Un regalo de Sergio Astorga

jueves, 4 de junio de 2009

Lamento



La noticia le llegó al anochecer. De forma inesperada. En un día amable de voces sonrientes. Sintió el dolor ajeno como si fuera propio. Intentó decirle que estaba a su lado como siempre, que nunca dejaría que volviese a pasar por todo aquello solo, que lo injusto y lo cruel no iban a salirse esta vez con la suya. Lo dijo. Se lo dijo. Y esperó.

Pero el dolor de otros es mudo y sordo a veces. Aísla, aleja, corroe, golpea a quien lo sufre, destruye su autoestima y su alegría, segrega un hilo suavísimo y terrible de herida abierta que fabrica un capullo experto en contener toda la angustia y la desesperanza. Y fue imposible atravesar esa membrana. La ausencia de palabras y de poder tocar, mirar o sonreír se convirtió en un cuchillo oscuro, seco y romo, que no supo romper el desconsuelo.

Con todo, lo peor no fue ni muchísimo menos el inútil esfuerzo ni el dejarse la piel por perforar, abrir, salvar de sí a pesar suyo. Lo peor fue no ser capaz de regalarle la quietud y el sosiego como un bálsamo, como la redención, la vida.


Camille Saint-Saëns (1835-1921). Mélodies sans paroles - Plainte. Bart Schneemann, oboe y Paolo Giacometti, piano. Brilliant, 1998