Un regalo de Sergio Astorga

viernes, 19 de octubre de 2007

Et Lux Perpetua

Esta noche he leído el post de Gracchus y se me ha contagiado la tristeza. Hace más de un mes que la muerte se empeña en darme señales continuas de que está ahí; me espera, me regatea burlona, se esconde en las esquinas y aparece de repente haciéndome guiños obscenos para indicarme que no se ha ido, que está encantada de seguir con su danza macabra, y con ella se va llevando personas que quiero o que quieren los que quiero, admiro o conozco. No hablo hoy de esa muerte con mayúsculas, la de Darfur, Irak, Suazilandia o Líbano; hablo de la cotidiana, la que roza con el ala y marca a fuego a los que toca, golpeándolos con un dolor sordo e insoportable. Y me apetece llorar y quiero llorar por el padre de Gracchus y el de Tanhäuser, muerto hace un mes; y por el hermano de Bolche, hace un año; y por mi compañero Tito, hace diez días; y por mi madre, hace cuatro años y a la que todavía echo tanto de menos... y por todos los compañeros, familiares y amigos que me han ido dejando un poquito más huérfana cada día.


Pensaba qué canción o melodía podía poner que me ayudara a expulsar la tristeza y, al mismo tiempo, sirviera para honrarlos, perpetuarlos, respetarlos. La mente ha buscado en el disco duro y ha sido muy rápida: una letra muy bella, con una de las músicas más hermosas.


Pero inmediatamente he recordado que alguien tuvo la desfachatez de interpretar esa pieza en el entierro de uno de los mayores asesinos de la Historia: Franco. Por eso hoy, como mínima compensación, quiero que el Requiem de Mozart suene también por todos los que todavía están enterrados en las cunetas, en las fosas comunes en medio del campo, al borde de los caminos, despojados de su nombre y de su honor, para que puedan ser sacados pronto de donde están y sus familias y la Historia puedan reconocerlos, honrarlos, rehabilitarlos, recordarlos, recuperarlos. Para que de una vez por todas les sea concedido el descanso eterno y brille sobre ellos la luz perpetua... y, de paso, sobre nosotros.



7 comentarios:

Charles de Batz dijo...

Al fin y al cabo no es culpa de esa magnífica obra que se le haya dado un uso tan indigno. Sirven para lo que han sido creadas, sólo para eso, y creo yo que es algo de contenido mucho más íntimo y espritual que engrandecer los golpes que un dictador daba a su mesa.

Pasa que en ocasiones tenemos esa sensación que tan bien describes, la de que la muerte nos acosa en cada rincón: por mucho que intentemos ocultarnos, siempre nos damos de cara con ella, y la vemos llevándose de la mano a un ser querido o a alguien que lo fue para una persona que apreciamos... Así es, y lo peor es que no hay nada que hacer si no es lo que tu has hecho, guardarlos en el lugar más dulce de nuestra memoria arroparlos con el sonido de una bella melodia.

Salud

Gemma dijo...

Bellísimo el réquiem, Freia.
¿Por qué será que en otoño muere tanta gente?

También yo guardo un recuerdo lacerante de la muerte de un ser querido. Pronto van a cumplirse 4 años.

Un fuerte abrazo.

Maripuchi dijo...

Las desgracias no suelen venir solas ... no sé por qué ....

El Réquiem de Mozart, como todo el resto de su obra, es perfecto.

Guardo silencio por vosotros, que sufrís.
Beso grande.

Freia dijo...

Menos mal que la vida suele tener mucha más fuerza y se va imponiendo a diario. Un abrazo a los tres

Tanhäuser dijo...

No hay mejor música que ésta para homenajear a los que muerieron por nuestra libertad y por defender la ley de los traidores.
Besos y muchas gracias, Freia

J. G Centeno dijo...

Te prohibo, en nombre del marxismo-leninismo, y del Comité central del PCUS, que este murria

Gracchus Babeuf dijo...

¡Qué bonito homenaje!.

¡Qué bonita compañía!