Un regalo de Sergio Astorga

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Final de año

Como bien sabrán todos Vds., la administradora de este blog sufre, de tanto en tanto, sospechosos ataques de desdoblamiento o "split" (nada que ver con el que experimentan de forma regular las acciones del Mercado de Valores, especialmente las del sector financiero). Y hoy ha vuelto a ocurrir. La subsiguiente trinidad a la que dicho desdoblamiento da origen y que se manifiesta en esta bitácora cada vez con más harta frecuencia, se ha pasado unas cuantas horas intentando decidir qué música elegir para despedir el año. Les aseguro que no ha sido fácil, aunque los tres teníamos clarísimo desde un principio el intérprete... Creo que al final hemos conseguido llegar a un acuerdo, si es que puede considerarse un acuerdo que cada uno hayamos hemos elegido una obra distinta.

Llegados pues a este punto de conformidad, intentaremos hacerlo lo más breve y conciso posible.

[Como lo de utilizar el plural me crea ciertos problemas de personalidad, amén de parecerse sospechosamente al uso del Nos mayestático (y tengan por seguro que aunque el de Roma vista de blanco no goza en absoluto de mis simpatías), permítanme que a partir de aquí retome mi personalidad primigenia y utilice el yo a secas, que es más sencillo, a la par que coherente.]


Mañana, Daniel Barenboim dirigirá a la Filarmónica de Viena en el tradicional Concierto de Año Nuevo. La elección era firme desde hace mucho tiempo pero, pocas veces como en esta ocasión, la casualidad y la fortuna han ido tan de la mano. Desde el punto de vista técnico y artístico, el argentino-israelí-palestino-español es uno de los mejores directores de orquesta que existen en la actualidad (aún mejor director que pianista, lo que es decir mucho dado que es un soberbio y espléndido virtuoso del piano). En el plano de la calidad humana, creo que a nadie se le escapa la gran talla moral de este incansable músico que, junto con su fallecido amigo el filósofo estadounidense-palestino Edward Said, concibió, gestó y dio a luz ese hermosísima realidad que es la East-Western Divan Orchestra. Cuantas palabras pueda decir en su elogio sobran; la fama de sus conciertos y giras habla por sí misma.

Las interpretaciones de Barenboim que hoy aparecen en la entrada serán, como dije antes, tres y muy variadas. Todas tienen su razón de ser.

La primera porque, estando en el último día del año, la sonata "Les Adieux" (Los Adioses) de Beethoven (EMI, 1967) resulta especialmente apropiada. Y porque el primer movimiento que es el que va a sonar, además de tener por subtítulo el mismo nombre que lleva la obra [por contraposición al segundo y tercer movimientos que se llaman respectivamente "L'Absence" (La Ausencia) y "Le Retour" (El Regreso)], muestra una alternancia de tempi Adagio - Allegro, muy adecuada en un día dado, sin lugar a dudas, a los balances.



La segunda, porque de sobra saben Vds. que es una de mis piezas favoritas, aunque nunca hasta hoy la versión de este excelente intérprete ha estado en las Variaciones. Sí, acertaron. Estoy hablando precisamente del aria de las Variaciones Goldberg (Teldec, 1989).



La tercera, porque es una versión que cobra especial trascendencia debido a los malos vientos que soplan. Daniel Barenboim y la East-Western Divan Orchestra interpretan un fragmento de La Walkiria de Wagner en su concierto del pasado mes de agosto en París. Tengo que advertirles de la pésima calidad de la grabación y el sonido, tomados en directo. Las razones anteriormente expuestas me han llevado a incluírla a pesar de las deficiencias.




Quizá, y como he dicho antes, hoy es el día de los balances por antonomasia. Y yo no quiero librarme. Caeré, quiero caer deliberadamente en el tópico. El año pasado me dejó unas cuantas cosas malas y sólo dos en el platillo opuesto, pero tan excepcionalmente buenas que compensaron lo demás. Ahora es tiempo de no mirar más atrás y empezar a poner los ojos en el año nuevo que está a punto de asomar ya la nariz por la esquina.

Qué mejor música pues que la de tres compositores alemanes, interpretada por una orquesta de palestinos y judíos y dirigida e interpretada por un judío israelo-palestino-argentino-español, para acompañar mis mejores deseos en el nuevo año...

En primer lugar, me gustaría que la cordura le gane la batalla a la barbarie y la sinrazón ... Ya, ya sé que ahora mismo está fuera de las coordenadas de lo que entendemos por posible, lógico y real. Pero ya saben, por pedir que no quede. De todas formas, a los deseos, en muchas ocasiones y dado que son perezosos por naturaleza, hay que empujarlos suave pero firmemente para que se cumplan. Que hay formas de arrimar el hombro al respecto vamos, por pequeñas e inútiles o meramente simbólicas que nos parezcan.

En un terreno más doméstico y de andar por casa, me gustaría pedir para todos Vds. dosis razonables de salud, alegría, serenidad, dinero para sortear la crisis y enormes cantidades de esperanza , sentido común y cordura, que nos van a hacer mucha falta con los tiempos que corren. Como dicen los franceses, lo demás... ça ira de soi. Eso sí, no me dejen sola. Empujen Vds. un poquito también.


¡Feliz Año a todos!

sábado, 27 de diciembre de 2008

¡Malditos!





¡¡¡Malditos y asesinos!!!



[Quizá esta entrada debiera haberse titulado "La matanza de los inocentes" pero claro, ya se sabe que los dirigentes sionistas del estado de Israel y responsables directos de la masacre cometida en Gaza, sólo reconocen, hablando en términos de ideología religiosa, el Antiguo Testamento].




martes, 23 de diciembre de 2008

Historia de la Natividad

Señores... hoy toca alemán. Y no vayan a quejárseme ahora, que entre musiquillas ligeras, veranos, memes, microrrelatos y parones (no sé si biológicos o técnicos) el caso es que llevan Vds. meses librándose de un tudesco. No obstante, si quieren italianos, no dejen de pasarse por Kabila. Les aseguro que vale la pena.

Estamos en Navidad, de modo que qué mejor momento para programar esa música que nació con el objeto de festejar el que seguramente sea el mayor motivo de celebración de la Iglesia católica y aun de la protestante: el Nacimiento de Jesús.



Sean Vds. creyentes o no, lo cierto es que la mayor parte de aquellos a quienes gusta parar por este blog ha nacido y pasó al menos una parte de su infancia inmerso en un ambiente católico, ya sea en el ámbito familiar, en el de la escuela o en ambos. Puede que hasta fuera a misa de pequeño y tomase parte activa en los ritos de la religión católica. Incluso los que no se criaron bajo esa mano de hierro que representaba la Iglesia, seguramente ponían el belén cuando niños y hacían cola para ver a los Tres Reyes Magos que venían de Oriente. Lo queramos o no, la historia sagrada cristiana ha formado y forma parte de nuestro entorno y nuestra cultura. La vemos continuamente en los museos, en las catedrales, bajo forma de lienzo, mármol o madera. A veces (demasiadas veces todavía), hasta la sufrimos por mor de esa pandilla de dirigentes eclesiásticos, mercachifles de la religión y las creencias a los que, seguramente, Jesús echaría del templo sin dudarlo un segundo y que con frecuencia provocan la indignación y el sentimiento de vergüenza ajena en creyentes que viven sus ideas con honestidad.

Y en medio de este panorama, también está la música. Todos los años se programa El Mesías de Händel o el Oratorio de Navidad de Bach. Son tan clásicos como las Pasiones del "viejo pelucas" o El Oficio de Difuntos de Tomás Luis de Victoria durante el tiempo de Semana Santa.

Todos saben de mi debilidad por los alemanes. Y la música de uno de ellos ha venido, con relativa frecuencia, a formar parte de las entradas de esta bitácora. Reconozco que es una de mis mayores debilidades. Estoy hablando de Heinrich Schütz. Y no es que yo lo diga. A juicio de algunos expertos es, después de Bach, el más grande compositor alemán del siglo XVII.

Hijo de un próspero posadero, desde muy joven se benefició del patronazgo del Landgrave Moritz de Hessen-Kassel, que pagó su formación académica y lo envió a Venecia a estudiar con Gabrieli (allí conocería también a Monteverdi). Schütz correspondió con igual lealtad y durante toda su vida permaneció ligado a la corte de Dresde.

No se preocupen ni se me inquieten. No voy a atosigarlos con excesivos datos sobre su biografía. Pero sí que quiero recordarles que fue el primer compositor alemán que abandonó el latín en sus obras, en beneficio de su lengua materna. Y eso, aunque pueda parecer baladí y sin importancia, representó en el siglo XVII un gran avance técnico-vocal y de pensamiento.

Otra de los rasgos característicos de la música de Schütz es que, aunque suele dar más énfasis a la palabra (la parte coral), ésta forma sin embargo un todo, una unidad indisoluble, con la música. En ninguna otra obra además esa unión tendrá el encanto y la ingenuidad con que se muestra en La Historia de la Natividad, la pieza que hoy les traigo. Como anécdota les diré que su título completo es "Historia de la Natividad feliz y misericordiosa del Hijo de Dios y de María, Jesucristo" y en ella se narra la historia del nacimiento de Cristo, tal y como se cuenta en los Evangelios de Lucas y Mateo.

Publicada bajo su forma definitiva en 1664, es muy probable que una primera versión fuese estrenada varios años antes, puesto que ya en 1660, en el Diario de la Corte y en la fecha correspondiente al día de Navidad, se habla de una interpretación de vísperas del "Nacimiento de Cristo, in stilo recitativo". Estamos pues ante una obra realizada casi al final de su vida. Aunque les asombre, está compuesta por un anciano, entre los 75 y los 79 cumplidos, marcado profundamente, entre otras vicisitudes, por la Guerra de los Treinta Años.

Los antecedentes de esta composición no hay que buscarlos en Alemania, sino en las obras de los italianos Luigi Rossi y Carissimi. Lo que hace Schütz sobre esa base "del sur", es "germanizar" el género de los Oratorios de Navidad, dotando a esta pieza de un fervor luterano típico en toda su obra, además de ese intento (que también era clásico en él) de imbuir muchas de sus composiciones de un cierto espíritu popular, casi naïf; de ese aire que él recordaba en las celebraciones navideñas de su infancia.

La construcción de la obra es un tanto curiosa. Los Intermedia del Ángel o la cohorte celestial están acompañados siempre por instrumentos de cuerda, mientras que los correspondientes a las voces que representan a los mortales son arropadas por instrumentos de viento. Como he dicho antes, la parte vocal prima pero la música es parte fundamental del mensaje de la obra. Por supuesto, la utilización de dos coros, de nueve voces cada uno, separados espacialmente y que constituye otra de las características más definitorias del estilo de Schütz, se da también en esta obra.

No quiero aburrirles en exceso, de modo que basta por hoy. Dejemos que la música hable, suene, cante. Para satisfacer su natural curiosidad les acompaño el texto original en alemán, con una traducción a cargo de quien esto les escribe, apoyada (para alguna que otra frase) en el francés (se admiten correcciones, réplicas y contrarréplicas). No obstante, les recomiendo que en una primera audición se dejen llevar por el encanto de la música y la sonoridad de las palabras alemanas. Después, si les apetece, oiganla de nuevo con el texto a la vista. Sigan ese orden. Creo que no se arrepentirán...

¡Ah!... y no se olviden, cada vez que escuchen las grandes composiciones de Navidad de Bach o Händel, de este viejo septuagenario, vivido y viajado, que conservaba intacta en su música la ingenuidad de un crío del siglo XVI. No se olviden de él porque el Oratorio de Navidad y el Mesias le deben más de lo que buena parte de los entendidos le conceden.

Por supuesto, no quisiera terminar este ya larguísimo post sin desearles a todos Vds. (celebren o no estas fiestas con un espíritu religioso) paz, armonía, serenidad, belleza y un mucho de cordura, que andamos muy escasos de ella en los tiempos que corren.

Les dejo con la magia de Heinrich Schütz. Feliz Navidad.








EVANGELIST

Und alsbald war da bei dem Engel die Menge der himmlischen Heerschaaren, die lobeten Gott und sprachen:

DIE MENGE DER ENGEL

Ehre sei Gott in der Höhe. Friede auf Erden und den Menschen ein Wohlgefallen.


EVANGELISTA

Y en aquel instante, se unió al Ángel una gran parte de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo:

GRUPO DE ÁNGELES

¡Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!







EVANGELIST

Und da die Engel von ihnen gen Himmel fuhren, sprachen die Hirten unter einander:

DIE HIRTEN AUF DEM FELDE

Lasset uns nun gehen gen Bethlehem, und die Geschichte sehen, die da geschehen ist, und der Herr uns kund getan hat.

EVANGELISTA

Cuando los ángeles los hubieron dejado para subir al cielo, los pastores se dijeron los unos a los otros:

LOS PASTORES DEL CAMPO

Vayamos a Belén y veamos el suceso que ha acaecido y que el Señor nos había anunciado.






EVANGELIST

Und si kamen eilend und fanden beide, Marien und Joseph, darzu das Kind in der Krippen liegend, da sie es aber gesehen hatten, breiteten sie das Wort aus, welches zu ihnen von diesem Kinde gesaget war, und alle, für die es kam, verwunderten sich der Rede, die ihnen die Hirten gesaget hatten; Maria aber behielt alle diese Wort und beweget sie in ihrem Herzen, und die Hirten kehreten wiederum, preiseten und lobeten Gott um alles das sie gesehen und gehöret hatten, wie dem zu ihnen gesaget war. Und da acht Tage um waren, dass das Kind beschnitten würde, da ward sein Name genennet Jesus, welcher genennet war von dem Engel, ehe denn er im Mutterleibe empfangen ward.

DIE WISEN AUS MORGENLANDE

Wo ist der neugeborne Köning der Juden? Wir haben seinen Stern gesehen im Morgenlande und sind kommen ihn anzubeten

EVANGELISTA

Y fueron allí y encontraron a María y José, y al Niño acostado en un pesebre. Después de haberlo visto anunciaron la revelación que les había sido hecha a propósito de este Niño. Y todos los que los oyeron se admiraron de lo que decían los pastores. Pero María conservaba cuidadosamente el Verbo, meditándolo en su corazón. Y los pastores volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído, según lo que les había sido anunciado. Habiéndose cumplido los ocho días para la circuncisión del Niño, fue llamado Jesús, nombre que el Ángel le había dado antes de que fuese concebido en el seno materno.
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos de Herodes, he aquí que unos Magos llegaron desde Oriente a Jerusalén diciendo:

LOS MAGOS DE ORIENTE

¿Dónde está el rey de los Judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarlo.

[Datos para la elaboración del texto, a partir de ensayos de Roger Tellart y Jean-Luc Macia. Fotografía: Tríptico de la Adoración de los Magos. Hans Memling. Museo del Prado]

sábado, 20 de diciembre de 2008

Perder

[Para Nàn, por nuestro (hasta hace bien poco) desconocido pasado común... y porque se lo debía y quería hacerlo... y, sobre todo, porque él corre más que los trenes].


- "¡Lo perdemos... lo perdemos...!"

A pesar de correr con todas sus fuerzas, el tren se alejaba ya de aquella estación anclada en las tripas de la ciudad. Era inútil seguir.

- "Mejor abandonar ¿no?"

Fuera, los dos balnearios de madera hundían sus podridos pies en la arena, agua adentro. En el bar de la playa sonaba, casi languidecía Sapore di sale. Hacía calor.



- "Quedémonos aquí. ¿Qué más da el sitio? Se trata de descansar ¿no?

Desde lejos llegaban ruidos en sordina... Se estaba bien...

Cambió la música...

- "...120... 150... 200..."...

¿De quién era aquella canción? ¿De Roberto Carlos?..



El sueño iba ganando terreno...

... Se dejó llevar...




- "... ¡Carga a 300!... ¡10 de epinefrina!... ¡Rápido!...

... ¡Más deprisa..!

... ¡¡¡Lo perdemos... lo perdemos!!!..."




- ..." Dejadlo ya chicos... Es inútil"...


- "Hora de la muerte... 10:51"




sábado, 13 de diciembre de 2008

Desvelo



Lo del insomnio le venía de lejos. Recordó cuando de joven se ponía música, siempre la misma, con la ingenua pretensión de lograr dormir...



¿Por qué no intentarlo de nuevo? ¿Cómo era?.. Siempre lo conseguía antes del segundo movimiento...

¡Ah, sí! Mientras escuchaba, iba colocando paneles negros en la memoria. En primer lugar, el suelo. Después, una a una, las paredes de una inventada casa, como nocturna y fugaz antimateria de sus propios recuerdos: la fachada sin puerta... para tapar bien los huecos e impedir que la luz entrara... la izquierda y enseguida la derecha... El fondo casi casi surgía solo, sin el menor esfuerzo. Jamás llegaba consciente a colocar el tejado en pico.

Pero esta vez no. Beethoven no conseguía ayudarla como antes. Quizá porque la versión ya no era la misma. O tal vez porque la que ya no era la misma era ella.



lunes, 8 de diciembre de 2008

Rembrandt en otoño (Falsa sinestesia)

[Para mi querida Anarkasis, porque siempre me enseña a ver el arte de otra manera, menos convencional y más viva].

Como cada puente de diciembre, Madrid se ha convertido en un ir y venir continuo de turistas y "nativos", ávidos y deseosos de ver todas las exposiciones habidas y por haber.

Ayer domingo, la milla cultural se convirtió en una larguísima cola que unía el palacete BBVA y la Fundación Mapfre, con el Thyssen y el Prado, para terminar en el Caixa-Forum. Inacabables culebras por Recoletos y el Paseo del Prado, rematadas por paraguas de todo tipo, color y condición guardaban en su interior pacientes ciudadanos que habían esperado hasta ultimísima hora para ver algún Caravaggio que se despedía o impacientes visitantes que se desesperaban porque los tres días en la capital no les iban a dar de sí tanto como esperaban.

Y ayer también, me acerqué de nuevo al Museo del Prado para ver por quinta vez una exposición que me enganchó desde el primer momento en que tuve ocasión de contemplarla, en compañía de Rafa Almazán y Lola, su mujer, a mediados de octubre.

Y a pesar de la cantidad de gente que en este domingo de diciembre pululaba por las salas, no fue difícil abstraerse del ruido y, buscando sin ningún tipo de prisa el ángulo apropiado, disfrutar nuevamente de la muestra.

Y, como siempre, mi querida Anarkasis tiene razón. No busquen en los cuadros grandes de la exposición. El verdadero goce está en los pequeñitos, allí donde la pincelada es finísima y sutil, a la holandesa, bajo un barniz perfectamente aplicado, o en aquellos otros, donde las pinceladas se vuelven gruesas, ahogando al dibujo de tal forma que literalmente desaparece. Busquen deleitarse en los tonos dorados, marrones, granates. En las asombrosas veladuras de las telas transparentes, en la suavidad al usar el pincel en los tercipelos o los damascos. En la delicadez y preciosismo del tratamiento de las lanas de un perro o la cabeza que moldea perfectamente la desolación y la tristeza. Déjense llevar por la belleza del Jeremías o del San Pedro arrepentido, disfruten con el Descanso en la Huída a Egipto, párense y observen despacito la Susana y los Viejos. Y de nuevo, los tonos granates, dorados, marrones, verdes oscuros dominarán.

Después de ver en tantas ocasiones estos cuadros de Rembrandt es la primera vez que me han olido a otoño. A puré de castañas o marrón glacé, a membrillos a punto de pudrirse, a granadas en plena sazón, a nueces recién peladas.

Porque se lo crean o no, ayer la exposición de Rembrandt me olía a otoño. A ese otoño que este año se ha negado a dejarse caer por Madrid. A pesar de la lluvia, a menudo fuerte, a pesar del frío y la grisura de octubre y noviembre, ayer Rembrandt olía y sabía y sonaba a otoño.

La sinestesia es falsa porque una de las condiciones imprescindibles de las otras, las de verdad, es que las fotografías sean de la autora del blog y esta vez no son mías, sino que están extraídas del catálogo de la exposición. Pero los olores y los sonidos son tan reales y ciertos como en el caso de sus compañeras, las sinestesias "oficiales" publicadas hasta ahora.

He traído esta vez, para acompañar las imágenes, tres piezas musicales que poco o nada tienen en común. La primera y la tercera pertenecen a dos alemanes y se podría decir que casi estrictos contemporáneos del holandés. Pero las similitudes no van más allá de estos datos. La pieza más larga, posiblemente sea la que mejor se acople a la idea de lo que intento explicar; quizá porque es justamente un fragmento del Otoño del austríaco Haydn, posterior a Rembrandt en el tiempo pero no en el concepto de creación, gestación y parto de la obra. Schütz, porque la obra del de Leiden es tan rompedora y heterodoxa como lo fue la del primer alemán que desterró el latín en sus obras cantadas en beneficio de su lengua materna. Haydn, porque el holandés también es clásico y ligero y sutil como el vienés de adopción y Schmelzer y su Cantata del cuco, porque su pintura también participa de la renovación tenebrista italiana pero sin perder, ni siquiera al final de su vida, ese sentido irónico, burlón y transgresor de su último autorretrato, mientras el dibujo se deshacía y la pintura se agrupaba en brochazos gruesos, que arrastran el color creando imposibles claroscuros.


H.Schütz - Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz - La Cuarta Palabra. Ensemble Clément Janequin et les Saqueboutiers de Toulouse. Harmonia Mundi, 1987


J. Haydn - Las Estaciones - El Otoño - So Lohnet die Natur den Fleiss (transcripción inglesa) Royal Philharmonic Orchestra & Beeacham Choral Society. Dir. Sir Thomas Beecham. Emi, 1959.


J.H. Schmelzer - Sonata Cucú para violín y bajo continuo. Rheinisches Bach-Collegium. CPO, 1990






Aquí podréis ver las imágenes a mayor tamaño.

[Gracias a Adanero por editar, ante mi manifiesta torpeza, la obra de Schütz hasta dejarla reducida a la Cuarta Palabra, doblegándose además a seguir mis estrictas instrucciones]

lunes, 1 de diciembre de 2008

Humet: el "hermano pequeño" de Hume

El insomnio lleva acribillándome desde hace unos cuantos días y después me deja descansar sólo a ratos y a deshora. Cuando esta tarde me he despertado, el correo de un antiguo amigo me ha traído la noticia: Humet había perdido definitivamente la particular batalla que desde hacía tiempo sostenía contra el cáncer. Ese mismo cáncer que sólo durante este año se ha llevado a un buen amigo, a una excelente compañera de trabajo y que por fortuna ha decidido, generosamente, salvar de la quema a alguien muy querido para mí.

A continuación he ido al blog de Kabila. Sabía que habría alguna referencia. Claro que la había. Y la he leído con tristeza. Expresaba lo que Humet ha representado para más de una generación. Todos los que nos encontramos entre los cincuenta y y los treinta y algo le debemos bastante. No gustaba a todo el mundo, de acuerdo, pero formó parte del mapa sentimental de muchos de nosotros.

Dada la sequía creadora que aqueja a quien esto escribe (no sé si la culpa la tendrá tanta multiplicidad de personajes, que se me ha comido las energías), había decidido no colgar nada sobre el tema en mi, últimamente muy abandonado, blog. Pero al hacer el comentario en casa de Rafa he recordado que yo sí tuve la suerte de recuperar a Joan Baptista Humet hace cuatro años cuando sacó el que creo que es y será su último disco: Sólo bajé a comprar tabaco y que pasó prácticamente desapercibido.

En esta bitácora hace unos pocos meses publiqué un par de entradas sobre Tobias Hume: el soldado y el músico. En ellas intenté explicar lo que sus obras representaron de ruptura y avance en la música de su tiempo y hablé sobre su intensa y azarosa vida y cómo ésta se plasmaba en sus composiciones como una continuación de ella misma. La música de Hume era inconcebible sin él mismo.

Independientemente del juego de palabras más o menos hábil que da título a este post, hoy me he dado cuenta de que, sin pretender hacer comparaciones y salvando las distancias de siglos o de tipo de música, hay algo que une a Hume y Humet, al soldado y al juglar, aparte de la muerte recién estrenada. A ambos les unió, les une, la necesidad de expresar en sus composiciones su propio pesar, su alegría, sus convicciones, sus ideas, su forma de ser. La música como prolongación de la vida. Aunque uno se acompañara de la viola da gamba y cantara en inglés y el otro lo hiciera en castellano utilizando como apoyo la guitarra.

Precisamente porque la música de Humet también fue una declaración de intenciones, os dejo con dos temas de ese último trabajo discográfico.

En la primera, El regreso explica por qué se marchó cuando aún se encontraba en plena popularidad y también las razones que lo llevaron a volver a ese mundo que le dio pero también le quitó muchas cosas.





La segunda, Me paga ya la vida, se ha convertido desde hoy en una extraña, dolorosa contradicción.





¡Hasta siempre Humet!