ein glückliches Neues Jahr !"
["La Orquesta Filarmónica de Viena y yo les deseamos un...
¡Feliz Año Nuevo!"]
Con estas palabras, seguidas de El bello Danubio azul y la Marcha Radetzky, estoy acostumbrada a recibir el nuevo año desde hace tantos, que no puedo recordar cuál fue la primera vez.
Hay muchos amantes de la música clásica, aficionados o expertos, que consideran este concierto y las piezas que lo integran una suerte de género menor, sin categoría. No discuto la opción, cada cual tiene sus gustos, preferencias o manías. A mí me entusiasma. Además, forma parte de mi particular tradición de las Navidades, tanto como el ir a la Plaza Mayor, la lombarda, el belén, los saltos de esquí o los regalos de Reyes.
Las composiciones de Strauss (Johann padre y tres hijos: Johann, Josef, Eduard), Lehár o von Suppé no son auténticas obras maestras de la composición. No han marcado un hito, creado una tipología o revolucionado el mundo de la música aunque algunas, bellísimas (en especial las de Johann hijo), son pequeñas joyas musicales. Es cierto que valses, operetas, polkas o galopes nacieron para el vulgo, para las clases más bajas. Se interpretaban en salones de las afueras de Viena. Se disfrutaban en los arrabales de la capital mucho antes de ser bailados en Schönbrunn y no podían ser catalogados de elegantes precisamente, al menos en principio. No son piezas solemnes, sino amables, divertidas, alegres, frívolas y superficiales aunque bien construídas, ligeras, que elevan el ánimo. Es imposible, al escucharlas, mantener quietos los pies.
Y si encima se interpretan con toda la parafernalia del Concierto de Año Nuevo, en la espléndida y cuajada de flores Sala Dorada de la Musikverein de Viena, con sus turistas japoneses y estadounidenses en primera fila y la Filarmónica de Viena, pues entonces.... el espectáculo está servido. Si a ello le añadimos las personalísimas versiones que los más grandes directores de orquesta han ido desgranando desde 1939 con Clemens Krauss hasta este año, con Georges Prêtre a la batuta, entonces la magia de la música chispeante, alegre, melancólica, nos envuelve en un especialísimo torbellino.
Y a partir de aquí, voy a caer deliberadamente en el topicazo más sonoro, valga el mal chiste. Porque me apetece y porque creo que es verdad. Así como estoy plenamente convencida de que para interpretar bien el flamenco, para que aparezca el duende, hay que ser gitano, para dirigir y que suenen bien los valses, marchas y polkas, sean rápidas o no, hay que haber nacido austríaco o haber mamado su cultura musical. No seré yo quien le quite mérito a las interpretaciones de Maazel, Mehta, Abbado, Muti, Ozawa o la soberbia del letón Jansons en 2006, pero es que como las de los nacidos allí no hay otra.
Por razones obvias no diré mucho de Krauss ni de Krips. Aunque nacidos ambos en Viena, el primero murió 4 años antes de que yo naciera y tengo de él una única y antigua grabación de la Polka Pizzicato, realizada en 1952. Por lo que respecta al segundo, sólo hay por casa una excelente versión del vals Aceleraciones, grabada en 1957. En ningún caso es material suficiente para opinar. Podéis escucharlas en la sección de la pieza de la semana. Juzgad vosotros mismos.
A partir de ahora pues, señoras y señores, ocupen sus localidades porque empieza este "refrito straussiano" confeccionado con más ganas e ilusión que conocimiento por alguien para quien el Concierto de Año Nuevo representa recuerdos y añoranzas de los seres queridos ausentes, pero también alegría por el año que comienza, por la renovación y los buenos propósitos esbozados, aunque casi nunca después cumplidos.
Vienés hasta la médula, Willi Boskovsky dirigió durante 25 años, desde 1955 a 1979, la tradicional matinée. Era el director del Concierto de Año Nuevo por excelencia, de aquella época en que TVE retransmitía en blanco y negro y sólo la segunda parte (vete tú a saber por qué la ORTF no autorizaba la emisión completa). Fue único e irrepetible. Jugaba con los músicos, la orquesta entera y el público. Hacía bromas y era un optimista incorregible. No era tampoco extraño que tomase el violín y ocupase el lugar del concertino, a lo largo de la sesión. Después de harto trabajo y penares (soy bastante torpe para estas cosas), he conseguido desencriptar, editar y subir esta deliciosa polka francesa, llamada Feuerfest (Fiesta del fuego) de Josef Strauss, grabada en directo en 1971 y en la que el percusionista tiene un papel especial y muy divertido:
Nuestro siguiente director nació en Berlín por casualidad pero, al igual que toda su familia, es austríaco, más concretamente de la región de Graz. Estoy hablando de Nikolaus Harnoncourt. Este cellista y violista da gamba creador del Concentus Musicus Wien y tenido por heterodoxo en su momento, al ser ferviente partidario y difusor de los instrumentos originales y las versiones historicistas aunque ahora sea ya un clásico, es considerado extravagante por una buena parte de la crítica y el público. Sólo ha dirigido este Concierto una vez, en 2001. Tampoco he podido encontrar nada en los archivos de Internet, así que nuevamente he cogido material de casa. Interpreta una polka rápida de Josef Strauss, Sin preocupaciones:
El concierto ha terminado...
Vayamos con las propinas
Herbert von Karajan, der Gott, grande entre los grandes. Este salzburgués de pura cepa , genial, único, extraordinariamente dotado para la música, excelente director de orquesta, no supo resistirse al éxito. Entre sus primeras grabaciones y las de madurez se aprecia perfectamente cómo traicionó su don y su profesionalidad, en aras de la fama y el dinero fácil. Cambió calidad por cantidad. Lo tocaba casi todo y no siempre bien. En 1933 y siendo bastante joven, se afilió al partido nazi, lo que dio un enorme impulso a su carrera, aunque en 1942, para acallar rumores y evitar ser llevado a juicio y prisión, se casó con una judía. Soberbio, polémico, no siempre es fácil olvidar su vida personal para disfrutar de su excelente música. Con todo, en el Concierto de Año Nuevo de 1987, apenas un año y medio antes de morir, anciano, cansado y apoyándose continuamente en la balaustrada del podio, nos dio una soberbia muestra de su energía interpretativa, demostrándonos que llevaba en la sangre el espíritu de Austria y los Strauss. Intentemos, siquiera un momento, abstraernos de su ideología y servidumbres y disfrutar esta pequeña maravilla que es El bello Danubio azul:
He dejado a propósito para el final a mi favorito: Carlos Kleiber. Hijo de uno de los grandes directores de orquesta del siglo XX, es uno de los escasísimos casos en los que el hijo ha superado al padre. Erich Kleiber, austríaco, era director de la Ópera Estatal de Berlín (ciudad en la que nació su hijo). Cuando Goebbels le impidió el estreno de la ópera Lulu de Alban Berg por considerarla música degenerada, se exilió voluntariamente a Buenos Aires. No sería el único en marcharse por estar en contra del régimen nazi. También lo hicieron Bruno Walter, Otto Klemperer, Arturo Toscanini y Fritz Busch. Se quedarían Wilhelm Furtwängler, Hans Knappertsbusch, Herbert von Karajan. Su hijo, pese a la oposición del padre, se empeñó en hacer la carrera de director de orquesta y hoy está considerado uno de los 5 mejores que vio el siglo XX. Enamorado de la música, sólo dirigía sin embargo cuando su nevera se quedaba vacía. Sus conciertos rara vez se anunciaban. No hacía falta: el boca a boca funcionaba perfectamente y las salas de conciertos se llenaban para oírlo. No deja de ser curioso que su vida y obra sean radicalmente opuestas a la de Karajan en muchos aspectos. Aunque nacionalizado argentino y nacido en Alemania, conservó siempre su nacionalidad austríaca y, sobre todo, su cultura. Es una auténtico privilegio poder seguir viendo y escuchando la Marcha Radetzky, interpretada en 1992, que cierra este particular Concierto de Año Nuevo propuesto hoy:
El público abandona la sala. La música se ha apagado. Por delante, un año entero por estrenar, para cambiar cosas, para hacer planes, para disfrutar y vivir. Un año blanco, impoluto, como la nieve de las pistas y el trampolín de saltos de Garmisch-Partenkirchen, que acaba de colarse por la pantalla de nuestro televisor.
¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!