Un regalo de Sergio Astorga

sábado, 29 de mayo de 2010

Schubert: la melancolía del final





En enero del pasado año, Elisabeth Leonskaja participaba en Grandes Intérpretes de Scherzo con un programa formado por las tres últimas sonatas de Beethoven. De aquel concierto les di cuenta en esta entrada de las Variaciones.

Este año ha vuelto a tocar en el mismo ciclo pero esta vez traía en su equipaje las tres últimas sonatas de Schubert.

Lo que dije entonces en el inicio de aquel post sobre ella lo ratifico, hasta en lo relativo al vestuario y los ruidos, toses y sonar de móviles. Gran, grandísima dama de la interpretación pianística mundial. A mí me sonó su Schubert como pocas veces me ha sonado el de nadie. Íntimo, hermoso, introspectivo, delicado. "Jugaba" al piano como si tejiera un encaje de Holanda: con entusiasmo de niña, energía juvenil, pensamiento de mujer madura y reflexión de quien, a las puertas casi de la vejez, ha vivido mucho y sentido profundamente la música.

Una hermosa, hermosísima versión de las tres larguísimas y dificilísimas piezas y, de propina, nada menos que un Impromptu y ¡la Sonata Wanderer! (ahí es nada como piezas fuera de programa) que hicieron que se nos pasase el tiempo tan deprisa que salimos una hora más tarde de lo que suele ser habitual en este abono. Ella como si no hubiese estado tocando casi tres horas seguidas. Nosotros, felices por haber podido escucharla y sentirla de esa manera. Y todavía se quedó firmando discos... Admirable mujer que al menor signo de agradecimiento te regala propinas espléndidas solo por el hecho de haber demostrado un mínimo de calor y reconocimiento hacia ella. Realmente soberbia su actuación.

Vayamos ahora con las obras del austríaco, que tienen menos puntos en común con las de Beethoven de lo que pudiera parecer. Les advierto de antemano que esta entrada viene cargadísima de música y es de esos post pesaditos, pesaditos de "miren cómo se rasca delicadamente el pianista el pie izquierdo en el compás tercero del cuarto movimiento". Advertidos quedan. Todavía están a tiempo de marcharse de puntillas y como el que no quiere la cosa. Después no se quejen y aleguen que no se lo dije.

Ya mencioné hace un año que la aparición de la sonata nº 29, la Hammerklavier, del de Bonn, marca un punto de inflexión en el corpus de sonatas de Beethoven. Pero tanto la 30, como la 31 y la 32, de las que entonces les hablé, tienen entidad propia. Tres años mediaron entre la creación de la primera y la última. No hay continuidad entre las tres, salvo la de una lógica unidad estilística. Son universos cerrados, perfectamente acabadas en sí mismas. Son rompedoras, transgresoras y rabiosamente modernas. Y muy diferentes entre ellas.

Con Schubert las cosas cambian. Las sonatas 21, 22 y 23 fueron escritas en el mismo año, con apenas unos meses de diferencia entre la primera y la última y publicadas juntas, como un todo, en 1839; es decir, 11 años después de la muerte del compositor y uno más tarde de la muerte de Johann Nepomuk Hummel, destacado pianista alumno de Mozart y Salieri a quien, en principio, iban dedicadas (Cuando finalmente vieron la luz el editor Diabelli se las dedicó a Schumann).

Seguramente conozcan muchos datos de la biografía de Schubert pero quizá no viniera mal recordar que murió muy joven, con 31 años; que los dos últimos fueron especialmente dolorosos pues la enfermedad fue cruel en grado sumo con su maltrecho cuerpo y que las fiebres, seguramente tifoideas y que vinieron a complicar su ya muy quebrada salud, lo matarían a mediados de noviembre de 1828. Cómo alguien que está moribundo y apenas puede moverse fue capaz de escribir unas obras tan delicadas, soberbias, espléndidas, matizadas, intimistas y no exentas de una cierta alegría es algo que resulta muy difícil de explicar. Hay quien las compara con los últimos quintetos o las tres últimas sinfonías de Mozart. Un Amadeus muerto de hambre y fiebre compuso, al igual que después lo haría Schubert, piezas musicales en las que destacan la soberbia melodía, la belleza casi dolorosa, pero entreveradas por una melancolía y una tristeza de quien se sabe en el umbral. En el caso de este último, las tres sonatas fueron no solo sus últimas obras para piano sino las últimas composiciones sensu stricto. Son pues su testamento musical.

En contraposición a las beethovenianas, las del austríaco tienen una clarísima unidad de estilo, temática y melódica. Algunos expertos consideran que realmente son una sola obra y por tanto la denominan trilogía. La trilogía del adiós, como la definía Enrique Martínez Miura en las notas del programa de mano del concierto del martes.

En efecto, las tres composiciones presentan una clásica estructura de sonata. Primer movimiento, allegro, salvo en el caso de la D96o sustituído por un ritmo mucho más moderado. No hay que olvidar que esta última fue terminada a finales de septiembre y dada a conocer junto a sus "hermanas" por el propio Schubert dos días después. Menos de dos meses más tarde, éste moriría. Es pues también su testamento vital. En ese primer movimiento podrán observar cómo existe un tema que se va desarrollando de forma muy clara y evidente, pero es interrumpido por golpes discordantes a cargo de la mano izquierda. Ritmo suave, muy melódico que alterna con sombras, con oscuros presentimientos, con paisajes melancólicos y tristes. Movimientos largos o muy largos en los tres casos, participan de una estructura muy beethoveniana, aunque recientes estudios parecen no dejar lugar a dudas contrariamente sobre el marcado carácter schubertiano de estas tres partituras. Al menos, lo que es evidente es que el austríaco no habría podido componerlas si el alemán no hubiese compuesto antes las suyas. No tengan miedo y atrévanse a escuchar. Si yo he ido distinguiendo la alternancia de melodías con disonancias, también pueden hacerlo Vds. perfectamente. Adéntrense en la música. Zambúllanse. No van a arrepentirse.

Los segundos movimientos son siempre lentos continuando con esa clásica forma sonata. En ocasiones serenos, a veces sin embargo dejan aflorar muy claramente de nuevo lo sombrío, la acechanza y proximidad de la muerte. No podemos olvidar que en esta época el compositor acababa de finalizar el Winterreise o Viaje de Invierno, una colección de lieder melancólicos, de despedida, donde la idea del final es evidente en todas y cada una de las canciones. La añoranza de lo que está a punto de perderse, de lo que ya nunca será lo verán especialmente en ese Andante de la tercera sonata (no en vano la más triste) y en el Andantino de su predecesora. Estos segundos movimientos también son notablemente más cortos que los primeros

Por contra, los terceros son paradójicos en sí mismos. También siguiendo la estructura clásica, son cortos y formados por lo que yo llamo "un movimiento doble". El primer motivo es dulce, con frecuencia muy sereno, tranquilo. Pero a él siempre se le opone el trío del segundo motivo donde a menudo asoman los tintes oscuros y la cercanía del final.

Los cuartos movimientos siempre son Allegro. Pero con las mismas contraposiciones y alternancias que los primeros y también con mucha mayor duración que los tiempos centrales. Y en ellos, al igual que en aquéllos, se muestran los momentos de mayor dificultad técnica. Pero igualmente en ellos se dan los influjos más beethovenianos y más románticos a un tiempo, conformando el estilo más inconfundible y la cima profesional de Schubert. Uno de esos elementos característicos es lo que yo denomino desde hace muchísimos años, "motus interruptus". Suena raro, ¿verdad? Me explico. Mediado el movimiento, el tema entra de repente con nueva fuerza, va creciendo en volumen y cada vez más deprisa. Casi, casi en pleno clímax uno tiene la sensación evidente de que va a terminarse la obra. Pero, de repente, se retoma el tema desde el inicio interrumpiendo el final que parecía claro . Y así hasta tres veces. Hasta que finalmente éste se produce. Sé que no lo sé expresar nada bien. Es más, si Diego Fernández Magdaleno o Pablo Alvárez se pasaran por aquí, me apuesto mi cuello de condesa a que se desternillarían de risa por los términos empleados, pero qué quieren. A mi pesar nunca aprendí música ni técnica musical y no sé usar las palabras correctas. Espero que si alguno de los dos o ambos llegan a leer esto sepan disculparme. Eso sí, les dejo reírse todo lo que quieran. Con todo, yo creo que si escuchan los movimientos experimentarán una sensación de aumento de tensión emocional en la obra, tensión provocada por estas "interrupciones". Entonces comprenderán perfectamente lo que tan mal he definido.

¿Ven como todo se termina? Hemos llegado al final. Solo decirles que he utilizado algunas notas de expertos musicólogos exclusivamente para algunos datos puntuales que les he citado. El análisis de la audición ha sido todito mío, con los errores y las equivocaciones que pueda tener. Está basado única y exclusivamente en muchas horas de vuelo en auditorios y en salas de conciertos que han logrado que haya podido ir desasnando esta oreja mía, con ya más de una cincuentena a sus lóbulos.

Lamento haberles sometido a esta sesión interminable de palabras. Pero si gracias a ello consiguen sacarle mayor provecho a lo que van a escuchar a continuación, a manos además de un gran intérprete schubertiano, entonces valdrá la pena porque Vds. y yo esta semana habremos aprendido juntos. Espero que, de verdad, les sea tan útil como para mí lo ha sido en mi aprendizaje de Schubert.







F.Schubert (1797-1828) - Sonata nº21 en do menor, D 958 (1828). I Allegro II Adagio III Menuetto. Allegro IV Allegro. Wilhelm Kempf. Deutsche Grammophon (Polydor), 1970



F.Schubert (1797-1828) - Sonata nº22 en La mayor, D 959 (1828). I Allegro II Andantino III Scherzo. Allegro vivace IV Rondo. Allegretto. Wilhelm Kempf. Deutsche Grammophon (Polydor), 1968


F.Schubert (1797-1828) - Sonata nº23 en Si bemol mayor, D 960 (1828). I Molto moderato II Andante sostenuto III Scherzo. Allegro vivace IV Allegro ma non troppo. Wilhelm Kempf. Deutsche Grammophon (Polydor), 1967.



Si no han quedado exhaustos, ahítos, agotados después de esta durísima sesión de sonatas schubertianas, es que son Vds. insaciables. Pero así con la boquita pequeña les diré que me encantaría que hubiesen llegado hasta aquí habiendo escuchado las piezas, que esta condesa se ha pasado tres días fabricando la entrada y dándole una y otra vez al play, para poder explicarles cómo ve ella las sonatas.


Oigan pues, disfruten, diviértanse con el muchacho melancólico que fue Schubert en su final y sean todo lo felices que puedan, que la vida es muy corta y hay que aprovechar los buenos momentos, no vaya a ser que nos aticen unas fiebres tifoideas.

Buenas noches a todos.

martes, 25 de mayo de 2010

Rotura del tercer sello: Vasco-Aragonés



"No hay dos sin tres" dice el refranero. De nuevo las Variaciones se visten de gala por un nuevo libro que no un libro nuevo, ya que su andadura va pareja con el año. Pero el tiempo vuela y no nos perdona que lo ignoremos, de forma que se venga de tanto en tanto haciéndose de rogar y escamoteándonos su presencia. Vamos, que hasta ahora no he podido terminar de leerlo y hacer una presentación acorde al esfuerzo invertido en su creación. Es lo menos que se merece.

Como habrán deducido del primer párrafo, es uno de esos libros para mí especiales. Ya anuncié hace algún tiempo su existencia y hoy lo traigo aquí, en primer lugar por méritos propios y porque además éstos le pertenecen a un amigo. Vds. lo conocen, se llama Charles de Batz. Hace ya casi tres años que nos seguimos en este mundillo particular de la blogosfera. Tenemos amigos en común como Anarkasis o Isabel Romana (ya saben, la autora de Dido...), por citar los más conocidos de los asiduos a esta bitácora. Nos apreciamos, nos admiramos, compartimos muchos gustos y espero y deseo que dentro de quince días podamos finalmente "vernos las caras".

Aquí está pues su primer hijo en papel. El otro, el que apenas levanta tres palmos del suelo, corretea desde hace tiempo por los pasillos de un hogar del País Vasco haciendo las delicias de sus progenitores y obligándolos "de paso" a correr detrás de él los 20 kms. marcha.





"El conde de Fuentes. Vida, prisiones y muertes de Armando Pignatelli"

¿A que suena bien?.. Pues sabe mejor.

No es una novela histórica aunque se la beberán como tal. Es una biografía veraz y fidedigna de un personaje que vivió en uno de los momentos más apasionantes de la historia de España y Francia, a caballo entre la Edad Moderna y la Contemporánea. Y es el resultado del trabajo de investigación durante años de dos personas: José Antonio Beguería Latorre, de Zaragoza e Ignacio Perurena Borobia (nuestro Charles), de San Sebastián.

694 notas a pie de página, 7 necesarios apéndices, 31 archivos y bibliotecas públicos y privados visitados, 178 referencias bibliográficas, un trabajo exhaustivo en 5 publicaciones periódicas, 504 nombres en su índice onomástico de los que 19 son Pignatelli. ¿Quieren que siga con las cifras? Tengo más. Lean, lean. Un árbol geneaológico, una dedicatoria doble (estoy segura de que bien merecida, que las parejas suelen sufrir tanto o más que los autores la concepción, embarazo y alumbramiento de un libro), dos breves notas biográficas de los padres de la criatura y un ex-libris cuyo lema hace referencia precisamente a esa autoría dual y que les muestro muy gustosa:




Menudo historial, ¿verdad? Pero no se me asusten lo más mínimo. Se lee en dos zancadas, tres si sus piernas no son muy largas (como es mi caso) o son Vds. de natural algo indolente (que también). Es un delicia de texto, se lo aseguro. Las notas a pie de página no les reducirán ni un ápice la tensión de las intrigas que se tejen y destejen en torno a tan singular personaje. Estoy en condiciones de asegurar que les apasionará. Se enamorarán del duque de Fuentes. No tengan ningún miedo en emprender su lectura. Les costará trabajo dejarla para ir a dormir y lamentarán llegar a la página 389. Doy fe de ello.

De entre toda de esa larga lista de números y referencias citados anteriormente, creo que solo me ha faltado por mencionar uno: la cita. Y ésta, de Voltaire, dice: "Qui n'a pas l'esprit de son âge, de son âge a tout le malheur". En traducción algo rápida y libre, "Quien no posee el espíritu de su tiempo, de éste sufrirá todo su infortunio" Y el olvido de la misma ha sido premeditado pues me sirve para hacerles un breve bosquejo de nuestro protagonista ya que ésta se ajusta como el zapatito de cristal de Cenicienta a nuestro don Armando de Pignatelli, grande de España.

No voy a destriparles las venturas y desventuras de tan singular aristócrata. Pero baste decir que en su primogenitura se reunieron dos de las casas nobles más importantes e influyentes, tanto por parte francesa como por parte española. Sería absurdo que les mencionase sus títulos nobiliarios. Lo atrayente del personaje no está en ellos, salvo por lo que su posesión representaba en cuanto a poder, influencias, estudios, conocimiento. Lo irresistible de él es que caminó prácticamente toda su vida a contracorriente y se topó de bruces con un destino absurdo y también,
desde mi punto de vista, injusto.

Enormemente culto, rico, de excelente familia, ilustrado. Hasta bello. Criado en la Francia prerrevolucionaria del amor por la Ilustración, los salones, la música, el laissez-faire y el savoir-vivre, en la casa de París o de Bruselas de la rama francesa de su familia con la que terminó de educarse, seguramente escucharía sonar música como ésta:


N.Chédeville (1705-1781) - Sonata para flauta dulce y bajo continuo, nº1 en Do Mayor. IV Allegro, en la suite "Il pastor fido". Grupo Zarabanda. Álvaro Marías, director y flauta dulce. Alain Gervreau, cello y Rosa Rodríguez, clave. Warner, 2005


M.Marais (1656-1728) - Sarabande à l'espagnol. Paolo Pandolfo, viola da gamba. Diverdi-El País, 2004


F.Couperin (1668-1733)- Le Parnasse o L' Apothéose de Corelli. Corelli, tras su entusiasmo, queda dormido. (muy dulce). William Christie y Christophe Rousset, clavecín. Harmonia Mundi, 1988



Hijo de padres distinguidos que se preocuparon de su educación y la de sus hermanos. Con alguna que otra herencia familiar negativa en forma de tuberculosis o locura. Vividor, puesto que se lo podía permitir pero amigo a un tiempo de personajes muy atractivos de su época en el terreno de la literatura, la música, la política o el pensamiento filosófico. La rama de los Pignatelli que "emigró" como embajadora de los Borbones a Francia conocía algunas de los artistas más prodigiosos de su época. Será precisamente su abuelo, Joaquín Pignatelli de Aragón y Moncayo, el primer protector de Francisco de Goya y el que traería a España al compositor de estas piezas:


L.Boccherini (1743-1805)- Seguidillas: Los españoles se divierten por las calles de Madrid, de "La música nocturna de Madrid". Orquesta de la RTVE. Dir.: Enrique Asensio. RTVE, 2004


L.Boccherini (1743-1805)- Quinteto para guitarra y cuerdas nº9 en Do Mayor, G453 "La Ritirata de Madrid" Variaciones I a XII, maestoso e lento. Conjunto de Cámara de Saint Martin-in-the-Fields. Dir.: Lorin Maazel. Pepe Romero, guitarra. Philips, 1980


L.Boccherini (1743-1805)- Concierto para cello en si bemol mayor -II Adagio. English Chamber Orchestra. Dir.: Maud Martin-Tortelier. Paul Tortelier, cello. EMI, 1973



Absolutamente leal a aquellos miembros de su familia que lo criaron o con los que se crió y que le quisieron y a los que quiso mucho, objeto de respeto por parte de aquellos otros que pertenecían a otros bandos, generoso con sus criados fieles, no voy a contarles por qué ni por qué no, de repente, aparece en España en los primeros meses de 1808 ya que les gustará descubrirlo por Vds. mismos. Pero baste decirles que en aquella época, un afrancesado (en cualquiera de sus acepciones aunque en unas más que en otras) lo tenía francamente difícil, aunque como en el caso de nuestro en cierto modo antihéroe, intentase que este país saliese del atraso, la desidia y las luchas fratricidas en que los ineptos Borbones lo tenían sumido. Armando de Pignatelli y Egmont no tenía el espíritu carpetovetónico de una de sus ramas y el infortunio y la desgracia de su tiempo cayeron implacables sobre él.



Compren el libro, siéntense en un sofá cómodo, pongan música ad hoc y déjense llevar por la escritura de Ignacio y José Antonio y si, como yo, son destacados ignorantes de este período de la historia de España y Francia, aprenderán y entenderán perfectamente "lo que pudo haber sido y no fue".

De todas formas, hay otra razón más que me ha llevado a hacer esta entrada. Verán...

Yo me hice adicta (y digo bien y con conocimiento de causa) a
Ex Oriente Lux (como se llamaba entonces el blog de Charles) precisamente cuando estaba publicando una serie de entradas relativas a una pequeña y preciosa caja de madera que Luis, el padre de Armando, había mandado confeccionar a Baradelle como juguete y material de estudio para sus hijos. Cajita con la que probablemente nunca llegaría a jugar el hermano pequeño de Armand, Constante.

Les recomiendo que antes de leer el libro, se aproximen a esta entrada de Tornavientos y lean cuidadosamente bajo el epígrafe
Baradelle. Los enlaces contenidos en ese término les llevarán a las historias que él confeccionó para nosotros sus lectores con mimo y cuidado. A Vds. también les engancharán. Lo sé. A mí me tuvieron enredada con los Pignatelli y con el maestro artesano francés durante al menos un par de meses.

Tirando y tirando del hilo, esa cajita con su tesoro de juegos




me llevó a mí a otro Baradelle original y mucho más cercano. Y de ahí a un museo antiguo con vitrinas de cristal y madera y suelos de parqué brillante y sonoro bajo las pisadas, con maquetas enormes de barcos y cuadros decimonónicos de gran formato. Y allí me estaba esperando, sobre un terciopelo desvaído, el regalo sorpresa impagable del mapa de Juan de la Cosa... y la música casi coetánea que parecía escucharse al contemplarlo:


F. Caroso (1526/1535 - 1605/1620)- Gagliarda di Spagna. Pro Musica Hispaniarum. Dir.: Roberto Pla. EMI (Hispavox), 1993


Il Gran Desio e la Dolce Esperanza. Unica A del Cancionero El Escorial. IV.A.24. Poesía y música en tiempos de Colón. Il gran desio e la dolce esperanza fol. 22v-24r. Speculum. Dir.: Ernesto Schmied. Pepe Hernández y David Sagastume, contratenores. Comunidad de Madrid, 2006


C. Negri (c. 1535 - c. 1605- Spagnoletta o Lo Spagnoletto. Pro Musica Hispaniarum. Dir.: Roberto Pla. EMI (Hispavox), 1993


... Pero esa es ya otra historia.



Gracias Charles, por el placer de la lectura y el conocimiento de tu Pignatelli. Y a todos Vds., gracias también por la paciencia demostrada en una lectura tan larga.

Buenas noches y sean todo lo felices que puedan.


jueves, 20 de mayo de 2010

Cuarteto affettuoso en sol menor


A Gemma, Izaskun y Nàn, geógrafos de palabras




Un delicado, joven e ingenuo segundo violín de madera de álamo blanco afina concienzudamente sus cuerdas en la parte derecha y alta del escenario. Una y otra vez repasa. Sube un semitono. Ensaya los primeros compases. Vuelve a bajar al natural. Elimina lo superfluo. Juega con B de bemol, de Berlín, de Barcelona... Dibuja notas de color con el arco para después encogerlas, reducirlas, volviéndolas justas, complementarias... Las transforma, les da la vuelta, las intercala jugando con ellas hasta que encajan en un puzzle aéreo. Sueña en su memoria con una danza alemana...

L.v.Beethoven (1770-1827). Cuarteto op.130 en si bemol mayor, IV Alla danza tedesca (Allegro assai). En Los cuartetos de cuerda. Cuarteto Alban Berg. Emi, 1981-1983







En la esquina opuesta, a la izquierda y abajo, la profunda viola fabricada delicadamente con la mejor madera de drago abierto canturrea con voz de tenor dramático. Dispara escalas, las retuerce atormentándolas hasta que saca de ellas un rastro puro. Las pasa por el alambique de su propio alma de platanera amable y verde que se exige siempre demasiado a sí misma. El elixir destilado es translúcido y en tono menor. Las corcheas se sostienen dolorosamente en el bemol del azul y del rojo formando una cavatina delicada, triste y esperanzada a un tiempo... Contando historias... siempre.

L.v.Beethoven (1770-1827). Cuarteto op.130 en si bemol mayor, V Cavatina (Adagio molto espressivo). En Los cuartetos de cuerda. Cuarteto Alban Berg. Emi, 1981-1983





Por debajo del segundo y según se mira la escena, el primer violín, armonioso, delicado, de color morado intenso y con alma de almendro y puente de palmera mediterráneos intenta llamar al orden a sus naranja y malva. A él le corresponde dirigir, marcar los tiempos, elegir cuidadosamente las partituras, el modo de atacar una pieza. Es alto y esbelto pero su sonido en ocasiones tiene la limpieza hiriente de lo absolutamente necesario, de lo imprescindible. Estructura, deshace, alimenta la armonía para que el contrapunto se deslice ásperamente en un adagio desdibujado y pálido... Como hacen sobre Berlín los ángeles...

L.v.Beethoven (1770-1827). Cuarteto op.59 nº 1 en Fa mayor "Rasumowsky" III Adagio molto e mesto. En Los cuartetos de cuerda. Cuarteto Alban Berg. Emi, 1981-1983





Y en el centro, justo en el centro, raído y con cicatrices que el luthier no ha podido o no ha sabido disimular del todo, un cello intenta a toda costa mantenerse. Su cuerpo de irregular tronco de madroño vacila, no acierta a clavar la pica en el lugar preciso. Se pelea suavemente con su clave en fa mate y oscura y su alma plateada de acacia deja entrever continuamente lo poco canónico de su esqueleto. Pero su sonido es hermoso aunque a veces se le escape por alguna rendija absurda de su cuerpo grande y deslavazado. Le cuesta mucho, pero una y otra vez consigue levantar el arco para dejar resbalar arpegios, a ratos casi exangües, a ratos poderosos. Como si intentase hacer sonar inadecuadamente una transcripción fugada para cuerda de las... Variaciones Goldberg.

L.v.Beethoven (1770-1827). Gran Fuga op. 133 en Si bemol mayor. Los cuartetos de cuerda. Cuarteto Alban Berg. Emi, 1981-1983






Con la memoria de Goldberg, Berlín variará siempre historias sobre los ángeles en sueños.


Dondequiera que vaya, esté, se pierda o termine arrumbado, las notas de vuestros textos limpios acompañarán siempre a este cello desvencijado y gordo.

Que los dioses os guarden el camino.


(Imágenes: cuarteto de Stradivarius del Palacio Real de Madrid. Cremona, 1696)

lunes, 17 de mayo de 2010

Los mares del Sur








... Ma, quando gli dico
ch' egli è tra i fortunati che hanno visto l'aurora
sulle isole piú belle de la terra,
al ricordo sorride e risponde che il sole
si levava che il giorno era vecchio per loro.


... Pero cuando le digo
que él está entre los afortunados
que han visto amanecer
sobre las islas más bellas de la tierra,
Al recordarlo sonríe y me responde
que cuando el sol salía, el día ya era viejo para ellos.
C. Pavese (1908-1950) - I mari del sud, in Lavorare stanca (Los mares del sur, en Trabajar cansa). Del libro Poesie (Poesías). Col. Nue (Nuova uiversale Einaudi). Ed. Einaudi. Turín, 1961, 6ª edic. p.8. (trad. Paz Juan)







J. Brel(1929-1978) - Les Marquises (Las Marquesas) texto, en Orly. Barclay, 1977






Paul Gauguin (1848-1903 - Femmes de Tahiti (Mujeres de Tahití), 1891. Alt. 69 ; Anch. 91,5 cm. París, Museo de Orsay. Legado del vizconde Guy de Cholet, 1923 © RMN (Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski (doble clic para ampliar).






¡Toda vana restricción dejada atrás,
frágil barca! Libero mi anclada mente
y, con viento a la cuadra, antes de
que huya
el favorable de la costa-
un nuevo Colón que se ha jurado
encontrar
la tierra del alba.

R.L. Stevenson (1850-1894). Vailima Letters (Cartas desde Vailima). 1895






L.E.Aute (1943) Vailima, en Fuga. Ariola, 1981


(Esta condesa volverá a su bitácora dentro de 3 días y promete contestarles)



jueves, 6 de mayo de 2010

In memoriam


A Mercedes Ibáñez Novo, poeta y esposa






Él y Mercedes, su mujer, eran mis compañeros de abono en el ciclo Liceo de Cámara desde hace tantos años que ni lo puedo recordar. Manteníamos una relación afable y cordial surgida de compartir gustos musicales y espacio físico. Pero siempre dentro de los límites de la Sala de Cámara del Auditorio. Nunca nos vimos fuera de ella.

Era culto, educadísimo, alto y delgado, distinguido y guapo, todavía muy guapo en sus avanzados setenta. Había estado enfermo el año anterior pero se había recuperado, o al menos eso creí yo. Sin embargo llevaban dos meses faltando a nuestra cita musical, lo que no solía ser habitual salvo que algún viaje o un compromiso les obligara a ello. Lo cierto es que pensé que andaría pachucho de nuevo y estaba algo preocupadilla pero no tenía modo de saber de ellos. Cuando esta tarde he visto aparecer a Mercedes sin él, he tenido una especie de pálpito. "Joaquín ha muerto" me ha dicho ella.

¿Cómo era posible que no me hubiese enterado? Cuando he llegado a casa he corrido al ordenador y he tecleado en Google: "Muerte de Joaquín Vaquero Turcios". Han aparecido nada menos que 3120 entradas. En todos los periódicos, tanto de tirada nacional como de Asturias y Cantabria aparecían esquelas, panegíricos, necrológicas, resúmenes de su vida y obra. Y entonces vi la fecha: 16 de marzo. Por aquella época yo estaba pasando mi particular "travesía del desierto". Deprimida, bloqueada, encerrada en mí misma no tenía contacto con mis amigos, ni leía prensa, ni oía noticias en radio y televisión; tan sólo escuchaba música. Había fallecido uno de los grandes artistas españoles del siglo XX, reconocido y valorado en todo el mundo. Arquitecto, escultor, pintor, académico de la RABASF, amante profundo de la música clásica (de hecho y según he leído, uno de sus hijos es músico amén de pintor), amante también del teatro, el cine, la ópera, los viajes. Además, de casta le venía al galgo: era hijo del excelente pintor Joaquín Vaquero Palacios y sobrino nieto de Ruben Darío. Si bucean un poco por Internet y todavía no conocen en profundidad su obra, la red les dará cumplida información de su dilatada y fértil trayectoria artística. Los madrileños llevamos muchos años conviviendo con sus obras del Monumento al Descubrimiento, en la Plaza de Colón, de su mural Relieve Metálico en la calle Valenzuela, del de Laocoonte, en la Fundación Juan March, o los tres Relieves en la Biblioteca Nacional, tan en boca de todos hoy por desgracia. Proyectista de edificios a lo largo y ancho del globo. Creador de esculturas que reposan por todas partes, aquí y allá y de pinturas colgadas en los más importantes museos. Galardonado con los premios más prestigiosos. En un mundo donde prima cada vez más la especialización, él era uno de los más claros exponentes del concepto de humanista. El artista "alla maniera classica": curioso, experimentador, abierto a nuevas técnicas y estilos. Un ser humano con espíritu del Renacimiento en su forma de entender la materia, la obra, la vida. No en vano una de sus frases más conocidas era: "El arte tiene mil caminos, y a mí me interesan todos”

Pero sobre todo, había muerto uno de mis compañeros de abono. El señor guapo, educado y distinguido con el que había compartido la música que interpretaban el Cuarteto Alban Berg, el Melos, el de Tokyo, el Casals, el Arcantos, el Meta4 y tantos más. Con él hablaba mucho menos que con su mujer, que era la que solía sentarse y, por fortuna sigue haciéndolo, a mi lado. Ella y yo éramos de conversación fácil. En las ocasiones en que él y yo teníamos localidad contigua, a mí me imponía mucho estar sentada al lado de alguien de su talla artística y personal. Aun así, era una delicia oírlos hablar de cuando iban a escuchar conciertos al Palacio de la Música antes de que fuese convertido en cine y hoy, por fortuna, en vías de recuperación como sala de conciertos después de su adquisición por la Fundación Caja Madrid. Jamás hablamos de artes plásticas. Nunca habría podido hacerlo con él (la ignorancia es atrevida pero no tanto). Me daba pánico el solo hecho de pensar en que podía meter la pata, aunque fuese mínima. Pero la narración de ambos de sus viajes y conciertos por todo el mundo o la crítica nada pedante que me hacían de las diferentes óperas que veían en el Real cada temporada, hacía que me sintiese enormemente privilegiada por poder escucharlos.

Y lo he sentido. Lo he sentido mucho. Porque se nos ha ido un referente de la vanguardia y la investigación constante y transgresora del siglo XX, un hombre que transmitió a su obra energía en la fuerza y cuerpo en la materia. Pero a mí se me ha ido mi compañero de música de trato reposado y tranquilo. Y ese hombre culto, elegante y muy atractivo que me trataba siempre de una forma exquisita.

Me habría encantado, en esta sinestesia obligada y dolorosa de hoy, poder mostrarles una de sus obras emblemáticas y que venía tan a propósito: su mural
Orfeo, realizado para el Teatro Real en 1967 y que recuerdo aún perfectamente de cuando, bastante más joven que ahora, acudía al Real. Pero alguna mente "preclara" del Ministerio de Cultura (como verán siempre ha sido y será, junto con el de Educación, la Cenicienta de este país) pensó que, al remodelar la Ópera y convertirlo de un edificio de interior sobrio, elegante y con gracia en uno mucho más recargado, ostentoso y carente de buena parte de su lenguaje arquitectónico original, el mural sobraba. Y ni corto ni perezoso mandó que la obra de Vaquero Turcios fuera desinstalada. Ni siquiera, me temo, tenían derecho legal a hacerlo. Pero les dio lo mismo. Y tanto su obra como la de su padre desaparecieron del Teatro Real. Para quien amaba la música como la amó él, aquella afrenta tuvo que resultar especialmente triste y hasta amarga. Y para rematar tamaña fechoría es prácticamente imposible encontrar en la red (muy joven todavía) imágenes de ese mural retirado y privado de su razón de ser.

Pero su obra es tan extensa que tengo dónde elegir. Les dejo algunas excelentes composiciones suyas, como:


Joaquín Vaquero Turcios (1933-2010). Lliupersis azul. Mixta sobre lienzo. 200×200. (doble clic para ampliar)


O esta otra, que siempre me resultó extraordinariamente hermosa porque era el complemento y el contrapunto perfecto a otra de Chillida. Si van a Gijón y disfrutan de Elogio del horizonte del escultor vasco, redondeada, dominada por la curva, en cemento, cerrada en sí y sobre sí misma y sin embargo abierta al exterior, no dejen bajo ningún concepto de caminar al lado opuesto de Cimadevilla, en la subida al cerro de Santa Catalina, para contemplar Nordeste de Vaquero Turcios. Cuadrada, picuda y lineal, en acero cortén, plana. Precisamente porque son opuestas, se complementan y la una tiene sentido gracias y en razón de la otra.


Joaquín Vaquero Turcios (1933-2010).Nordeste. Acero cortén. Gijón, 1994 (doble clic para ampliar)



Esta tarde, en la Sala de Cámara, dos jovencísimos cellista y pianista, que recordaban a los que en tiempos también fueron jóvenes y fantásticos Du Pré y Barenboim, han interpretado un concierto monográfico sobre Beethoven. Y yo les traigo el programa íntegro y en el mismo orden y precisamente interpretado por estos últimos. Será largo. Tómense su tiempo. Siéntense y disfruten.

A él le hubiese gustado escucharlas y a mí me habría encantado que las disfrutáramos los tres juntos. Ya nunca más podrá ser. Ya no notaré cómo tenía que cambiar de vez en cuando de postura pues sus largas piernas se acomodaban mal a la estrechez de unas butacas concebidas para talla mediterránea. Ni sentiré cómo, en ocasiones, sus dedos tamborileaban de forma inconsciente sobre sus pantalones de sport. Pero sí sé que lo voy a echar mucho, mucho de menos.

Les dejo pues, como homenaje a don Joaquín Vaquero Turcios, con dos variaciones y dos sonatas para cello y piano de Beethoven. Quiero también que sean mi forma de darle un abrazo muy especial a su mujer, la poeta Mercedes Ibáñez, que hoy ha sido muy valiente aguantando el tirón del primer concierto sin él.




L.v Beethoven (1770-1827). Siete Variaciones sobre "Bei Männern welche Liebe fühlen" de la Flauta Mágica de Mozart. WoO46. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976


L.v Beethoven (1770-1827). Sonata nº 2 en sol menor, op. 5 nº2. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976


L.v Beethoven (1770-1827). Doce Variaciones sobre "See the conqu'ring hero comes" de Judas Maccabaeus de Händel WoO45. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976


L.v Beethoven (1770-1827). Sonata nº 5 en Re mayor, op.102 nº2. Daniel Barenboim, piano. Jacqueline du Pré, cello. EMI y BBC, 1976





A modo de pequeña contrapartida, me he encontrado con un antiguo profesor de italiano, que fue profesor y amigo hace 30 años y al que hacía 20 que no veía. Ha sido agradable reconocerse y saludar después de tantos años a Angelo Pantaleoni cuyos recuerdos además van unidos a una de las mejores etapas de mi vida. Ahora sigue en el Istituto Italiano di Cultura, pero también realiza un programa en Radio Clásica, los jueves a los 23:30 llamado "Canzoni" y dedicado, como su nombre indica, a canciones italianas. No lo he escuchado nunca; mis amigos saben que no soy muy de radio pero conociéndole a él estoy segura de que será bueno. Se lo recomiendo aún sin haberlo escuchado nunca. No falten a la cita.

Como observarán, he eliminado los comentarios en esta entrada. Quería que, como homenaje, tuviese principio y fin en sí misma. Estoy segura de que sabrán entenderlo.

Gracias a todos por su atención y muy buenas noches o, por hablar con propiedad, buena madrugada.