Un regalo de Sergio Astorga

sábado, 24 de octubre de 2009

¿Qué ocurre cuando perdemos el hilo de Ariadna?



¿De qué depende nuestra autoestima? ¿De lo que realmente somos? ¿De lo que los demás saben o no ver en nosotros? ¿De lo que nosotros pensamos que los demás están pensando? ¿De lo que los demás piensan de nuestro interior y nuestra imagen realmente?

¿Qué nos hace daño o nos molesta o hiere de los otros? ¿Sus hechos o su forma de ser o lo que creemos que les impulsa a actuar como actúan?

¿De qué delgado hilo pende nuestro propio equilibrio y el ajeno?

¿Dónde está la delicada línea que separa nuestra percepción objetiva y lógica de nuestros fantasmas? ¿Deben los demás atravesar o no esa línea? ¿Debemos dejar que la atraviesen? ¿Tienen derecho a hacerlo?

¿Por qué un detalle en apariencia banal y tonto puede elevarnos hacia lo más alto o hacernos caer en el más escondido de los pozos?

¿Somos capaces de enfrentarnos a nosotros mismos gracias a o sin ayuda ajena?

¿Por qué nos empeñamos en seguir adelante desoyendo a los otros, aun a costa de causar dolor o pena? ¿Qué extraño mecanismo hace que, sin quererlo, nos hagamos daño a nosotros y a los que están fuera?

Ariadna. Alrededor de 250 A.C. Foto © Maicar Förlag-GML



¿De qué material estamos hechos que no somos mínimamente capaces de entendernos a nosotros mismos al vernos frente a frente en los demás?

¿Nos ayuda en todo ello la razón o verdaderamente su sueño engendra monstruos?

¿Nos queremos un poco o definitivamente sólo nos soportamos día a día?

¿Tendremos el valor de contestar a tantas preguntas o, como casi siempre, delante del umbral nos detendrá el miedo?

¿Quiénes somos para decidir sobre lo ajeno o para hacer reproches o, sencillamente, para desencontrarnos en el tiempo y el espacio?

¿Qué absurda gemometría nos hace trazar líneas divisorias y por qué, sin embargo, las hacemos permeables? ¿Qué ósmosis peculiar nos lleva a reflejarnos en los otros, suplicando en el fondo: "no atravieses la raya, no lo hagas"?

¿Será cierto que las dudas ajenas ayudarían a resolver las propias o sólo servirían para descubrir hasta qué punto nos desconocemos?

¿Por qué nos aventuramos a entrar en oscuros y atrayentes laberintos, deslizándonos por ellos a ciegas y quizá a propósito, sabiendo que probablemente no recuperaremos el perdido hilo de Ariadna?


Samuel Barber (1910-1981) - Essay for Orchestra nº1 , op. 12. London Symphony Orchestra. Dir.: David Measham, 1973. Regis, remasterizado en 2003.


5 comentarios:

Gemma dijo...

¡Ay, Condesa! Cómo me gustaría poder responder a sus preguntas...
Espero que la desazón de su texto responda a un desahogo momentáneo... Yo sé que, pese a todo, Vd. tiene fe en las personas y en la vida; así, en general...
Abrazos

fritus dijo...

Estimada Comtessa...cuando no es el pozo es el laberinto, pero la verdad es que tiene usted una innata tendencia a meterse en sitios...

En fin, igual que la otra vez voy con carrete de hilito y un cacho de bizcocho para ir dejando migajas pa no perdernos...

Lo de plantearse estas preguntas tan profundas debe ser signo de inteligencia porque la verdad es que no me las habría planteado nunca yo solito...me limito a afeitarme por las mañanas, ducharme e ir al curro y así un día tras otro...

Agarrse de la manita y vamos tocando pared ...que así es mas facil salir.

Un abrazo

Samuel Barber....yo al último Barber le pague allí por el 1994, desde entonces me rapo con una máquina de esas de esquilar

Freia dijo...

Gemma

Eso es justamente lo que pasa. Resulta complicadillo saber por qué a veces nos resulta tan difícil relacionarnos con los demás, por qué existen malentendidos, por qué somos en parte gracias a que los demás están ahí.
No pretendí en ningún momento dar idea de desazón (en todo caso sería inconsciente). Sólo plantear dudas.
Me gustan las dudas. Gracias a ello seguimos avanzando.
Un beso con "chucrú" y salchichas, mi querida germana menor.

Fritus

Mi querido Fritus. Siempre está Vd. ahí al quite por si es necesario. Mil gracias. Pero pierda cuidado. Los laberintos para mí no tienen ningún significado negativo. Es útil introducirse en ellos y dudar porque, como le decía a nuestra MegaMaga, de la duda surge el movimiento hacia adelante.

Siento haberles dado esa imagen negativa de pérdida. No era en absoluto mi intención. Simplemente planteaba dudas: está en la naturaleza de los GeRminis (juas, juas, juas).

No me haga juegos de palabras, jejeje, que sé que a Vd. le gusta Barber. Me consta.

Un beso fuerte a la familia Frita. Y a la diocesilla Tanit, en la mejilla derecha, ahí justo donde hace las fotos.

LUISA M. dijo...

¿Por qué...? ¿Por qué...? ¡Somos tan complicados los seres humanos!
Un montón de interesantes cuestiones las que aquí nos propone para reflexionar y debatir.

Estimada Sra. Condesa, querida Freia:
No perdamos el hilo de Ariadna ni el de esta conexión... aunque distancien ustedes la publicación de entradas en esta encantadora bitácora músico-cultural-afectiva, seguiremos apareciendo por aquí para apreciar sus escritos y su buena música.
Muchos besos.

Freia dijo...

En primer lugar, Luisa, siento el retraso en contestar.

Vaya Vd. a saber por qué somos tan complicados y por qué nos gusta tanto complicarnos, que ésa es otra.
No, nunca he querido perder el hilo y menos con gente tan incondicional como Vds.
Un beso fuerte