Un regalo de Sergio Astorga

jueves, 22 de julio de 2010

Renacimiento y Barroco que no cesan


En ocasiones uno cree conocer una ciudad y, de repente, la redescubre y la recupera en sus tesoros, en sus habitantes inmóviles aunque hablen y miren como humanos. Los que están bien protegidos, los ocultos a la luz de la calle. Los más ancianos, los que se dejan observar. Los que nos enriquecen y pertenecen a todos. Volumétricos, reales, parados en el tiempo y vivos.

Y sí, otra vez. De nuevo vamos de exposiciones y museos. Les prometo que dentro de nada estaré de vacaciones y descansaremos todos de imágenes y de arte que imita a la naturaleza y lo real. Pero es que ando apurando entradas y no me quiero marchar sin compartirlas con Vds.

Empecemos pues, que hoy no va de reyes sino de santos. Pero en esta ocasión la forma de exponerlo será distinta. No quiero bombardearles más con un montón de datos, nombres, títulos. No voy a cansarles ni aburrirles. Por eso el texto será corto para dar paso pronto a lo que realmente vale la pena. Hoy simplemente se trata de hacer malabares con la música y los rostros, las manos, los tejidos. No pretendo agobiarles, sino que se empapen de porciones delicadamente humanas que sin embargo no lo son. ¿O sí? Me gustaría que tan solo miren, se deleiten, acompasen, jueguen. Están las obras de los más grandes y a un tiempo los más desconocidos. Desfilarán delante de Vds. obras que salieron de la mente y las manos de los mejores desde el siglo XIII al XVIII. No quieran saber  o adivinar quién los ideó, a quién pertenece su autoría. No se trata de eso. Nuevamente les ruego que se dejen llevar por la vista y el oído. Sin más y nada menos. Les traigo imágenes recién capturadas de antiguos y eternos protagonistas.

Pongan en marcha pues a un tiempo el reproductor de música y los bloques de diapositivas uno detrás de otro. Dejen que fluya lo mejor de Victoria con lo más granado de nuestro volumétrico patrimonio en una sinestesia una vez más tramposa pero cierta.

Y que sus ojos, sus labios, su casi respirar les atrapen a Vds. como lo hicieron ayer conmigo a través del objetivo de una cámara... Con su vestido nuevo y apenas estrenado, lleno de luz translúcida y paredes cambiantes con cierres de acero cortén y madera noble... Pero en su viejo cofre de piedra perforada y fachadas inertes frente a las que se deshacen con lentitud los recuerdos sin hacer daño ni ruido. 

En medio de las salas desiertas, vacías por completo de visitantes  curiosos o turistas. Solos ellos y yo. Sin prisas...

Suavemente se dejaron observar, escudriñar, morder con la mirada intensa de la lente. Seduciendo al desnudarse muy despacio como lo haría un amante pudoroso en su primera noche, pero dejando entrever en ese gesto ya lo mejor de sí mismos. Y yo los traté como se trata a un amante asustado y primerizo que nos tiene profundamente fascinados por su fuerza y su entrega: dándome también a ellos con toda la ternura de que fui capaz.

Y el martes fue hermosamente mágico.



T.L.de Victoria (1548-1611). Cantica Beatae Virginis. I Salve, Regina (a 8) (1572) II Magnificat Primi toni (a8) (1600). La Capella Reial de Catalunya. Hesperión XX. Dir. Jordi Savall. Astrée, 1992.




(Les aconsejo que hagan doble clic sobre las diapositivas y, desde la página web de slide.com vean la presentación a pantalla completa después de quitar los muñequitos)






martes, 13 de julio de 2010

Arqueología de los Mil... y setecientos



 Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora      
campos de soledad, mustio collado,          
fueron un tiempo Itálica famosa.                
Rodrigo Caro                        
        

El domingo, la sinestesia vino sola.

Mañana de calor insoportable y espera relativa a la puerta del Palacio Real mientras unas marionetas de gomaespuma encandilaban a mayores y críos regalando globos en forma de espadas. El último día de una exposición que ha pasado casi desapercibida después de más de tres meses pero cuyo carácter educativo y de divulgación la hace ya, solo por eso, importante. Y además, qué quieren que les diga. Solo por ver una vez más el Puteal de la Moncloa [ver foto] (y no me hagan chistes bobos), del Museo Arqueológico Nacional, con esos altorrelieves que te invitan a meterte dentro de ellos ya vale la pena la visita. Es de esas muestras de las que uno sale contento porque le han aprovechado mucho. Son las que yo califico para mi consumo interno como  rellenadoras de lagunas o mares de desconocimiento.  Desasnadoras, vamos. Les confieso que antes de entrar no tenía ni idea de lo que supuso la protección y el patrocinio  reales (de regio) para el desarrollo de las ciencias y las artes, la sistematización de los métodos y el inicio de la catalogación y coleccionismo en la España del Setecientos.

Intenten, republicanotes como son la mayoría de Vds., hacer un esfuerzo y abstraerse de este malhadado siglo XXI retrocediendo hasta la mentalidad existente a principios del XVIII. Muere Carlos II de Habsburgo y tras  la guerra civil, otra más llamada esta vez de Sucesión, se instaura en España la dinastía de los Borbones de la mano del francés Felipe V de Anjou. Ya, lo sé. A Vds. no les gustan en absoluto los reyes pero es lo que había en aquel momento. Todavía tardaría en llegar la primera República, no me sean tan impacientes.  Al menos aquéllos trajeron a la piel de toro aires de modernidad con respecto a lo que había representado la última cabeza austríaca coronada.

La Corte se llenará primero de franceses y más tarde, con la llegada de Isabel de Farnesio, de italianos. Y con ellos entra en nuestro país (no solo por ellos puesto que por fortuna algún hombre de saber existía en la península, pero al menos sí en buena parte)  el amor y el gusto por el conocimiento, el saber, las diferentes ciencias, el coleccionismo, las artes, el afán de descubrir. En una palabra, el Siglo de las Luces. España se engancha al carro de la modernidad, lo que viniendo de donde se venía no es poco. Y sobre todo, como buenos patrocinadores y nuevos amos, trajeron dinero a las empobrecidas arcas del Reino de España.

Y con la Ilustración surgen con rapidez e ímpetu y sucesivamente la Biblioteca Real, las Reales Academias de la Historia, de las Ciencias, de la Numismática, las Bellas Artes, etc. etc. Más tarde llegarán los primeros intentos serios en toda Europa de catalogación y coleccionismo. Y se harán aquí de la mano de hombres ilustrados como el Marqués de la Ensenada, o el de Valdeflores, Ponz,  Ceán Bermúdez... Y surgirán las primeras colecciones grecorromanas en Nápoles, propiciadas por Carlos, rey de las dos Sicilias. Y más tarde, ya en la península, las primeras expediciones para sacar a la luz, catalogar, estudiar sistemáticamente las ruinas griegas, fenicias, romanas, iberas, siguiendo la Ruta de la Plata o las antiguas vías romanas. No debemos olvidar que todas estas colecciones son el germen de la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Museo Arqueológico Nacional, el de América y otros tantos que forman el extraordinario corpus museístico español (otra cosa es el estado en el que se encuentra). Posteriormente vendrán los viajes al virreinato de Nueva España con las excavaciones sistemáticas de las ruinas de Palenque, cruciales en el estudio de la civilización maya. Y el renacimiento de lo árabe, el gusto por lo egipcio, los planos que Juan de Villanueva levantará de edificios hebreos... Por doquier surgen patrocinios, expediciones, estudios sobre geografía, botánica, numismática antigua. Y todo ello bajo el auspicio de Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV. Algún miembro de la familia real como el Infante don Gabriel, de exquisita educación clásica, será un excelente traductor de Salustio. En todo el siglo XVIII y teniendo como foco el Palacio Real tuvo lugar un auténtico renacimiento del mundo antiguo, considerado como modelo de civilización, buen gusto y mejor gobierno.

Será Carlos III siendo todavía rey de las dos Sicilias el que haga una importantísima aportación a los estudios arqueológicos mundiales patrocinando el descubrimiento y estudio de Pompeya y Herculano, donde trabajaría Winckelmann y con la colaboración de su amigo bohemio Raphael Mengs al que el rey mandará llamar desde Italia una vez instalado en Madrid ya como monarca de España. En época de su hijo Carlos IV se dictarán en el país las primeras medidas en toda Europa de protección del patrimonio histórico, arqueológico y artístico...

Me parece estar oyéndoles refunfuñar por lo bajini mientras leen estas líneas pero reconózcanme que la política cultural que mantuvieron los primeros  Borbones en este país fue bastante acertada. Otra cosa es lo que empezaron a hacer sus descendientes en cuanto abandonaron el afrancesamiento y se "españolizaron" un muchito. Pero esa es ya otra historia y expertos en el XIX español tiene esta bitácora como visitantes, como para andar metiéndome yo en más camisas de once varas.


Pero la visita no tenía solo como fin el aprendizaje, sino el disfrute. Y había piezas que les aseguro que me lo proporcionaron. Desde algunos vaciados en yeso de esculturas clásicas famosas, mandados confeccionar por Velázquez en Italia para el Alcázar del Austria Felipe IV, pasando por monedas, tratados, manuscritos, muebles, estudios, planos, cerámicas árabes, mayas o griegas, hasta llegar a ciertas piezas para mí espléndidas. Además del ya citado Puteal de la Moncloa del siglo I d.C., les mencionaré dos espléndidos autorretratos de Raphael Mengs, de uno de los cuales es propietaria la Casa de Alba. Y además, un Goya, una espléndida cabeza de una perdida escultura romana (también creo recordar del I d.C y encontrada en Málaga), un verraco ibérico del Arqueológico, una sobrecogedora estatua de Trajano descubierta en Itálica y una crátera griega de la época de Fidias (mediados del siglo V a. C.).

En resumen, que la mañana fue espléndida. Aprendizaje, disfrute, buena compañía (los domingos siempre voy con mi hermana)... Y ahora es cuando quizá se pregunten a santo de qué viene el dichoso título y qué música casa con todo esto...

Pues lamento decepcionarles en lo que a la sinestesia se refiere porque esta vez vino dada por la casualidad que creó un regalo inesperado hecho por mi acompañante. Y el regalo era una espléndida Octava de Mahler, la sinfonia de los Mil, dirigida por uno de mis directores fetiches: Sir Simon Rattle. Somos más o menos de la misma quinta y he procurado seguirle la pista desde que era un jovenzuelo. Incluso he tenido la suerte de escucharlo en directo. Y no me falló el oído desde el primer momento. Aquel muchacho se ha convertido en uno de los mejores directores que existen en la actualidad, al frente en estos momentos de la Filarmónica de Berlín y comprometido además con colaboraciones en proyectos tan interesantes y fructíferos como el Sistema Juvenil de Orquestas de Venezuela.

No les aburriré mucho con la obra, pero permítanme que algo les diga sobre ella y discúlpenme, pero les voy a endilgar las palabras de su propio autor y encima en lengua de bárbaros:

"Ich habe eben meine VIII, vollendet -es ist das grösste, was ich bis jetzt gemacht [...] Denken Sie sich, dass das Universum zu tönen und zu klingen beginnt. Es sind nich mehr menschliche Stimmen, sondern Planeten und Sonnen, welche kresein..." 
(Carta de Mahler a su amigo Willem Mengelberg, director de orquesta)

"Acabo de terminar mi Octava -es lo más grande que he hecho hasta el momento [...] Imagine que el Universo comienza a resonar y a tintinear. Ya no son voces humanas, sino planetas y soles en rotación..." Trad.: la germana mayor (o séase, yo). Para filigranas y exactitudes consulten a la germana menor, que ella sí que sabe.

No sé si conocerán que su autor tardó apenas unas semanas en componerla en medio de un repentino y enriquecedor ataque de inspiración. Era el verano de 1906. Curiosamente había empezado a trabajar en ella, su sinfonía más optimista y alegre, en cuanto hubo estrenado la más negra y pesimista de todas, la Sexta.

Se llama de los Mil porque requiere, al menos, 120 músicos en la orquesta, ocho cantantes solistas, un doble coro y un coro de niños. Lo cierto es que durante bastante tiempo se la consideró lo peor de la obra del alemán (ya de por sí nada bien considerada en líneas generales) y tildada sin la menor duda de megalómana. No es una sinfonía al uso. Solo tiene dos movimientos. Es casi enteramente vocal. Y si algunos consideran su Canción de la Tierra un ciclo orquestal de canciones con dimensiones sinfónicas , se podría decir que la Octava es, por el contrario, una sinfonía en el que las voces son utilizadas como instrumentos, según palabras de su propio autor. Contrariamente a ese carácter sentimental de la mayor parte de las sinfonías de Mahler, esta de los Mil intenta ser objetiva y universal. El propio compositor decía de ella que "tanto por su contenido como por su estilo es completamente diferente de mis otras obras" y que había sido compuesta como "un regalo a la nación entera". Realmente  ha sido definida por algunos autores como un gran Oratorio que envuelve el texto de Goethe. Para terminar, les diré que las primeras audiciones de esta obra hicieron escribir a Thomas Mann sobre su autor: "No conozco otra persona, en lo que a mí respecta, que encarne mejor la voluntad más reflexiva y elevada de nuestro tiempo". Y, a lo que parece, lo conocía bien.

Hasta aquí, extractados muy sui generis,  algunos datos que aporta Colin Matthews sobre la Octava en el libreto que acompaña al disco, unidos a otros de mi cosecha. En contra de la más mínima norma de la seriedad expositiva, no les digo de quién es cada uno porque así me aprovecho de sapiencias ajenas y quedo de fábula. 

La coordinación hoy de música, tema y texto está tan traída por los pelos que, en realidad, no puede hablarse de sinestesia, sino de vulgar pegote, si es que no es una herejía llamar pegote a don Gustavo. Y me estoy imaginando lo que me van a decir... Otro alemanote... Pues sí, pasa algo... Otro alemanote. Pero esta vez viene acompañado de un inglés encantador y rojeras (no se me quejen pues) y de Mil que lo acompañan. De modo que yo de Vds. no me metería demasiado con el ilustre pueblo de pulpo augur y  escuadra caída en semifinales. Escuchen y verán como todas las reticencias se les pasan. Además por esta vez me he compadecido de Vds. y solo les "castigo" con las cinco últimas piezas del segundo movimiento. Magnánima que está hoy la condesa gracias al tanto hablar de Cortes e ilustres colegas aristócratas.

Tengan Vds. buenas y calurosas noches.

G. Mahler (1860-1911). Sinfonía nº 8 en Mi bemol mayor, Sinfonía de los Mil .  I Er überwächst uns schon (Coro de Muchachos) II Komm! Hebe dich zu Höhern Spären! (Mater Gloriosa y Coro) III Blicket auf zum Retterblick (Doctor Marianus y Coro) IV Alles Vergängliche (Coro místico) V  Alles Vergängliche (Coro místico). Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. Dir.: Simon Rattle. Coro de la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, Coro de la Sinfónica de Londres, Coro de jóvenes de la Ciudad de Birmingham, Coro de Niños de Toronto. Juliane Banse (soprano: Mater Gloriosa), Jon Villars (tenor, Doctor Marianus). EMI, 2005

viernes, 2 de julio de 2010

Mujeres en julio

Julio - Sergio Astorga - Antojos


Con desperezos tramposos se inicia el primer mes de verano retrasado de días y acudo puntual a la cita del calendario antojadizo. Un sol con estela morada y labios rojos abraza Laponia sobre un azul brillante.

El blog pedía a gritos un vestido nuevo y qué mejor momento que este en que se dobla el cabo del solsticio para quitar pesados cortinajes. Se deshicieron las costuras encorsetadas de columnas y la bitácora respira por primera vez en panorámica. Huele a espacio amplio, a verdes de tomillo y morados de espliego. A blanco de magnolio. Huele a casa abierta.

Y pienso que es y va a ser un mes de mujeres. Un mes que se inició el sábado con dos amigas y compañeras de colegio en una cena a cinco. Espléndidas, maduras, alegres, divertidas, inteligentes. Tan distintas a cuando teníamos doce años y tan ellas aún. Somos otros y los mismos niños todavía que repiten historias de colegio y charlas atropelladas por las risas en un sábado de humo de tabaco rubio, lluvia entrometiéndose enfadada,  chocar de hielos, secretos sottovoce a tres en un Madrid que amaneció desde los pináculos de los Jerónimos limpio y endomingado.

Y otra mujer me esperaba el lunes. La he visto muchas veces pero esa mañana yo diría que hasta le habían lavado la cara (ya vendrá mi querida lianta con ínfulas y amantes y me dirá si es o no cierto). De perfil riguroso, con diecinueve años, mostrando con orgullo su segundo embarazo, ése que no logrará llevar a término. Con el jubón naranja y rojo y el peinado preciso. Y el coral como amuleto inútil contra una  difícil gestación. Una italiana pálida y rubia (cuyo marido encargó a Ghirlandaio que la pintara después de muerta) parece a punto de girarse para contemplar a los que la contemplan. Esbelta, noble, bella, serena, digna... Con  esa seguridad que da la tierra fértil. En la sala de al lado, la mujer de Jasón, madre a la inversa, madre dadora de muerte,  no puede sostenerle la mirada.

Y dentro de una semana, otra mujer dadora de mujeres encontrará su espacio abierto de morados y blancos, con páginas libres y certeras mientras las páginas certeras y libres de otra seguirán navegando para fundar Cartago. Y una más partirá un poquito más lejos desde el norte del sur hacia el norte del norte. Y otra más, mucho más cerca, sonreirá de nuevo (ya sonríe) por recuperar su espacio de trabajo, de actividad, de vida, de familia, de sí misma. Otras dos volarán sobre el atlántico juntas y felices de estar juntas, mientras la sinestesiadora ondina dibuja y pinta... y escribe, edita, se vuelca en los demás y sobre sí.

Un poco más a la derecha, la Eva madre de la marca de Caín se quejará del exceso de trabajo durante todo el verano y algo más arriba, la mujer nómada leerá con acento al borde de un lago volcánico y glaciar.  Mientras tanto,  bastante más a la izquierda y tirando del hilo, la que cobija bajo su falda a otra más chiquita va realzando morados infantiles en tanto que en el sur, una gaditana irá regando alegrías mientras otra vuela sobre el mar y la de Sevilla destrenza el hilo de su costurero. Si dan un salto, encontrarán que, en las Pitiusas, madre e hija ambas con nombre de diosa, se enzarzarán con el agua turquesa y la arena amarilla formando una unión de tres indisoluble y cierta. En la orilla opuesta de la costa, la donna ensaya el aria insolente de sus pocos años.

Pasando las fronteras, en la Auvernia, la de nombre vengador y justiciero puede que esté haciendo las maletas para un verano más claro y conocido, más cercano.  En Alemania, una más seguirá entretejiendo poemas y entrevistas.

En el lector de discos habrá otras tantas que compongan de nuevo, interpreten, canten, toquen, sueñen...

Jacqueline du Pré (1945-1987) - Haydn. Concierto para cello en do mayor, Hob. VIIb: 1 I Allegro Moderato II Adagio III Allegro molto.  English Chamber Orchestra. Dirc.: Sir John Barbirolli, 1967. En Les introuvables de Jacqueline du Pré. Emi, 1994



Cecilia Bartoli (1966). Un moto di gioia, Mozart - Malinconia, ninfa gentile, Bellini - Vi sono sposa e amante, Salierie, Boccherini. En La voz de fuego. Decca, 2005



Alicia de Larrocha (1923-2009). Tango, Albéniz - Sonata en Re mayor S.R., 84, Soler - Cançò i dansa VI, Mompou. En Embrujo II. Decca, 1992


Sofia Gubaidulina (1931). Musical Toys: The woodpeecker, The echo, Forest Musiciens (Juguetes musicales: el pájaro carpintero, El eco, Músicos del bosque). Diana Backer, piano. En Obras completas para piano. Stradivarius, 2006.





Qué quieren que les diga. Me han salido mujeres de los dedos. Mujeres orgullosas  de su  sexo y con las riendas de la vida en la mano. Solas, con hijos o compartiendo con compañeros, amigos, maridos, hijos, hombres.

Y es que  hoy me gustaría que esta vez julio vaya para ellas solas. Porque julio es hoy lunar y femenino.