En enero del pasado año, Elisabeth Leonskaja participaba en Grandes Intérpretes de Scherzo con un programa formado por las tres últimas sonatas de Beethoven. De aquel concierto les di cuenta en esta entrada de las Variaciones.
Este año ha vuelto a tocar en el mismo ciclo pero esta vez traía en su equipaje las tres últimas sonatas de Schubert.
Lo que dije entonces en el inicio de aquel post sobre ella lo ratifico, hasta en lo relativo al vestuario y los ruidos, toses y sonar de móviles. Gran, grandísima dama de la interpretación pianística mundial. A mí me sonó su Schubert como pocas veces me ha sonado el de nadie. Íntimo, hermoso, introspectivo, delicado. "Jugaba" al piano como si tejiera un encaje de Holanda: con entusiasmo de niña, energía juvenil, pensamiento de mujer madura y reflexión de quien, a las puertas casi de la vejez, ha vivido mucho y sentido profundamente la música.
Este año ha vuelto a tocar en el mismo ciclo pero esta vez traía en su equipaje las tres últimas sonatas de Schubert.
Lo que dije entonces en el inicio de aquel post sobre ella lo ratifico, hasta en lo relativo al vestuario y los ruidos, toses y sonar de móviles. Gran, grandísima dama de la interpretación pianística mundial. A mí me sonó su Schubert como pocas veces me ha sonado el de nadie. Íntimo, hermoso, introspectivo, delicado. "Jugaba" al piano como si tejiera un encaje de Holanda: con entusiasmo de niña, energía juvenil, pensamiento de mujer madura y reflexión de quien, a las puertas casi de la vejez, ha vivido mucho y sentido profundamente la música.
Una hermosa, hermosísima versión de las tres larguísimas y dificilísimas piezas y, de propina, nada menos que un Impromptu y ¡la Sonata Wanderer! (ahí es nada como piezas fuera de programa) que hicieron que se nos pasase el tiempo tan deprisa que salimos una hora más tarde de lo que suele ser habitual en este abono. Ella como si no hubiese estado tocando casi tres horas seguidas. Nosotros, felices por haber podido escucharla y sentirla de esa manera. Y todavía se quedó firmando discos... Admirable mujer que al menor signo de agradecimiento te regala propinas espléndidas solo por el hecho de haber demostrado un mínimo de calor y reconocimiento hacia ella. Realmente soberbia su actuación.
Vayamos ahora con las obras del austríaco, que tienen menos puntos en común con las de Beethoven de lo que pudiera parecer. Les advierto de antemano que esta entrada viene cargadísima de música y es de esos post pesaditos, pesaditos de "miren cómo se rasca delicadamente el pianista el pie izquierdo en el compás tercero del cuarto movimiento". Advertidos quedan. Todavía están a tiempo de marcharse de puntillas y como el que no quiere la cosa. Después no se quejen y aleguen que no se lo dije.
Ya mencioné hace un año que la aparición de la sonata nº 29, la Hammerklavier, del de Bonn, marca un punto de inflexión en el corpus de sonatas de Beethoven. Pero tanto la 30, como la 31 y la 32, de las que entonces les hablé, tienen entidad propia. Tres años mediaron entre la creación de la primera y la última. No hay continuidad entre las tres, salvo la de una lógica unidad estilística. Son universos cerrados, perfectamente acabadas en sí mismas. Son rompedoras, transgresoras y rabiosamente modernas. Y muy diferentes entre ellas.
Con Schubert las cosas cambian. Las sonatas 21, 22 y 23 fueron escritas en el mismo año, con apenas unos meses de diferencia entre la primera y la última y publicadas juntas, como un todo, en 1839; es decir, 11 años después de la muerte del compositor y uno más tarde de la muerte de Johann Nepomuk Hummel, destacado pianista alumno de Mozart y Salieri a quien, en principio, iban dedicadas (Cuando finalmente vieron la luz el editor Diabelli se las dedicó a Schumann).
Seguramente conozcan muchos datos de la biografía de Schubert pero quizá no viniera mal recordar que murió muy joven, con 31 años; que los dos últimos fueron especialmente dolorosos pues la enfermedad fue cruel en grado sumo con su maltrecho cuerpo y que las fiebres, seguramente tifoideas y que vinieron a complicar su ya muy quebrada salud, lo matarían a mediados de noviembre de 1828. Cómo alguien que está moribundo y apenas puede moverse fue capaz de escribir unas obras tan delicadas, soberbias, espléndidas, matizadas, intimistas y no exentas de una cierta alegría es algo que resulta muy difícil de explicar. Hay quien las compara con los últimos quintetos o las tres últimas sinfonías de Mozart. Un Amadeus muerto de hambre y fiebre compuso, al igual que después lo haría Schubert, piezas musicales en las que destacan la soberbia melodía, la belleza casi dolorosa, pero entreveradas por una melancolía y una tristeza de quien se sabe en el umbral. En el caso de este último, las tres sonatas fueron no solo sus últimas obras para piano sino las últimas composiciones sensu stricto. Son pues su testamento musical.
En contraposición a las beethovenianas, las del austríaco tienen una clarísima unidad de estilo, temática y melódica. Algunos expertos consideran que realmente son una sola obra y por tanto la denominan trilogía. La trilogía del adiós, como la definía Enrique Martínez Miura en las notas del programa de mano del concierto del martes.
En efecto, las tres composiciones presentan una clásica estructura de sonata. Primer movimiento, allegro, salvo en el caso de la D96o sustituído por un ritmo mucho más moderado. No hay que olvidar que esta última fue terminada a finales de septiembre y dada a conocer junto a sus "hermanas" por el propio Schubert dos días después. Menos de dos meses más tarde, éste moriría. Es pues también su testamento vital. En ese primer movimiento podrán observar cómo existe un tema que se va desarrollando de forma muy clara y evidente, pero es interrumpido por golpes discordantes a cargo de la mano izquierda. Ritmo suave, muy melódico que alterna con sombras, con oscuros presentimientos, con paisajes melancólicos y tristes. Movimientos largos o muy largos en los tres casos, participan de una estructura muy beethoveniana, aunque recientes estudios parecen no dejar lugar a dudas contrariamente sobre el marcado carácter schubertiano de estas tres partituras. Al menos, lo que es evidente es que el austríaco no habría podido componerlas si el alemán no hubiese compuesto antes las suyas. No tengan miedo y atrévanse a escuchar. Si yo he ido distinguiendo la alternancia de melodías con disonancias, también pueden hacerlo Vds. perfectamente. Adéntrense en la música. Zambúllanse. No van a arrepentirse.
Los segundos movimientos son siempre lentos continuando con esa clásica forma sonata. En ocasiones serenos, a veces sin embargo dejan aflorar muy claramente de nuevo lo sombrío, la acechanza y proximidad de la muerte. No podemos olvidar que en esta época el compositor acababa de finalizar el Winterreise o Viaje de Invierno, una colección de lieder melancólicos, de despedida, donde la idea del final es evidente en todas y cada una de las canciones. La añoranza de lo que está a punto de perderse, de lo que ya nunca será lo verán especialmente en ese Andante de la tercera sonata (no en vano la más triste) y en el Andantino de su predecesora. Estos segundos movimientos también son notablemente más cortos que los primeros
Por contra, los terceros son paradójicos en sí mismos. También siguiendo la estructura clásica, son cortos y formados por lo que yo llamo "un movimiento doble". El primer motivo es dulce, con frecuencia muy sereno, tranquilo. Pero a él siempre se le opone el trío del segundo motivo donde a menudo asoman los tintes oscuros y la cercanía del final.
Los cuartos movimientos siempre son Allegro. Pero con las mismas contraposiciones y alternancias que los primeros y también con mucha mayor duración que los tiempos centrales. Y en ellos, al igual que en aquéllos, se muestran los momentos de mayor dificultad técnica. Pero igualmente en ellos se dan los influjos más beethovenianos y más románticos a un tiempo, conformando el estilo más inconfundible y la cima profesional de Schubert. Uno de esos elementos característicos es lo que yo denomino desde hace muchísimos años, "motus interruptus". Suena raro, ¿verdad? Me explico. Mediado el movimiento, el tema entra de repente con nueva fuerza, va creciendo en volumen y cada vez más deprisa. Casi, casi en pleno clímax uno tiene la sensación evidente de que va a terminarse la obra. Pero, de repente, se retoma el tema desde el inicio interrumpiendo el final que parecía claro . Y así hasta tres veces. Hasta que finalmente éste se produce. Sé que no lo sé expresar nada bien. Es más, si Diego Fernández Magdaleno o Pablo Alvárez se pasaran por aquí, me apuesto mi cuello de condesa a que se desternillarían de risa por los términos empleados, pero qué quieren. A mi pesar nunca aprendí música ni técnica musical y no sé usar las palabras correctas. Espero que si alguno de los dos o ambos llegan a leer esto sepan disculparme. Eso sí, les dejo reírse todo lo que quieran. Con todo, yo creo que si escuchan los movimientos experimentarán una sensación de aumento de tensión emocional en la obra, tensión provocada por estas "interrupciones". Entonces comprenderán perfectamente lo que tan mal he definido.
¿Ven como todo se termina? Hemos llegado al final. Solo decirles que he utilizado algunas notas de expertos musicólogos exclusivamente para algunos datos puntuales que les he citado. El análisis de la audición ha sido todito mío, con los errores y las equivocaciones que pueda tener. Está basado única y exclusivamente en muchas horas de vuelo en auditorios y en salas de conciertos que han logrado que haya podido ir desasnando esta oreja mía, con ya más de una cincuentena a sus lóbulos.
Lamento haberles sometido a esta sesión interminable de palabras. Pero si gracias a ello consiguen sacarle mayor provecho a lo que van a escuchar a continuación, a manos además de un gran intérprete schubertiano, entonces valdrá la pena porque Vds. y yo esta semana habremos aprendido juntos. Espero que, de verdad, les sea tan útil como para mí lo ha sido en mi aprendizaje de Schubert.
Vayamos ahora con las obras del austríaco, que tienen menos puntos en común con las de Beethoven de lo que pudiera parecer. Les advierto de antemano que esta entrada viene cargadísima de música y es de esos post pesaditos, pesaditos de "miren cómo se rasca delicadamente el pianista el pie izquierdo en el compás tercero del cuarto movimiento". Advertidos quedan. Todavía están a tiempo de marcharse de puntillas y como el que no quiere la cosa. Después no se quejen y aleguen que no se lo dije.
Ya mencioné hace un año que la aparición de la sonata nº 29, la Hammerklavier, del de Bonn, marca un punto de inflexión en el corpus de sonatas de Beethoven. Pero tanto la 30, como la 31 y la 32, de las que entonces les hablé, tienen entidad propia. Tres años mediaron entre la creación de la primera y la última. No hay continuidad entre las tres, salvo la de una lógica unidad estilística. Son universos cerrados, perfectamente acabadas en sí mismas. Son rompedoras, transgresoras y rabiosamente modernas. Y muy diferentes entre ellas.
Con Schubert las cosas cambian. Las sonatas 21, 22 y 23 fueron escritas en el mismo año, con apenas unos meses de diferencia entre la primera y la última y publicadas juntas, como un todo, en 1839; es decir, 11 años después de la muerte del compositor y uno más tarde de la muerte de Johann Nepomuk Hummel, destacado pianista alumno de Mozart y Salieri a quien, en principio, iban dedicadas (Cuando finalmente vieron la luz el editor Diabelli se las dedicó a Schumann).
Seguramente conozcan muchos datos de la biografía de Schubert pero quizá no viniera mal recordar que murió muy joven, con 31 años; que los dos últimos fueron especialmente dolorosos pues la enfermedad fue cruel en grado sumo con su maltrecho cuerpo y que las fiebres, seguramente tifoideas y que vinieron a complicar su ya muy quebrada salud, lo matarían a mediados de noviembre de 1828. Cómo alguien que está moribundo y apenas puede moverse fue capaz de escribir unas obras tan delicadas, soberbias, espléndidas, matizadas, intimistas y no exentas de una cierta alegría es algo que resulta muy difícil de explicar. Hay quien las compara con los últimos quintetos o las tres últimas sinfonías de Mozart. Un Amadeus muerto de hambre y fiebre compuso, al igual que después lo haría Schubert, piezas musicales en las que destacan la soberbia melodía, la belleza casi dolorosa, pero entreveradas por una melancolía y una tristeza de quien se sabe en el umbral. En el caso de este último, las tres sonatas fueron no solo sus últimas obras para piano sino las últimas composiciones sensu stricto. Son pues su testamento musical.
En contraposición a las beethovenianas, las del austríaco tienen una clarísima unidad de estilo, temática y melódica. Algunos expertos consideran que realmente son una sola obra y por tanto la denominan trilogía. La trilogía del adiós, como la definía Enrique Martínez Miura en las notas del programa de mano del concierto del martes.
En efecto, las tres composiciones presentan una clásica estructura de sonata. Primer movimiento, allegro, salvo en el caso de la D96o sustituído por un ritmo mucho más moderado. No hay que olvidar que esta última fue terminada a finales de septiembre y dada a conocer junto a sus "hermanas" por el propio Schubert dos días después. Menos de dos meses más tarde, éste moriría. Es pues también su testamento vital. En ese primer movimiento podrán observar cómo existe un tema que se va desarrollando de forma muy clara y evidente, pero es interrumpido por golpes discordantes a cargo de la mano izquierda. Ritmo suave, muy melódico que alterna con sombras, con oscuros presentimientos, con paisajes melancólicos y tristes. Movimientos largos o muy largos en los tres casos, participan de una estructura muy beethoveniana, aunque recientes estudios parecen no dejar lugar a dudas contrariamente sobre el marcado carácter schubertiano de estas tres partituras. Al menos, lo que es evidente es que el austríaco no habría podido componerlas si el alemán no hubiese compuesto antes las suyas. No tengan miedo y atrévanse a escuchar. Si yo he ido distinguiendo la alternancia de melodías con disonancias, también pueden hacerlo Vds. perfectamente. Adéntrense en la música. Zambúllanse. No van a arrepentirse.
Los segundos movimientos son siempre lentos continuando con esa clásica forma sonata. En ocasiones serenos, a veces sin embargo dejan aflorar muy claramente de nuevo lo sombrío, la acechanza y proximidad de la muerte. No podemos olvidar que en esta época el compositor acababa de finalizar el Winterreise o Viaje de Invierno, una colección de lieder melancólicos, de despedida, donde la idea del final es evidente en todas y cada una de las canciones. La añoranza de lo que está a punto de perderse, de lo que ya nunca será lo verán especialmente en ese Andante de la tercera sonata (no en vano la más triste) y en el Andantino de su predecesora. Estos segundos movimientos también son notablemente más cortos que los primeros
Por contra, los terceros son paradójicos en sí mismos. También siguiendo la estructura clásica, son cortos y formados por lo que yo llamo "un movimiento doble". El primer motivo es dulce, con frecuencia muy sereno, tranquilo. Pero a él siempre se le opone el trío del segundo motivo donde a menudo asoman los tintes oscuros y la cercanía del final.
Los cuartos movimientos siempre son Allegro. Pero con las mismas contraposiciones y alternancias que los primeros y también con mucha mayor duración que los tiempos centrales. Y en ellos, al igual que en aquéllos, se muestran los momentos de mayor dificultad técnica. Pero igualmente en ellos se dan los influjos más beethovenianos y más románticos a un tiempo, conformando el estilo más inconfundible y la cima profesional de Schubert. Uno de esos elementos característicos es lo que yo denomino desde hace muchísimos años, "motus interruptus". Suena raro, ¿verdad? Me explico. Mediado el movimiento, el tema entra de repente con nueva fuerza, va creciendo en volumen y cada vez más deprisa. Casi, casi en pleno clímax uno tiene la sensación evidente de que va a terminarse la obra. Pero, de repente, se retoma el tema desde el inicio interrumpiendo el final que parecía claro . Y así hasta tres veces. Hasta que finalmente éste se produce. Sé que no lo sé expresar nada bien. Es más, si Diego Fernández Magdaleno o Pablo Alvárez se pasaran por aquí, me apuesto mi cuello de condesa a que se desternillarían de risa por los términos empleados, pero qué quieren. A mi pesar nunca aprendí música ni técnica musical y no sé usar las palabras correctas. Espero que si alguno de los dos o ambos llegan a leer esto sepan disculparme. Eso sí, les dejo reírse todo lo que quieran. Con todo, yo creo que si escuchan los movimientos experimentarán una sensación de aumento de tensión emocional en la obra, tensión provocada por estas "interrupciones". Entonces comprenderán perfectamente lo que tan mal he definido.
¿Ven como todo se termina? Hemos llegado al final. Solo decirles que he utilizado algunas notas de expertos musicólogos exclusivamente para algunos datos puntuales que les he citado. El análisis de la audición ha sido todito mío, con los errores y las equivocaciones que pueda tener. Está basado única y exclusivamente en muchas horas de vuelo en auditorios y en salas de conciertos que han logrado que haya podido ir desasnando esta oreja mía, con ya más de una cincuentena a sus lóbulos.
Lamento haberles sometido a esta sesión interminable de palabras. Pero si gracias a ello consiguen sacarle mayor provecho a lo que van a escuchar a continuación, a manos además de un gran intérprete schubertiano, entonces valdrá la pena porque Vds. y yo esta semana habremos aprendido juntos. Espero que, de verdad, les sea tan útil como para mí lo ha sido en mi aprendizaje de Schubert.
F.Schubert (1797-1828) - Sonata nº21 en do menor, D 958 (1828). I Allegro II Adagio III Menuetto. Allegro IV Allegro. Wilhelm Kempf. Deutsche Grammophon (Polydor), 1970
F.Schubert (1797-1828) - Sonata nº22 en La mayor, D 959 (1828). I Allegro II Andantino III Scherzo. Allegro vivace IV Rondo. Allegretto. Wilhelm Kempf. Deutsche Grammophon (Polydor), 1968
F.Schubert (1797-1828) - Sonata nº23 en Si bemol mayor, D 960 (1828). I Molto moderato II Andante sostenuto III Scherzo. Allegro vivace IV Allegro ma non troppo. Wilhelm Kempf. Deutsche Grammophon (Polydor), 1967.
Si no han quedado exhaustos, ahítos, agotados después de esta durísima sesión de sonatas schubertianas, es que son Vds. insaciables. Pero así con la boquita pequeña les diré que me encantaría que hubiesen llegado hasta aquí habiendo escuchado las piezas, que esta condesa se ha pasado tres días fabricando la entrada y dándole una y otra vez al play, para poder explicarles cómo ve ella las sonatas.
Oigan pues, disfruten, diviértanse con el muchacho melancólico que fue Schubert en su final y sean todo lo felices que puedan, que la vida es muy corta y hay que aprovechar los buenos momentos, no vaya a ser que nos aticen unas fiebres tifoideas.
Buenas noches a todos.
19 comentarios:
Agotado me ha dejado condesa, pero ha merecido la pena y eso que Schubert no es de mis favoritos.
saludos
Pues al contrario de Txema, para mí Schubert, y no sabría decir por qué, me llega y mucho. Así es que señora condesa, su entrada ha sido especialmente apetecible e instructiva para este oído de madera que queda a sus pies.
Salud y República
Buenos días a los dos, mis madrugadores y fieles seguidores de esta bitácora.
Txema
Si le sirve de consuelo, yo acabé también muy cansada después de haber conseguido parir el post. Pero también pienso que ha merecido la pena. Nunca había escuchado esas sonatas con semejante sensación y es como traspasar una puerta que llevaba cerrada mucho tiempo.
Un abrazo, mi querido amigo.
Rafa
No sabe lo que me alegra oír que le gusta a Vd. un austríaco... ¡Ole, ole, ole (así, sin acento)!
Pues mire que a mí me gustaba la Pires cuando venía a interpretarlo, pero me gusta mucho más la Leonskaja. Y no le digo ya mi amigo L
Wilhelm Kempf.
Ese "no sabría decir por qué" me ha gustado más todavía. A ver si se va Vd. a reconvertir ahora. Si eso es así, empiezo a creer en imposibles.
Y de oído de madera, nada de nada, que yo sé que no es cierto.
Un abrazo fuerte a todo el clan García Corrales.
¡Qué hermosa entrada!
Me ha llegado mucho la frase "como si tejiera un encaje de Holanda".
Zambullirse en la música, entrar en ella como en el mar, pero estar ahí escuchando el concierto debe ser mágico.
Muchas gracias por enseñarnos a amar la música.
Un fuerte abrazo.
Querida Isabel
Tienes toda la razón. Un concierto en directo, para mí, tiene mucha más capacidad de emocionar que escuchar un disco por muy genial que sea el intérprete. A pesar del poco respeto que por los músicos muestra una parte no pequeña del público. Se distinguen mucho mejor todos los sonidos sin mezclarse. Te parecerá una tontería pero el oído está más abierto y predispuesto.
Eso sí, como un músico tenga el día de aburrimiento y falta de ganas, toda la labor de equipo se puede ir a hacer gárgaras. Como os ocurre a vosotros en el teatro.
Espero que ya estés bien del todo. Un beso grande, Isabel y gracias por estar siempre ahí también.
¿Sabe vuecencia por qué me gusta venir aquí, aparte de por oír música? Porque me permite darme un baño de "soy un zoquete insensible", tan necesario.
Mi recuerdo de Schubert, poco musical, fue de una tarde en que me fui andando una tarde de domingo al Colegio de los Jesuitas, donde ponían dos películas "gratis". Muerto mi padre, no todos los domingos tenía las 2 pesetas para ir al Monumental, así que frecuenté los Salesianos y los Jesuitas. Si le parece que estaba demasiado lejos, piense que por detrás del Castillo no era tanto.
Una de las pelis era la vida de Schubert y me dejó impresionado.
Ahora bien, si cree Vuecencia que eso me preparó para entender lo de "Pero igualmente en ellos se dan los influjos más beethovenianos y más románticos a un tiempo", va lista su señoría.
No pierdo la esperanza, leyéndola y escuchando, de ligar en el Asilo hablando de música a las damas como si cualquier cosa.
Besos, y no me diga que no es cierto lo que he escrito porque no la voy a creer.
¿Sabes Nano? Esta mañana la condesa se marchó a dar un paseo en calesa por el Salón del Prado, de modo que me toca a mí, Paz, contestarte.
Al leerte, me has traído recuerdos de olor a brea y sal, de chanclas de goma de colores, de bañadores que nos hacía la abuela cada año, de calor húmedo, de sol, de verano, de infancia, de la plaza de Correos y la Gabriel Miró. De ser feliz. De una ciudad y un tiempo que ya no existen, aunque el Monumental todavía esté en pie, aunque ya nunca más en aquel fantástico edificio modernista que derruyeron. Recuerdos de una vida por estrenar, de personas que desde hace muchos años ya no están arropando, de un montón de planes de futuro que nunca cuajaron.
De repente se me ha venido toda la melancolía encima de una ciudad que ya no es la mía, aquélla a la que no me habría importado volver.
Y fíjate tú que me he puesto muy tonta y he tenido que apagar a Schubert y todo.
Vaya, que mejor esperamos a que vuelva la condesa y te conteste comm'il faut. ¿De acuerdo?
Un besazo grande de puerto pesquero, ése en el que seguramente yo espantaría a tus peces siendo una enana y que te quiero mucho.
Estimadísima Condesa y, por exetensión, no menos apreciado D. Rafa:
No he dicho que no me gusta el austríaco, he dicho que no es de mis favoritos. ¡Pardiez!
Pero bueno para que vean que sé apreciar su música, tengo una versión de todas sus sinfonías en vinilo con la Filarmónica de Viena y Karl Bohm. Ahí es nada.
¡Calumniadores!
Buenas tardes a los dos. Vengo de mi paseo dominical y me encuentro esto manga por hombro. No se puede uno fiar de los administradores. Para nada. Lo ponen todo perdido.
Nano
Mi estimado Nano. Me gusta eso que ha contado sobre la película de Schubert y su ciudad natal. Me trae recuerdos bien agradables (no como a otras). Yo ahora mismo no recuerdo cuál pudiera ser dicho film, pero sí es cierto que el pobre Franz lo pasó bastante mal (aunque según las malas lenguas la enfermedad que lo traía a mal traer era una gonorrea, con lo que digo yo que no lo pasaría tan mal después de todo).
Y por lo que respecta a su música, yo creo que es un gran desconocido en el fondo. Como Haydn. Todos reconocemos de sobra el quinteto de la trucha o su sinfonía incompleta o inacabada. Pero Schubert es mucho más que eso y se debería programar y grabar mucho más su música para entenderla un poquito mejor. He dicho.
No me atrevo a llevarle la contraria, que luego todo se sabe. O mejor, no le llevo la contraria, si me promete que intentará no borrarse de Facebook (ya ve como la condesa sabe hacer chantajes)
Un abrazo fuerte y doble para su casa, que en ésta se les quiere mucho a los dos.
Txema
Mi buen Txema. Yo no osaría nunca meterme con Vd. al respecto de un gusto musical. Cada cual tiene sus preferencias y no seré yo en absoluto quien entre en ese terreno. Y menos decir que no le gusta alguien. Fíjese hasta qué punto lo respeto, que adoro a don Rafael y es filoitaliano y germanófobo en materia musical (y en otras, la futbolística por ejemplo ;-pp). Y no se meta con nuestro común amigo, que las tendencias le pierden.
Por cierto, me encantaría saber cuáles son sus gustos musicales, que nunca está de más mayor conocimiento de los asiduos a este blog.
Un abrazo también para Vd. y me despido, que la colación de mediodía me espera.
Con el permiso de Vds.
Gracias por la entrada!. Los que somos ignorantes pero disfrutamos como enanos escuchando estas maravillas te lo agradecemos de verdad.
Estoy trabajando mientras lo escucho y aunque no puedo estar atento al 100%, me está encantando.
Eskerrik asko!
Egunon, Oskar
A la música no se acerca uno con ignorancia o saber, sino con ganas de escuchar y ahí nadie gana a nadie. Siempre he dicho que lo más importante para oír música (sea del tipo que sea) es conseguir que nos emocione y nos diga algo. Lo demás es circunstancial y va llegando con el tiempo. Y, si me apuras, te diré que pocas cosas hay comparables a la primera audición de algo. Afortunadamente tanto a ti como a todos, como a mí nos quedan muchas obras que escuchar por primera vez. En la emoción que nos transmite es donde radica el placer de escuchar. O en la capacidad evocadora que la música tiene cuando reconocemos una pieza y la relacionamos con algo vivido.
Eskerrik asko a ti, Oskar. Por seguir entrando a escuchar. Y de paso un abrazo.
A estas horas de la madrugada (ya llevo mucho rato levantada) aún suena mejor tu magnífica selección. Gracias querida Freia.
Un beso
Buenos días Carmen (bueno, para ti ya mediodía). Jajajaja a la hora que escribías esto me acababa de acostar yo.
Me alegro de que te hayan gustado las sonatas de despedida de Schubert. Es cierto que a esas horas y en el silencio suenan mucho mejor.
A ver cuándo nos animamos y organizamos una de conciertos en vivo con los García Corrales y quien quiera apuntarse.
Un beso muy muy fuerte, Carmen
¡Hola! He de decir que gracias a la entrada de Schubert, he empezando mis vacaciones de una manera inimaginable.
Desde que estudié en el instituto los lieder de Schubert, me quedé prendada de él y sus obras... Especialmente del quinteto "La trucha", en el que se decidió a "innovar" el clásico cuarteto de cuerda.
No sé mucho de música, pero reconozco que adoro a Schubert.
Muchas gracias por pasarse por mi blog. Me alegro que fuese un placer para usted. Justo el post en el que me firmó, fue escrito mientras escuchaba, entre otros, Letzte Hoffnung (Última esperanza),del Viaje de Invierno.
Un saludo.
Peter P.
Peter Pan
Bienvenida Peter Pan.
Estudiar en el instituto los lieder de Schubert. Eso sí es tener suerte. En mi época simplemente se mencionaban y gracias.
Con el paso del tiempo yo he empezado a escuchar a Schubert con otros oídos. Claro que también me ha ocurrido con Brahms y Haydn. Probablemente lo que ocurra es que me han ido pasando los años y sencillamente todo se va viendo u oyendo de otra forma.
Ach, und fällt das Blatt zu Boden,
Fällt mit ihm die Hoffnung ab,
Fall'ich selber mit zu Boden,
Wein'auf meiner Hoffnung Grab.
Entonces mi hoja cae a tierra
y mi esperanza se derrumba con ella.
Y con ella a mi vez yo me hundo
y lloro sobre la tumba de mi esperanza.
Es un lied muy hermoso, pero es tan triste...
Gracias por pasar por aquí y de nuevo bienvenida.
Suelo venir a tu ventana, y dejo que la música inunde mi casa... me gusta estar así. Ahora ya todo está en silencio... y la música lo acompaña. También me gusta poner tu música los días que descanso por la mañana... cuando la casa, además de silencio y música, se inunda de sol.
Yo no podría nunca hablar de música, sólo sé que me gusta el sonido de tu ventana. Un abrazo muy fuerte.
Buenos días de nuevo, Ana.
Todo el mundo puede hablar de música. Tú lo acabas de hacer en el párrafo anterior.
Yo ahora estoy escuchando "La bella molinera". Es cierto que a Schubert le viene bien especialmente el silencio y, para mí la noche, para ti el sol.
Me ha gustado mucho eso del sonido de tu ventana
Yo lo que tengo es ganas de que nos volvamos a ver. Seguro que dentro de muy poco.
Un abrazo fuerte también para ti y un beso pequeño para la pequeña Ana.
¡Cómo y cuánto me gustan estos análisis musicoliterarios que te echas...! Ahí donde esté tu prosa precisa y elegante, con su poquito de ironía, que se quiten los análisis sesudos y aburridos, Condesa... ¡Dónde va a parar...!
Disculpa mi tardanza, pero hasta hoy no he dispuesto del tiempo y de la tranquilidad para oír y leer como os merecéis ambos (Schubert und meine Gräfin, natürlich!) tan larguísima -y bella- entrada.
No sabes cuánto te agradezco la educación musical que nos das. ;-P
Muchos besos
Mi Gemma querida. Vd. no tiene por qué justificar ninguna tardanza. Vd. no llega tarde nunca. Vd. llega y todo va mejor. Se lo digo yo.
Creo que a su costilla y a Vd. les habría encantado poder venir a este concierto. La verdad es que es un lujo poder ver y escuchar a los mejores pianistas del mundo.
Jajaja, la educación musical. Si te oyer mi cuñado y sus acólitos... Pero a mí me gusta mucho que me digáis esas cosas. Porque a la próxima me encantará esforzarme más. Se me ha ocurrido algo esta mañana en el Caixa Forum. Si me apetece meterme en berenjenales a lo mejor hasta consigo darle forma.
Un beso, querida. Y disfrute de Schubert. Su música en sí misma es ya un regalo.
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