Un regalo de Sergio Astorga

sábado, 26 de junio de 2010

Un año sin Manuel





Llevo casi un mes intentando hacer apuntes breves, notas para el aniversario de su muerte. He esbozado cuatro textos distintos y lo único que he conseguido es emborronar la libreta y gastar tinta. No puedo, no me sale.

Al llegar a Donosti hace menos de veinte días había banderas blanquiazules en muchas ventanas y balcones y pensé: "Esta vez sí, Manuel; este año sí". Cumplí con el ritual de ir a casa Vallés como desde hace una década antes de saber que a él también le gustaba y que esperaba volver. Pedí una Gilda en su honor. La tristeza profunda del año anterior había pasado y brindé por él con txakolí. Le habría gustado estar en su ciudad por esos días.

El dolor ha cedido y la ternura y el tiempo han ido limando los recuerdos hasta hacerlos aún más dulces, pero sigo sin poder explicar con palabras su ausencia. No me sale, no puedo.

Me habría gustado poder hablar de las charlas por teléfono frecuentes durante los últimos cuatro meses, de su parlotear que demostraba su ansia por vivir. De las risas, de la ternura, de su esperanza. De la invitación a la casa de Lola y él en Palma en varias ocasiones. De las "discusiones" sobre música. De tantas cosas que se quedaron por decir porque no dio tiempo. De proyectos y citas que no se produjeron. Pero no puedo, no me sale.

Esta vez la música será poca y sencilla. No necesita presentaciones. Habla por sí sola y con intérpretes que le habrían gustado. Estoy segura.

Espero que sepan disculpar la brevedad y la pobreza de la entrada precisamente hoy en que el motivo merecía la pena la extensión y la riqueza de palabras. Pero es que hoy precisamente ni puedo ni me sale.

Lo echo tanto de menos...



Txuri urdin. Himno de la Real Sociedad. Interpretado por el Orfeón Donostiarra. Obtenido de la página web gracias a Ignacio Perurena. (ver letra)


Jojo - Jacques Brel. En álbum Orly. Barclays, 1977 (ver letra)

martes, 22 de junio de 2010

Regreso a la normalidad





Con un año más. Con más peso y la piel más morena gracias al viento y hasta al sol. Con más kilómetros a la espalda. Con más paisajes y más piedras y más conocimiento de nuevos amigos en los ojos y el ánimo... Con los oídos felices de más aire y más silencio. Más viva. Más serena. Más alegre. Más...

De vuelta. Con arena incrustada en las playeras y los ojos. Con la cámara mojada en agua azul o gris que va y viene en cuanto te descuidas. Con la boca saboreando todavía abadías góticas, iglesias normandas en el límite de la playa donde las dunas se enseñorean de la roca. Con ciudades bordadas de casas de cal y vigas, estrechas, altas y de empinados piñones. Con la mente alegre reconociendo olores y sabores y músicas que había extraviado en algún balcón de la memoria. Con la frente descubriendo perfiles y contrastes y romper de olas...

Cansada físicamente; el alma ligera y otra. Relajada de planes y proyectos del verano que empieza. Alborotada de reencuentros con los viejos amigos en las madrugadas apacibles y de caminatas a dos antes de la piscina. Cargada de libros y canciones que espero desmenuzar en estos meses...

Preposiciones... participios... adverbios... -Ada... de... -ida... más... con...

Pero, sobre todo, con el verbo en voz activa y la conjunción causal... Porque conservo todavía lo que atrapé con los sentidos, el cerebro y las piernas. Porque la lluvia de Cancale o La Rochelle barrió de golpe las torpezas, los lloros y la pasividad... para y por siempre. Porqué callé, bebí, viví y disfruté. Y con la conjunción aprendí a destejer tristeza y rabia y a construir encajes bretones de bucles moebianos con el hilo de la tranquilidad, la risa y el sosiego. Y porque volví con los deberes hechos y bien hechos. Y aquí traigo la prueba.

El pozo está cegado y colmatado. Definitivamente.

Le toca el turno ahora a los infinitivos y gerundios y a nuevas conjunciones. Para no volver a resbalar, ni a a caer, ni a quejarme de mi. Por haber sido capaz de ponerle la tapa y llenar su vacío de oscuro y musgo con guijarros, sillares o menhires completados de arena. Aplanando, aplastando, no dejando el menor resquicio al falso hueco. Y subiendo metro a metro a medida que la contundencia de la piedra va formando una escalera sin bajada. Para llegar arriba, hasta llegar arriba. A la boca. A la del pozo y a la de las palabras y los besos. Y sustituirla por la nariz profunda y prominente del faro. Respirando mucho y mejor y más profundo. Y en superficie. Dejándome salpicar por los restos que rechaza la roca mojada en la piel de cal o piedra. Anclada en lo más profundo del peñón de granito rosa o cuarzo. Gritándole al viento, plantándole cara a la noche, girando con los brazos como lentes opuestas y de una luz feroz... una y otra vez... una y otra vuelta.

Vieja-Nueva. Gorda-Ligera. Pasivo-Activo. Boca-Nariz. Pozo-Faro. Fango-Agua de mar. Abajo-Arriba. Ida-Regreso.

La condesa pues retoma los papeles. Abre ventanas y puertas de par en par y airea la bitácora. Se acabó el luto. La casa se viste de blancos y verdes y azules o amarillos. Y todos Vds. están invitados a la reinauguración. No se preocupen del atuendo o la facha. Lo importante es que vengan y se traigan a punto la palabra, la sonrisa, la oreja. El café se servirá dentro de nada en el salón. Si les apetece traer emparedados, canapés, ensaimadas o pastelillos árabes podemos organizar una merienda de reestreno en condiciones. Y hasta pueden bailar si les apetece que, como siempre, hay música. La trompeta se la dejamos al tedesco de turno pero por una vez y sin que sirva de precedente, hoy hasta les permito la trompa. Eso sí, los ingredientes corren de su cuenta: licor de hierbas o madroño, cervezas, txakolí, jerez, montilla... Lo que les apetezca traer bienvenido será.

Disfruten del concierto y vengan pronto que el café se enfría.


J.W.Hertel (1727-1789). Concierto para trompeta en Mi bemol mayor. I Allegro, II Larghetto, III Vivace. Maurice André, trompeta. English Chamber Orchestra. Dir. Sir Charles Mackerras.
EMI, 1985

lunes, 7 de junio de 2010

Breve paréntesis bretón y manifiesto manifiestamente cursi






Os enfrentáis a un post plomífero y duro, aviso.

¿Os ha chocado que os tutee? Sí, se hace raro. Pero es que hoy la condesa no está aquí. Dice que la obligo a trabajar últimamente demasiado y se me ha puesto en plan haydnreivindicativo, me ha interpretado el final de la Sinfonía de los Adioses y muy dignamente ha hecho mutis por el foro en medio de un frusfrús de polisón y seda azul. Explotación laboral alega... ¿No te digo?

Tampoco está Freia, que decidió hace tiempo trabajar en la sombra y ocuparse junto con Fasolt de las tareas logísticas. Hoy me toca a mí, a pelo. Hasta he cambiado (solo temporalmente) la foto del blog. Y más os vale estar preparados. De modo que sacad los "clínex" y aguantad o dad la vuelta ahora.

Como me conocéis de sobra, nos ahorramos presentaciones. Yo soy más directa que la Turquesita. También bastante más blandita y bobalicona cuando me pongo. Agradeced que no venga mucho por aquí.

Explicaciones de la primera parte del título no hacen falta muchas. En los últimos días me he puesto bien pesadita diciéndoos continuamente que me voy de vacaciones (de hecho casi siempre soy pesadita, muy pesadita en todo).

Pues sí...


Os cuento. El viaje de marras ha estado a punto de irse al garete a menudo. De hecho desechamos la idea por completo un par de veces. Que si es muy lejos y mucho gasto, que si no podemos estar fuera tantos días y que se quede sola, que si luego no podremos irnos en septiembre, que si problemas de mi hermano, que si problemas de tu hermana, que si el paro ajeno, que a ver si ocurre como el año pasado y hace una de las suyas en cuanto nos vamos... Que si, que si, que si...

Pero la vida puede dar muchas vueltas en poco tiempo y quizá no se presente otra ocasión como ésta de estar libres y solos. Y bien y alegres y predispuestos a. Que esta dichosa carrera de más o menos fondo en la que participamos todos de mejor o peor grado, de vez en cuando te reserva una piedra en el camino y te estampas contra ella porque estaba al salir de una curva y no te dio tiempo a verla. Así que, señores... Carpe diem!

¿Que luego toca quedarse en casa y salir menos? ... Pues bueno. En primer lugar somos unos privilegiados por cobrar sin trabajar cuando el curro anda como anda y quejarse de ese tema sería hasta inmoral con los tiempos que corren. Además podemos empezar a pulirnos la herencia de mi suegra en vida (es buena idea ¿no?). ¿Que se va a quedar sola?... Pues tiene otro hijo; no creo yo que por cuidar de ella unos días se hernie. ¿Que nos vamos a saltar la dieta más tiempo del debido y engordaremos lo que hemos tardado dos meses en perder?... Pues ya vendrá el verano a gazpachos y ensaladas; sale más baratillo y problema de gordólogo resuelto ¿Que mi hermano está en paro de larga duración y en situación difícil? ... Pues sí, pero hemos hecho por él hasta lo que no está escrito y no podemos resolverle la vida continuamente; de vez en cuando hay que saber alejarse y respirar un poco ¿Que mi hermana está a punto también del Inem? ... Pues hay novedades en forma de probable nuevo trabajo y hasta fijo...

Que no, que no. Que ya vale de tristezas y llantinas que aburren a las ovejas. Que ya vale, que ya me vale. Que se acabó. Que se está mucho mejor fuera y se respira mucho más profundamente a pleno pulmón.

Nos vamos. Y queremos convertir el mapa en una gran rayuela e ir saltando de lugar en lugar como en el juego infantil. Nuestra casilla de salida en el País Vasco. Lanzamos la piedra y empezamos. Donosti, para cumplir con el viejo rito de cenar con amigos y con el aún más fértil de conocer a uno nuevo a quien ya aprecio desde hace años gracias a este mundillo extraño de la blogocosa (¡me apetece tanto el encuentro con Charles..!) Y después, con todo el dibujo trazado en el suelo, nueve días por la Bretaña, a pata coja y moviendo la piedra despacito, sin pretender abarcar demasiado. Dejándonos llevar. Desde Saint-Michel a Rennes. Y a la costa Esmeralda con Saint-Mâlo y las ostras de Cancale. Y bordear el norte, moviendo la prenda con cuidado hasta dejarse caer por el Finis Terrae, en lo alto del truque. Dos noches en Camaret-sur-Mer, en la punta de Raz, donde el agua y los vientos sacuden con toda la fuerza de que son capaces. Y mañanas para internarnos, a golpe de camino, en el bosque de Astérix buscando jabalíes o muérdago o romanos... Y dar la vuelta al juego, hacia Quimper y a Carnac con sus cromlechs y menhires y disfrutar de la bahía de Morbihan para, a la pata coja una vez más colocar la piedra justo en Nantes. Y bajar de nivel, ya de regreso, hasta La Rochelle y de ahí hasta la casilla pintada con el 1, de vuelta al umbral de la frontera y al lado de Hernani y en medio del monte, a cenar con personas por conocer y de las que disfrutar su hospitalidad y su mesa.

En el debe, solo dos cosas aunque pesan. Mucho más la primera que la otra. Que no voy a poder ver a mi malabar favorita y bien que lo siento. Y no me vale MegaMaga que me digas... "tampoco es tan grave, mujer. Si solo íbamos a poder vernos un ratillo". No, no me vale en absoluto. La segunda, mucho menos importante, es que el día 15 los hermanos Capuçon, esos dos muchachitos que tocan el violín y el cello como si hubiesen vivido sesenta años, interpretan un programa de los que me privan: música de cámara de Webern, Schönberg y Beethoven. Pero nunca se puede tener todo y no voy a piarlas por ello.


Pues eso, que yo creo que lo tenemos merecido. Que le he dado a mi marido cinco meses largos de aúpa. Que desde enero se lo he puesto muy difícil. Que lo he desbordado y se ha desbordado de llantos, duelo, caras largas... De hablar más de la cuenta o no querer o no poder hablar. De esconderse, de sentir dolor sordo por doler sin quererlo. Que ha sido durillo. Que ha estado asustado y preocupado y muy triste por mi y por mi culpa. Porque no podía o porque no sabía o quería. Y que además pequé sin darme cuenta de algo que ocurre con más frecuencia de la que suponemos. Y es que veces (solo a veces, que conste) y aunque pueda parecer un despropósito, es muy cómodo instalarse en el dolor y sufrir continuamente. Llega a ser adictivo en ocasiones porque en el fondo es más fácil dejarse llevar y pensar qué cruel es la vida conmigo que pegar la patada en el fondo, reconocer las propias meteduras de pata, asumirlas en vez de echarle la culpa al empedrado buscando continuamente excusas y culpables, decir hasta aquí hemos llegado y empezar a subir por la pared del pozo. ¡Pero qué bien que se está fuera!

Sé que no debería estar soltando todo esto, tan sin pudor, siendo tan afectivamente obscena. Y quizá más sabiendo que él nunca va a leerlo, que él no entra jamás en la bitácora. Que no lo va a sentir, que no lo va a saber. O tal vez por eso seguramente sea más fácil. Pues sabed que me apetece irme con este señor adonde haga falta; al fin del mundo en coche, tren o andando. Que lo quiero para vivir con él hasta que uno de los dos no pueda más y tenga que entregar la cuchara. Que lo quiero conmigo y a mi lado, a pesar de que lo dijera el cura. Estando pachuchos o sanos, con fondos o sin ellos. Alegres o aguantando metralla ajena. Y que se me llena la boca al decirlo y que no me importa que se sepa. Y que tenía ganas de soltarlo, qué narices. De decir que lo quiero mucho y que el viaje al fin del mundo real, el de verdad y no el de falsos vuelos pomposamente hinchado, puede empezar con un periplo a la Bretaña. Solos. Más alegres y más juntos y más fuertes que antes. Riendo, descubriendo mar y verde. Comiendo pescado hasta hartarnos, buceando en abadías románicas o ciudades medievales.

Y ¡hala, que ya está! Que ya no tengo que explicar el porqué de la segunda parte del título de esta entrada. Hoy sí que siento de verdad no saber escribir como saben parte de mis amigos de este blog. Hoy me habría gustado encontrar la forma de que las palabras no pasasen la barrera de lo melindre. O ser Almudena Grandes y manejar la ternura sin atravesar la frontera de lo melifluo, de lo facilón. Y lo he intentado, mucho. Pero no he sabido. No me sale. Así que tendrá que quedarse en una declaración ramplona y cursi pero en toda regla después de tantos años juntos. Y comprobar que puede ser cierto y bien cierto, como uno sospecha desde siempre en el fondo y como canta este señor al que venero "... che l'amore non è niente altro che serenità".

Indolence(1976). Paoli/Raggi. Canta Gino Paoli. BCN Records, 1994


Pues eso. Cambiadle la voz a quien la canta o el sexo a su objeto y destinatario. Pero seguirá siendo lo mismo. De modo que... Pues eso.

Mientras volvemos, os dejo a la condesa haciendo guardia. Ha cambiado de opinión y ahora le ha dado por ponerse en huelga de celo así que yo de vosotros saldría corriendo cuanto antes. Se ha armado de un miniportátil y un módem USB y os controlará mientras yo esté fuera. Sed buenos pues y disfrutad de permiso de pernocta fuera del cuartel de las Variaciones durante unos cuantos días. Al regreso, nos vemos. Prometo traer galettes bretonnes a todo el mundo.

Besos y abrazos a tutiplén que la condesa es muy suya y distante y exquisita, pero yo soy abrazadora y besucona (otra de las cualidades de los pesaditos). Y hoy, como cualquier otro día, intentad sed felices. Intentadlo hasta hartaros.

Buenas noches a todos.

jueves, 3 de junio de 2010

Corpus de palabras solas






Hay días de palabras al aire y días de escritura.

La condesa madrastra, en ocasiones, marca territorio y acapara... y me deja sola. Así que hoy ha tocado mudez oral y vuelco en el sonido del teclado o el rascar de la pluma en la libreta.

Mañana de charla escrita por la red mientras la ropa se sacude el polvo dentro de un tambor inoxidable a ritmo de péndulo y música entregada u ofrecida. Olor a humedad por el pasillo, en retirada. Y los libros rescatados a tiempo de aguas de vecina intempestivas.

Tarde de prever y presentir e imaginar en guías y en recuerdos esa Bretaña cercana y añorada por casi desconocida, mientras el aire de fiesta se cuela en mi patio volteando y secando la colada de vísperas. Y Bach goteando despacito sobre el mapa 512 Michelín su rosario de cantatas profanas, rezumando café o bodas o fiestas campesinas. El cielo nublado, el tiempo de bochorno. La sonrisa escapada disfrutando de antemano los días inmediatamente futuros. A ratos, la libreta de tapas duras negras haciendo guiños desde y sobre la impresora llamando a que la coja... A que deje el Finisterre o Rennes o Brest mil veces recreados y vuelque en ella (otra vez vuelcos) palabras violetas de tinta vergonzosa pero no avergonzada.

Cena ligera. Atún rojo en carpaccio (poco) y una copa de Protos 2007 (no es una cosecha excepcional, pero el olor a vainilla y regalices cumple su promesa de picota casi cubierto). Y antes, el rito de separar de la cuerda las faldas suaves, los arrugados vaqueros, las blusas oreadas que estan pidiendo ya juntarse de nuevo en la maleta para emprender camino.

Y por fin, el claudicar ante la pluma y el papel encuadernado con una cinta de seda destejida. Vuela la Cross azul sin dejar distinguir ni un momento lo escrito, con letra atropellada por feliz y casi indescifrable. Ahora es Strauss y su Caballero de la Rosa el encargado de poner banda sonora a esta entrada borrosa y no borrada.

Y así ha ido pasando el día. Sin hablar siquiera por teléfono. Un cumpleaños de Corpus solo que no con soledades. En ocasiones es bueno permanecer callado con uno mismo, a solas. Y dejar que nocturnos sin palabras pongan broche final a la escritura lene.



F.Chopin (1810-1849). Nocturnos (selección): I Op. 9 nº2 en Mi bemol mayor: Andante. II Op. 15 nº1 en Fa mayor : Andante cantabile. III Op. 15 nº2 en Fa sostenido mayor: Larghetto. IV Op. 15 nº3 en sol menor: Lento. Daniel Barenboim, piano. Deutsche Grammophon (Polydor), 1982


Buenas noches a todos.

martes, 1 de junio de 2010

Junio: Sinestesia tramposa, ajena y apropiada



Sergio Astorga - Junio. Publicado en Antojos
(doble clic para ampliar imagen y texto. Vale la pena)





Noches del mes de junio


A Luis Cernuda


Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.


Eran las noches incurables

y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.


Cuántas veces me acuerdo

de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.


Jaime Gil de Biedma
( vía Amediavoz. En este enlace podrán
escuchar al autor recitar su poema)





J. Haydn (1732-1809) - Die Jahreszeiten (Las estaciones) El verano (versión inglesa). Royal Philharmonic Orchestra. Dir.: Sir Thomas Beecham. Beecham Choral Society. Dir.: Denis Vaughan. Elsie Morison, Nancy; Alexander Young, Lucas; Michael Langdon, Simón. Emi, 1954.