Cuando el pianista catalán Ricard Viñes (uno de los más prestigiosos de su época) le prestó a su amigo Maurice Ravel en 1896 el ejemplar que poseía del Gaspard de la nuit de Aloysius Bertrand, ninguno de los dos sabía probablemente el alcance que este gesto tendría doce años después. Tanto impresionó a nuestro compositor el conjunto de poemas que, pasado un año, su compañero y colega tuvo que recordarle que se lo devolviera. Y precisamente su amigo desde la adolescencia será el que defina de forma soberbia al compositor, cuando escribe en su diario que Ravel se sentía atraído por todo lo que era "poesía, fantasía, precioso y raro, paradójico y refinado". Definición muy significativa además, teniendo en cuenta el contenido del libro de Bertrand.
Porque este compositor nacido en Ciboure es quizá uno de los exponentes más claros de cómo diferentes y muy diversas influencias musicales pueden dar como resultado una perfecta paradoja. Y la primera de su vida lo constituye la procedencia tan diversa de sus padres. Era hijo de un educado y culto ingeniero ginebrino, creador del primer vehículo propulsado por gas, y de una pescadera que había pasado muchos años en el País Vasco español y que hablaba euskara. De hecho, él se crió acunado por las canciones de cuna que su madre le cantaba en vascuence y español, lo que constituirá posteriormente en su labor de creador una pertinaz y fértil fuente de inspiración. Y además él se sentía profundamente vasco y le encantaba que lo considerasen como tal.
Y, al igual que ocurrió en su vida, las obras de Maurice Ravel forman precisamente eso: una espléndida, continuada y coherente paradoja.
Compañero de estudios de Viñes en el Conservatorio de París desde muy jóvenes, pronto se dio cuenta de que nunca llegaría a ser un virtuoso del piano (tenía los dedos demasiado pequeños). Empezó a volcar entonces todas sus inquietudes musicales en la composición (siendo apoyado fervorosamente por su profesor Gabriel Fauré). Pero aunque siguieran diferentes especialidades, juntos continuaron explorando, investigando y divirtiéndose con la música. Incluso crearon un club muy particular, Los Apaches, en cuyo círculo se dieron a conocer, en première rigurosa, la mayor parte de las obras para piano de Ravel, cuya interpretación corría a cargo, naturalmente, de su amigo Viñes.
Catalogado de impresionista, la influencia de maestros como Couperin, Haydn o Schubert es tan importante como la de Borodin, Chopin, Debussy, Chabrier, Liszt o Mussorgski. Lo barroco y lo romántico, el post-romanticismo y el impresionismo. Lo antiguo y lo nuevo, las formas arcaicas de las pavanas o sonatinas, mezcladas con el ritmo de vals o los modelos más típicamente románticos.
Pero no se formen de él un concepto equivocado. No fue un copión. Nada más lejos de ello. Fue uno de los más grandes en su faceta compositiva, tanto de piano como orquestal. Tuvo la enorme capacidad de retomar modelos antiguos y reconvertirlos en tipologías musicales totalmente nuevas. En muchos aspectos, siendo heredero de la pianística y los modelos tradicionales, compuso algunas de las piezas más transgresoras y nuevas que se hayan creado para este instrumento siendo, al tiempo, uno de los que mejor supo entender el pensamiento de músicos predecesores orquestando la obra pianística de algunos de ellos.
Se podrían escribir muchas páginas sobre esa mezcla exquisita, preciosa, tejida a modo de un encaje, que forma la totalidad de su corpus musical. O sobre lo que representan sus Miroirs, Jets d'eau, Valses nobles et sentimentales, la Sonatine, Le Tombeau de Couperin, La Sérénade grotesque, Le Menuet sur le nom d'Haydn, su Prélude o sus piezas À la manière de Borodine, À la manière de Chabrier, la Pavane pour une Infante défunte, la Alborada del Gracioso o Le Menuet antique. Pero doctores tiene la iglesia que se lo contarán mucho mejor que yo y por eso les remito a los textos de especialistas tan importantes como André Thomas, Étienne Rousseau-Plotto, Luis Gago o la propia Angela Hewitt, una gran intérprete y conocedora de su obra. En ellos me he apoyado yo para escribir esta entrada (del texto de la última he usado la traducción francesa de Marie Lucchetta). En ellos podrán descubrir Vds. también de qué manera la música antigua se reinterpreta de forma novedosa y rica, conservando la esencia anterior. Al fin y al cabo se adelantó a su época y podríamos decir, permítanme la broma, que todo su obra está imbuída de una exquisita, minimalista y preciosista "deconstrucción musical", utilizando una técnica compositiva impecable, fruto de la cual surge una obra original y que lo define sin ningún género de dudas, sonando además (y principalmente) maravillosamente bien.
Pero centrémos en la composición que representa una de las cumbres del repertorio pianístico: Gaspard de la nuit.
Al igual que su admirado Mozart, era capaz de escribir dos obras radicalmente distintas a la vez (otra de sus innumerables paradojas) y en 1908, al tiempo que finalizaba su deliciosamente luminosa Ma Mère l'Oye (Mi madre la Oca), se sumergía en la oscuridad profunda e inquietante de Gaspard de la nuit. Su padre había muerto muy poco tiempo antes.
En julio de ese año, poco antes de la publicación de su obra, Ravel escribía a Ida Godebska con su habitual humor: "Después de larguísimos meses de gestación Gaspard de la nuit va a ver la luz... El culpable sin duda ha sido el diablo, lo que es lógico puesto que es el autor de los poemas".
Es casi con toda seguridad su obra más moderna, más heterodoxa. El culmen de una trayectoria iniciada en Miroirs.
En la primera parte, Ondine (Ondina), tenemos la "impresión" de escuchar continuamente a su protagonista aparecer y sumergirse en el agua, ora amable y enamorada, ora con desdén y despecho. Cualquier influencia romántica, especialmente de Liszt, ha desaparecido. Debussy está particularmente presente. La forma en que Ravel describe y evoca el claro de luna que convierte el lago en un espejo es sencillamente genial. La ondina canta después tierna y melancólicamente, pero ante el rechazo de su amado mortal, un pasaje fortissimo nos hace sentir su enfado y su risa despectiva.
Le gibet (El patíbulo) nos remite a un angustioso y repetitivo sonar de campanas, de fúnebres augurios, conseguido gracias a un ostinato sincopado de dos notas en Si bemol, que se repite machaconamente durante los 52 compases de la pieza, con un marcado olor a muerte y apoyado en sonidos aparentemente faltos de expresión. Como un soniquete constante que imita a la perfección el tañer de una campana lejana.
Y ese crescendo profundamente renovador desemboca en Scarbo, una partitura que exige una técnica depurada y un virtuosismo más que respetable. Son auténticas piruetas compositivas, pero dentro de una estructura musical perfecta y de un esqueleto "sencillamente" musical, no obstante lo endiablado de la escritura. Y también es la uña de Scarbo, arañando las cortinas de seda (como si del propio diablo se tratase) y la piel de quien está encerrado con él en la habitación, muerto de miedo. Él mismo describió esta tercera pieza como una transcripción orquestal para piano. Y precisamente en esta tercera parte es donde se muestra claramente otra de las paradojas del compositor y su música: no sólo hacer de lo antiguo algo moderno, sino conseguir la perfección, desde la complejidad técnica y la aparente simplicidad artística y musical.
Para terminar, dos breves reseñas de las versiones que les he traído. Esta vez prometo que sí lo serán. Sólo para que conozcan mi opinión al respecto. Porque, a fin de cuentas, lo que vale es la que les sugiera y sepa crear en Vds.
Porque este compositor nacido en Ciboure es quizá uno de los exponentes más claros de cómo diferentes y muy diversas influencias musicales pueden dar como resultado una perfecta paradoja. Y la primera de su vida lo constituye la procedencia tan diversa de sus padres. Era hijo de un educado y culto ingeniero ginebrino, creador del primer vehículo propulsado por gas, y de una pescadera que había pasado muchos años en el País Vasco español y que hablaba euskara. De hecho, él se crió acunado por las canciones de cuna que su madre le cantaba en vascuence y español, lo que constituirá posteriormente en su labor de creador una pertinaz y fértil fuente de inspiración. Y además él se sentía profundamente vasco y le encantaba que lo considerasen como tal.
Y, al igual que ocurrió en su vida, las obras de Maurice Ravel forman precisamente eso: una espléndida, continuada y coherente paradoja.
Compañero de estudios de Viñes en el Conservatorio de París desde muy jóvenes, pronto se dio cuenta de que nunca llegaría a ser un virtuoso del piano (tenía los dedos demasiado pequeños). Empezó a volcar entonces todas sus inquietudes musicales en la composición (siendo apoyado fervorosamente por su profesor Gabriel Fauré). Pero aunque siguieran diferentes especialidades, juntos continuaron explorando, investigando y divirtiéndose con la música. Incluso crearon un club muy particular, Los Apaches, en cuyo círculo se dieron a conocer, en première rigurosa, la mayor parte de las obras para piano de Ravel, cuya interpretación corría a cargo, naturalmente, de su amigo Viñes.
Catalogado de impresionista, la influencia de maestros como Couperin, Haydn o Schubert es tan importante como la de Borodin, Chopin, Debussy, Chabrier, Liszt o Mussorgski. Lo barroco y lo romántico, el post-romanticismo y el impresionismo. Lo antiguo y lo nuevo, las formas arcaicas de las pavanas o sonatinas, mezcladas con el ritmo de vals o los modelos más típicamente románticos.
Pero no se formen de él un concepto equivocado. No fue un copión. Nada más lejos de ello. Fue uno de los más grandes en su faceta compositiva, tanto de piano como orquestal. Tuvo la enorme capacidad de retomar modelos antiguos y reconvertirlos en tipologías musicales totalmente nuevas. En muchos aspectos, siendo heredero de la pianística y los modelos tradicionales, compuso algunas de las piezas más transgresoras y nuevas que se hayan creado para este instrumento siendo, al tiempo, uno de los que mejor supo entender el pensamiento de músicos predecesores orquestando la obra pianística de algunos de ellos.
Se podrían escribir muchas páginas sobre esa mezcla exquisita, preciosa, tejida a modo de un encaje, que forma la totalidad de su corpus musical. O sobre lo que representan sus Miroirs, Jets d'eau, Valses nobles et sentimentales, la Sonatine, Le Tombeau de Couperin, La Sérénade grotesque, Le Menuet sur le nom d'Haydn, su Prélude o sus piezas À la manière de Borodine, À la manière de Chabrier, la Pavane pour une Infante défunte, la Alborada del Gracioso o Le Menuet antique. Pero doctores tiene la iglesia que se lo contarán mucho mejor que yo y por eso les remito a los textos de especialistas tan importantes como André Thomas, Étienne Rousseau-Plotto, Luis Gago o la propia Angela Hewitt, una gran intérprete y conocedora de su obra. En ellos me he apoyado yo para escribir esta entrada (del texto de la última he usado la traducción francesa de Marie Lucchetta). En ellos podrán descubrir Vds. también de qué manera la música antigua se reinterpreta de forma novedosa y rica, conservando la esencia anterior. Al fin y al cabo se adelantó a su época y podríamos decir, permítanme la broma, que todo su obra está imbuída de una exquisita, minimalista y preciosista "deconstrucción musical", utilizando una técnica compositiva impecable, fruto de la cual surge una obra original y que lo define sin ningún género de dudas, sonando además (y principalmente) maravillosamente bien.
Pero centrémos en la composición que representa una de las cumbres del repertorio pianístico: Gaspard de la nuit.
Al igual que su admirado Mozart, era capaz de escribir dos obras radicalmente distintas a la vez (otra de sus innumerables paradojas) y en 1908, al tiempo que finalizaba su deliciosamente luminosa Ma Mère l'Oye (Mi madre la Oca), se sumergía en la oscuridad profunda e inquietante de Gaspard de la nuit. Su padre había muerto muy poco tiempo antes.
En julio de ese año, poco antes de la publicación de su obra, Ravel escribía a Ida Godebska con su habitual humor: "Después de larguísimos meses de gestación Gaspard de la nuit va a ver la luz... El culpable sin duda ha sido el diablo, lo que es lógico puesto que es el autor de los poemas".
Es casi con toda seguridad su obra más moderna, más heterodoxa. El culmen de una trayectoria iniciada en Miroirs.
En la primera parte, Ondine (Ondina), tenemos la "impresión" de escuchar continuamente a su protagonista aparecer y sumergirse en el agua, ora amable y enamorada, ora con desdén y despecho. Cualquier influencia romántica, especialmente de Liszt, ha desaparecido. Debussy está particularmente presente. La forma en que Ravel describe y evoca el claro de luna que convierte el lago en un espejo es sencillamente genial. La ondina canta después tierna y melancólicamente, pero ante el rechazo de su amado mortal, un pasaje fortissimo nos hace sentir su enfado y su risa despectiva.
Le gibet (El patíbulo) nos remite a un angustioso y repetitivo sonar de campanas, de fúnebres augurios, conseguido gracias a un ostinato sincopado de dos notas en Si bemol, que se repite machaconamente durante los 52 compases de la pieza, con un marcado olor a muerte y apoyado en sonidos aparentemente faltos de expresión. Como un soniquete constante que imita a la perfección el tañer de una campana lejana.
Y ese crescendo profundamente renovador desemboca en Scarbo, una partitura que exige una técnica depurada y un virtuosismo más que respetable. Son auténticas piruetas compositivas, pero dentro de una estructura musical perfecta y de un esqueleto "sencillamente" musical, no obstante lo endiablado de la escritura. Y también es la uña de Scarbo, arañando las cortinas de seda (como si del propio diablo se tratase) y la piel de quien está encerrado con él en la habitación, muerto de miedo. Él mismo describió esta tercera pieza como una transcripción orquestal para piano. Y precisamente en esta tercera parte es donde se muestra claramente otra de las paradojas del compositor y su música: no sólo hacer de lo antiguo algo moderno, sino conseguir la perfección, desde la complejidad técnica y la aparente simplicidad artística y musical.
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Para terminar, dos breves reseñas de las versiones que les he traído. Esta vez prometo que sí lo serán. Sólo para que conozcan mi opinión al respecto. Porque, a fin de cuentas, lo que vale es la que les sugiera y sepa crear en Vds.
No hay virtuoso que se precie que no haya interpretado el Gaspard de la nuit de Ravel. Con resultados muy desiguales, todo hay que decirlo. No es fácil tocar, en especial, la partitura de Scarbo y si alguna vez la han escuchado en directo habrán podido comprobarlo. De las diversas versiones que tengo por casa he estado dudando entre la de Angela Hewitt y la que les traigo de Joaquín Achúcarro pero, finalmente, me he decidido por esta última. Aunque dura casi un minuto más que la primera y, en teoría no se apreciaría tanto la capacidad técnica del intérprete, me ha parecido más sutil, delicada y que ha sabido entender mejor el concepto de la pieza musical y del texto de Bertrand. Además no es la primera vez que les confieso mi admiración por el sonido que este veterano concertista (otro vasco), es capaz de sacar al rey de los instrumentos musicales. Aunque mucho mejor que yo lo dice él mismo: "Puedo asegurar que mi versión de Gaspard de la nuit es la más lenta jamás grabada, pero así siento esta maravillosa música. A Ravel hay que tocarlo sin que el virtuosismo técnico esconda la poesía y la intensidad expresiva que encierra".
Pues eso, no hay más que añadir.
Ravel no sólo escribió música para piano. También fue un excelente compositor orquestal. Y empleo a propósito la palabra porque refiriéndonos a él, parece más lógico hablar de "música orquestal" que de "música sinfónica" puesto que su orquesta recuerda a un coro de instrumentos donde ninguno prevalece sobre otro. Realmente, la mayor parte de su producción orquestal, salvo las óperas, Daphnis et Chloé, la Valse y dos conciertos para piano, son transcripciones propias y ajenas de obras pianísticas. Propias a lo largo de casi toda su vida, como Tombeau de Couperin, Pavane pour une Infante défunte, Menuet antique, Miroirs, Alborada del gracioso, Valses nobles et sentimentales, La Habanera, Ma mère l'Oie y Une barque sur l'océan. Ajenas, como diversas piezas de Debussy, Satie, Chopin, Schumann, Chabrier o la archifamosa versión orquestal de "Cuadros de una exposición" de Mussorgski, realizada 50 años después de que el ruso compusiera la obra para piano. Versión en la que supo entender al compositor maldito probablemente como ningún otro. Una matización. Nunca sus obras orquestadas restaron un ápice de interés a las propias obras pianísticas pues es tal la fuerza de éstas (tanto las suyas como las de otros) y tan respetuosa su transcripción que todas las versiones han podido convivir perfectamente sin que las primeras hayan eclipsado nunca a las segundas.
Pero, curiosamente, su obra pianística cumbre tuvo que esperar mucho más tiempo a ser transcrita para orquesta. La realizó Marius Constant en 1990, por encargo de los herederos directos del compositor vasco y las Éditions Durand. Emprendió la tarea con admiración, respeto y mucho miedo, siendo consciente del privilegio que la tarea encomendada representaba. Siguió el ejemplo y la técnica que Ravel había empleado para la obra de Mussorgski. Fruto de ese esfuerzo y trabajo surgió la versión que escucharán Vds. A mí me parece digna, hermosa, fiel y respetuosa con el original. Pero repito que serán Vds. mismos los que se formarán, al degustarla, su propia opinión. Decirles además que de esta grabación orquestada que oirán dentro de muy poco, he tomado la versión recitada del original literario, con la voz sugerente y especial de Carole Bouquet.
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Y bueno, con esta entrada se acabó la tortura teórica a que les he sometido. A partir de ahora, el texto y la música de Gaspard de la nuit se adueñarán de esta bitácora. ¡Ya era hora! Dentro de tres días podrán disfrutar de la primera de las tres piezas. El mismo intervalo de publicación tendrán sus dos hermanas. Les prometo que cumpliré los plazos (de hecho, ya están listas para la tecla naranja).
Les agradezco especialmente a todos la atención dedicada a estas tres primeros capítulos, más áridos de lo habitual y sin el aliciente de la música. Y también porque precisamente gracias a la preparación de ellos, yo he aprendido a entender algo mejor las dos piezas: la literaria y la musical. Mis disculpas si les he aburrido. Estoy segura de que, con su generosidad habitual, sabrán perdonarme.
Buenas noches.
12 comentarios:
Pues.....bueno, si usted lo dice, pues eso, que sera verdad, pero como yo no me entero de nada solo entro para decirle que soy el primero en comentar y que si eso tiene premio,ja,ja,ja.
Un abrazo querida amiga.
Salud y felicidad
A la espera quedamos, querida condesita. Y le prometo que estoy deseando escuchar a Ravel para poder participar de ese gozo que usted nos anuncia. Ya le contaré cuando nos envíe usted las próximas entregas.
¡Ah! y decirla que no sé para otros, pero para mí, su defensa numantina de sus autores y sus obras me resulta pedagógica y necesaria, siendo como soy (hasta que sea mayor) un aprendiz de casi todo.
Beso sus manos y quedo a sus pies,
Salud y República
Rafa, eres un pelota,ja,ja,ja.
Es broma, no te me enfades.
Un abrazo para ti y otro para nuestra condesita
Navegante
Mi querido Navegante. Nunca tendré palabras suficientes para agradecerle su fidelidad inquebrantable.
Y sí. Me ha dado Vd. una idea. Esta vez habrá premio. De hecho, todo el que quiera apuntarse, no tiene más que mandarme un correo electrónico con su domicilio postal y me comprometo a enviarles una copia de cada uno de los discos, comprado honradamente con el sudor de la frente de esta condesa (a veces, las condesas incluso trabajamos).
Y que venga a por mí Ramoncín. Que ése no conoce a la condesa y le estaré esperando.
De modo que ya lo saben.
Y mi querido Rafael, no es un pelota. Sólo es otro devoto incondicional.
Un beso fuerte Navegante.
Rafael
Que haría yo también sin mi querido Rafael. Vds. dos son mis más incondicionales admiradores y yo lo agradezco como no se pueden ni imaginar.
Yo que Vd. me apuntaba a lo del premio para poder degustarlo tranquilamente en casa.
Hola Freia, la inteligente frase del genial Achúcarro la aplicaría yo por aquí y por allá... Además ¡lo difícil que es tocar despacio!
Un abrazo
¡Qué razón tienes, María! Y es un pecado que afecta sobre todo a los más jóvenes. Por una parte, desean demostrar al mundo su habilidad técnica y por otra, seguramente, les falta haber vivido un poco más para entender la hondura de una pieza y lo que quería expresar con ella quien la compuso.
Un abrazo
ya escucho la ondina, muerta de miedo
- mentirosssssa, todaviaaaaaa nooooooo la essssscuchasssssssss
Mañana por la noche, querida. Mañana.
Pues a mí no me cabe ninguna duda de que en tus textos se cumpla el principio horaciano de enseñar, deleitándonos. ;-P
Un beso
Mil gracias, mi querida Maga. Lo cierto es que me costó mucho parir la entrada pero me he alegrado mucho de hacerla por lo que aprendí de los textos consultados. Además llevaba una temporada en que no me consideraba capaz de hacer una entrada de este tipo y, ahora que está terminada la entrada-río, me siento un pelín orgullosa de ella.
Un beso fuerte, querida.
Hola!
Buscando información sobre Ida Godebska para un post sobre "Asturiana - Songs from Spain and Argentina", el Google me ha traído hasta tu blog. Y aunque no he encontrado lo que estaba buscando, me he entretenido en leer y me ha maravillado la cantidad de información que generosamente regalas en tu blog, así que dedico estas líneas a felicitarte, darte las gracias y animarte a seguir.
Saludos, Alibadal
Estimado Alibadal
Es cierto que poca información sobre la Godebska ha podido encontrar en esa entrada sobre el Gaspar de la Nuit de Ravel (no se apure por el tratamiento: trato a todo el mundo de Vd.), tan solo una cita.
Y le agradezco sus palabras porque la primera persona que aprende al recopilar datos soy yo. Después éstos se convierten en un mero acompañamiento de la música.
Y sabe al ver su nombre esta noche en el comentario, he recordado un blog que hacía tiempo que no visitaba y que me gustaba especialmente porque en él cabían diversos tipos de música.
Si es Vd. Santiago Noriega, bienvenido con más razón a este blog. Primero, por ser Vd. y después porque nació en una de las ciudades que yo más quiero y a la que "irremisiblemente" vuelvo cada año por junio.
Un saludo y vuelva cuando quiera.
Yo, por mi parte, retomaré mis viejas costumbres "alibadienses"
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