, el suceso ha acontecido y es todo un coro de ángeles el que entona un himno de alabanza: "Gloria a Dios en el cielo....y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad". La polifonía, alla maniera rinascimentale, invade la partitura pero el lenguaje es mucho más nuevo y cánones e incluso fugas disputan la primacía. Solemne y venturoso a un tiempo, es seguido por las trompas con total delicadeza.
En cambio, el tercer intermedio es plenamente descriptivo: los pastores pintan con un tono sencillo y popular un auténtico cuadro y a uno le parece estar viendo la naturaleza alrededor y la luz de noche. El tono es divertido y bondadoso. Las flautas de pico dialogan de igual a igual con el coro de 3 voces.
Ahora son los Magos quienes aparecen de la mano también de la dulzaina y las flautas de pico, siguiendo la estrella  y preguntando por el niño recién nacido en el cuarto intermedio. Los tres tenores (y no me hagan gracietas)  interpretan una música que, bajo la apariencia de ligereza, esconde un sentido misterioso y cerrado, como corresponde a sus personajes. Los violines y bajos ayudan a mantener precisamente esa sensación velada de algo oculto y arcano.
Y atención que, acto seguido, entran en escena los malos. Barítonos profundos y bajos, bajísimos; pérfidos, perfidísimos. Los sumos sacerdotes y escribas encarnan la solemnidad de la profecía sobre el Mesías, a través de un motete religioso. Estamos en el quinto intermedio. Solemnidad y malos augurios que presagian la futura Pasión y el papel que los popes de la iglesia hebrea jugarán en ella. Les acompañan los trombones, doblándolos. Aparece en definitiva la sombra de la muerte. Muerte que es, por otra parte, necesaria para la posterior redención.
Herodes, es el siguiente en hacer acto de presencia (estamos en el sexto intermedio). De forma astuta y sibilina se interesa por el niño que acaba de nacer. Los cornos, al igual que el tono aparentemente festivo de la partitura nos dan idea de su falsedad, interpretada por un bajo no excesivamente dramático. Es taimado y en toda la pieza se prefigura la envidia y la supremacía del poder puesto en peligro.
El séptimo y octavo intermedios nos traen al ángel que avisa a José del peligro que corren puesto que Herodes ha ordenado la matanza de los inocentes. El tono es apremiante, de vigilancia y cuidado.  En el primero de ellos, vuelve la voz soprano, el violín y el conjunto de violas. El tono se va volviendo progresivamente mucho más dramático, intentando que José huya lo antes posible a Egipto. La viola baja contribuye de forma decisiva a esa sensación. En la repetición del tema, el tono sube y es interpretado por un contratenor, para dar mayor idea de apremio, de que es necesario apresurarse. la reiteración, prácticamente igual, del texto nos crea una sensación de ansiedad y de que el peligro es real e inmediato.
Y entramos en la conclusión de la obra. Un canto solemne de alabanza a Cristo y de darle las gracias porque el nacimiento es el primer paso y el preámbulo de la pasión, muerte y resurrección, que lograrán la redención de los pecados. Al igual que en la sinfonía inicial, toda la cuerda, el viento, el bajo continuo y los dos coros se unen en una hermosísima creación


H. Schütz (1585-1672). Weihnachts-Historie ( Historia de la Natividad ) - Sinfonía e Intermedios-,  SWV 435. Concerto Vocale. René Jacobs, director. Harmonia Mundi, 1990




Y, como bonus extra, y si han sido capaces de llegar hasta aquí, unas piezas pequeñas y deliciosas del mismo autor, relativas también a la Natividad. En la primera, la Anunciación de María, dialogan soprano y contratenor con el coro de voces y violines, viola alta, viola tenor, violonchelo, violón, órgano y laúd. La segunda, un salmo de alabanza, se va tejiendo gracias a soprano y bajo, doblados por órgano, laúd, violonchelo y violón. La tercera y cuarta piezas tratan sobre el nacimiento de Jesús, siendo los participantes de la primera, soprano y tenor, contra viola baja y órgano y, en la última, dos coros, con las tres violas da gamba (alta, tenor y baja), violón, órgano, laúd y violonchelo.

Ellas me sirven para desearles, sean Vds. celebrantes de solsticio de invierno, saturnales o nacimiento de Jesús, unas fiestas plenas de serenidad, afecto real (absténganse por tanto y en lo posible de suegras y cuñados varios), alegría y buena disposición, en compañía de aquellos a los que quieren. E intenten ser todo lo felices que puedan.

Buena noche de paz.


H. Schütz (1585-1672). Anderer Theil kleiner geistlicher Concerten (más o menos,  Otras pequeñas piezas de música sacra ), op.9 ,  SWV 333, 322, 323 y 315 (1639) y Heute ist Christus geboren (Hoy ha nacido Cristo), SWV 439.Concerto Vocale. René Jacobs, director. Harmonia Mundi, 1990


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sábado, 11 de diciembre de 2010

Variaciones alla francese con abundantes dosis de alcohol musical, un poco de curaçao y muchos paréntesis

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Para Nameit, 
en la espera serena de su música


Viertan Vds. en un vaso mezclador (previamente enfriado con multitud de cubitos de hielo):
- Una dosis más que generosa de sala de cámara del Auditorio Nacional (perfectamente sustituíble por cualquier otra de tamaño mediano con una acústica, cuanto menos, igual que la suya).
- 2 partes de la Serenata op. 8 de Beethoven por cada 3 partes de las Variaciones Goldberg de Bach (es absolutamente imprescindible que sean esos los ingredientes básicos y en la medidas antedichas).
- 50 cc. de interpretación de los hermanos Capuçon (más de Gautier que de Renaud)
- 25 cc. de la magia y el savoir faire del viola Gérard Caussé.
- Unas cuantas gotas de Curaçao azul (por aquello del polisón color turquesa).
Remuevan todos los componentes con decisión pero delicadamente y, por lo que más quieran, no se les ocurra agitar. Transvasen la mezcla con toda la rapidez de que sean capaces (para que conserve el frío pero evitando así que el hielo ague el combinado) a una copa de Martini...

... y obtendrán el cóctel "Condesa feliz". Se lo digo yo que lo probé hace diez días.

Todos Vds. conocen más que de sobra mis querencias (que aumentan día a día) por la música de cámara. Hace ya tiempo también que les confesé sin rubor mi enamoramiento fulminante, total y cada vez más apasionado de los hermanos Capuçon (en especial del cello Gautier). En lo referente a mi admiración plena y absoluta  por Beethoven y Bach no puedo añadir más de lo que quedó dicho en su momento. Y si nos ponemos a hablar de las Variaciones Golberg, no voy a contarles a estas alturas de la película lo que significa para mí esa obra del "viejo peluca". Los más antiguos de mis lectoyentes (palabro que probablemente no soy la primera en acuñar pero cuyo uso no descarto para sucesivas ocasiones porque creo que hasta me gusta) saben incluso que colecciono toda versión de la misma que cae en mis manos (otra cosa es que, tras una primera audición,  escuche luego siempre y sólo las mismas 10 o 12). Si a los más recientes visitantes les apetece saber algo que tal vez aún desconozcan sobre la fecha y condiciones en que fue compuesta y por aquello de seguir alimentando la justa (por real y por merecida) fama de "narcisismo conderil", pueden echarle un vistazo a uno de los primeros posts serios que escribí hace ya más de tres años, sobre el tema en cuestión. Al menos encontrarán en ella alguna que otra interpretación curiosa del aria.

Quizá entiendan ahora por qué, al darse todos estos amores juntos y en una sola sesión, esta condesa saliese a Príncipe de Vergara (mojada de lluvia y bastante fría por cierto a esas horas) flotando aproximadamente a unos 30 cms. del suelo. Vamos, que lo de Santa Teresa se quedó en un espectáculo de magia ridículo a mi lado. Y sin necesidad alguna de flecha traspasadora, que con la edad vamos necesitando cada vez menos de la mística.

No hay por casa ninguna versión de la mencionada Serenata del sordo, pero no me resisto a ponerles los vídeos  para que degusten al Beethoven más "humano", delicado, alegre, vivo. Clasicismo en estado puro. Todo lo que diga acerca de la composición de la obra es poco (por eso no digo nada, que referencias sobre ella van a encontrar todas las del mundo y más por lo interneses, y entendidos tiene ya bastantes la red). Pues bien, si  pueden imaginarse otra versión, yo diría que igual de magnífica, siempre en el tono justo de alegría y, desde luego infinitamente luminosa, tendrán la primera parte del concierto del 1 de diciembre en Madrid.

L.v.Beethoven (1770-1827). Serenata op.8 para trío de cuerda. Szymon Goldberg, violín; Paul Hindemith, viola y Emanuel Feuermann, cello. Arkiv.
(Aviso a navegantes: la versión es antigua y, lógicamente, su calidad musical deja que desear. Pero el  sonido defectuoso se suple con creces con su valor histórico, artístico y de absoluta referencia. Doy gracias especialísimas a  nyankothecat por compartirlo en youtube).




Y aprovechando el intermedio virtual de dicho concierto, les voy a presentar formalmente a Gautier Capuçon. Bajo el aspecto de un muchachito pijo, de un niño bien de Chambéry (el del sudeste francés, no el de aquí) se esconde uno de esos instrumentistas, a mi juicio, absolutamente excepcionales.  El angelito tiene solo 29 años recién cumplidos y toca como uno de ellos. Y puesto que además la cosa va de variaciones, les coloco un vídeo (larguito, advertidos quedan) sobre las ídem rococó de don Pedrito Tchaikosvky (o Chaikovski, como  prefieran), con la esperanza de que ese vídeo les lleve a otro y a otro y puedan conocer también a su hermano Renaud, que interpreta unas partitas de Bach dignas de ser escuchadas con todo detalle). Juzguen por Vds. mismos si el chiquito vale la pena:

P.I.Chaikovski (1840-1893). Variaciones rococó
S. Prokoviev (1891-1953). Sinfonía concertante.
Mariinsky Orchestra.Valery Gergiev, director. Gautier Capuçon, cello. Grabado en directo en San Petersburgo para Emi/Virgin en Diciembre de 2008. Vídeo promoción del disco: via emiclassics


Ya sé, ya sé que esto es una trampa en toda regla. En lugar de dejarles los 20 minutillos de rigor para que salgan, se fumen el cigarrito, charlen con los amigos (amén de otras necesidades menos confesables), les he encasquetado otro vídeo (y de los kilométricos) antes de la segunda parte de la entrada. Pero es que así los tengo a todos Vds. bien entreteniditos y surtidos de música, que ando yo últimamente bastante absorbida (por) y absorta (en) otros asuntillos. Ea pues y no se me enfríen que vamos con lo mejor de aquella tarde.

La que aquí les traigo es la más conocida transcripción (he leído por algún sitio que existe otra más moderna para trío con piano electrónico) que se ha hecho para instrumentos de cuerda de las Variaciones Goldberg. Si tienen la paciencia y las ganas de escuchar la versión completa, comprobarán por Vds. mismos que, oponiéndose a otras "traducciones" anteriores que se hicieron (para órgano por ejemplo),  la que en 1984 realizó Dmitri Sitkovetsky se basa en el equilibrio de la interpretación por parte de los tres instrumentos. No hay ninguno que sobresalga por encima de los otros relegando a los demás a "encargarse" del bajo continuo. El ruso se apoya en las mejoras técnicas que han hecho evolucionar a los tres instrumentos y nos ofrece un dialogo continuo entre ellos. Y eso que ha sido en ocasiones tan denostado por algunos entendidos, a mi oído es uno de los elementos que la tornan tan especial y hermosa. De esa forma además es imposible caer en la monotonía o en el predominio natural (por el timbre) del violín sobre viola y cello. A lo largo de las dos arias y las 30 variaciones, comprobarán cómo en ocasiones hay breves solos de una de las tres cuerdas. Pero en otros pasajes dialogan a dos, uno con otros indistintamente. O se unen los tres en un empaste perfecto donde nada queda emborronado.

Yo sé que una grabación, por excelente que sea, no ayuda al oído a diferenciar perfectamente el sonido de cada instrumento, cosa que es mucho más sencillo en una sala de audición porque el ojo suele colaborar bastante en el empeño. Quizá sí que les recomiendo esta vez (y sin que sirva de precedente), unos buenos auriculares y  un volumen discreto (tirando a  bajo), para eliminar en la medida de lo posible el ruido ambiental. Seguramente así las diferencias tímbricas de los tres instrumentos destacarán con más facilidad.

Cada vez estoy más convencida de que  cuantos más conocimientos se adquieren sobre algo, más se disfruta de su escucha o su visión o su tacto.  De acuerdo en que la primera impresión a ciegas es inolvidable y se posa directamente en los sentidos y los sentimientos mucho antes que en el cerebro. Pero después, el análisis y el aprendizaje enriquecen notablemente esa impresión (y todavía más en un arte tan conceptual y al tiempo tan poco "racional" como es la música). No tengo ni idea de cómo se lee una partitura (más allá de la colocación de las notas en el pentagrama y de distinguir las diferentes claves), pero me sé la música de esta obra de principio a fin, palmo a palmo. Y créanme cuando les digo que conociendo de antemano los mimbres, asistir a la confección progresiva del cesto se hace infinitamente más hermoso.  Los tres intérpretes estaban absolutamente concentrados en lo que hacían pero, de tanto en tanto,  se dirigían sonrisas cómplices. Yo creo que eran plenamente conscientes de que lo que estaban recreando era bueno, muy bueno. Se dejaban llevar por la música al tiempo que la dominaban. Cuando eso sucede aparece el "duende" y se instala durante toda la velada. Y es que esos chicos, a pesar de su juventud, tocan como si tuvieran 60 años (por eso no existe ningún salto generacional entre los dos hermanos y Caussé).  Lo hacen con una madurez, con una delicadeza, con tal cantidad de infinitos matices y, sobre todo (y especialmente el cello), con un sonido tan bello que el día en que graben las tan manidas Variaciones Goldberg, desde aquí y ahora, apuesto que se convertirán en uno de los registros de referencia. Y para terminar de redondear aquella velada, el hecho de que no se oyera volar una mosca (salvo las tres o cuatro toses de rigor entre variación y variación que confirman la regla)  tratándose del Auditorio Nacional (bien que sea la sala de cámara), es todo un manifiesto de lo que allí  se disfrutaba.

A la espera de este futuro y prometedor disco, les dejo ahora con la versión que Sitkovetsky transcribió ("in memoriam Glenn Gould")  y grabó junto a Maisky y Caussé en 1985.

J.S.Bach (1685-1750). Goldberg-Variationen. Aria mit verschiedenen Veränderungen, BWV 988 (Fassung für Streichtrio von Dmitry Sitkovetsky "In memoriam Glenn Gould". D. Sitkovetsky, violín; G. Caussé, viola; M. Maisky, cello. Orfeo, 1985.



Sean Vds. todo lo felices que puedan, que no están los tiempos para andar ahorrando en eso.

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